jueves, 8 de febrero de 2018

Dios ha muerto, queremos que el superhombre viva (Nietzsche)

Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 25.

 
1. Vida y obra.

Nace en 1844, en una familia protestante. Su padre era clérigo; sus abuelos y bisabuelos, tanto maternos como paternos, habían sido también pastores o teólogos. Cursa estudios de Teología y Filología, y se interesa sobre todo por la cultura clásica. Es profesor de Filología en la Universidad de Basilea durante diez años (1869-1879), pero su interés se decanta cada vez más por la Filosofía. De su etapa como profesor destacan las obras “El nacimiento de la tragedia” (1871) y “Humano, demasiado humano” (1879). Debe dejar su puesto por problemas de salud –desde 1873 debe soportar una enfermedad crónica, con frecuentes y dolorosas jaquecas-. Sobrevive con una pensión, viaja por Suiza e Italia, se aficiona al clima, carácter y arte meridionales... Su salud mejora, y aparecen sus obras “Aurora” y “El gay saber”. En el verano de 1881, caminando por los Alpes, tiene una experiencia que posteriormente describiría como “revelación” o “iluminación”: su contenido es la idea del eterno retor­no, que se convertiría en el centro de su libro “Así habló Zaratustra”. Se enamora apasionadamente de una joven judía rusa, Lou Salomé (posteriormente discípula y colaboradora de Freud); sin embargo, ella le rechaza y Nietzsche cae en una depresión. Tras recuperarse, escribe sus principales obras: “Así habló Zaratustra” (publicada en cuatro partes, de 1883 a 1885), “Más allá del bien y del mal” (1886). “Genealogía de la moral” (1887), “El ocaso de los ídolos” (1889). Los signos de locura son cada vez más evidentes, hasta que en 1890 es internado en una clínica. Al final de su vida es cuidado por su madre y hermana. Sus últimas obras, “El Anticristo”, “Ecce homo” y “La voluntad de poder”, son publicadas por su hermana y su discípulo Peter Gast.  Muere en 1900.

Famosa fotografía de Lou Salomé, Paul Ree y Nietzsche

En la gestación de su pensamiento destaca la influencia de Schopenhauer[1], aunque posteriormente lo criticó duramente, y la relación con Wagner, en prin­ci­pio de amistad y admiración –la exaltación pagana de El anillo de los nibelungos- y después –coincidiendo con el estreno del Parsifal y su aproximación al cristianismo- de profunda aversión.
El estilo de Nietzsche es vehemente, brillante y violento; con un lenguaje aforístico y oscuro –en la línea de su admirado Heráclito-, lleno de metáforas y símbolos. No siempre coherente, su obra ha sido objeto de muchas y variadas interpretaciones.
Para exponer su pensamiento de una forma lógica y ordenada, no queda más re­medio que introducir desde fuera una sistematización totalmente ajena a su obra. Lo haremos a la manera tradicional: partiremos de sus presupuestos “metafísicos” y gno­seo­lógicos (sus ideas sobre la realidad y el conocimiento, principalmente las nociones básicas de “vida”, “voluntad de poder”, “eterno retorno”, etc.) y a partir de ellas ana­li­za­re­mos sus consecuen­cias en lo que se refiere a la crítica de la tradición occidental (metafísica, ciencia, moral, religión, etc.). Sin embargo, antes conviene empezar por el primer esbozo de lo que será el pensamiento nietzscheano: la confrontación entre Apolo y Dionisos, tal como es expuesta en su obra El nacimiento de la tragedia.