Cinematografía épica en el Lejano Oriente
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Combate a espada en A touch of zen |
Aconsejo leer esta entrada en dos tiempos: primero todo el texto (imprescindible para hacerse una idea general de su contenido) y después deteniéndose en los enlaces que uno considere importantes o enriquecedores, que no tienen por qué ser todos.
"Cuando muere el perro del señor todos se ponen de luto, cuando muere el señor nadie se pone de luto"
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Cartel español de La luchadora (Nu quan shi, Taiwan, 1972) |
Pido excusas por esta referencia autobiográfica, que supongo que importará más bien poco a mis potenciales lectores. Únicamente trato de contextualizar debidamente la experiencia que me ha llevado a iniciar la escritura de este texto, y que no es otra que la visión de una película coreana no estrenada en España, salvo en filmotecas, y distribuida internacionalmente con el título inglés Blades of blood; película que empecé a ver con más escepticismo que curiosidad y que fue ganando mi interés a medida que avanzaba la historia narrada, una peculiar relación sanchoquijotesca en medio de las luchas de poder de una Corea a punto de ser invadida por los japoneses; y lo hizo, entre otras cosas, por un tono decididamente clásico que me retrotraía a gran número de experiencias fílmicas anteriores. Mi primera intención era escribir algo sobre esta película prácticamente desconocida para los españoles, pero un segundo después rectifiqué razonando que, ya puesto a escribir algo, mejor hacerlo sobre un tema más amplio, lo que podemos llamar "cine épico de oriente", es decir, los equivalentes chinos, japoneses y coreanos de los western americanos, y que hasta ahora no ha sido objeto de excesiva atención por parte de los cinéfilos.
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Combate final de Blades of blood |
Hagamos, pues, un poco de historia, también personal, pero sobre todo Historia del Cine.
Había un demonio y huyó porque tenía miedo de los hombres
Por supuesto existe una tradición literaria detrás del cine épico del Lejano Oriente, como también la hay tras el western americano. Seguramente, y contra lo que muchos supondrían de entrada, no es nada despreciable (yo he descubierto novelas del oeste de gran calidad, nada que ver con Marcial Lafuente Estefanía -adjunto enlace para menores de cincuenta años-, como The searchers de Alan Le May y Valor de ley de Charles Portis, por no hablar de otras más recientes como Meridiano de sangre de Cormac McCarthy), pero aquí es totalmente desconocida y no se trata de elucubrar sobre lo que no sabemos. Así que vamos a referirnos exclusivamente a la historia cinematográfica. En China y Japón las películas de espadachines son tan antiguas como el cine, de hecho fue el género más popular hasta su prohibición por motivos políticos (la rendición de Japón tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki y el triunfo de la revolución comunista en China: en ambos casos los que tomaron el poder consideraron peligrosa la ideología tradicionalista que parecía acompañante esencial del género).
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Tumbas de los 47 ronin |
En los años 50 el panorama cambia. Llega a los festivales Rashomon, de Akira Kurosawa: más que el aliento épico, a los cinéfilos europeos sorprendió el fondo filosófico de la historia, puro perspectivismo nietzscheano, más occidental que oriental, que presenta una realidad nouménica (la verdad pura, la "cosa en sí") resistiéndose a una categorización que se pretende objetiva y fragmentada en cuatro visiones incompatibles entre sí. El comienzo de la película consiste en aproximaciones progresivas al hecho que se juzga, supuestamente una violación y asesinato: el hombre que encontró el cadáver, el que al parecer es el último que vio con vida al asesinado (excluidos los tres implicados en el hecho), el policía que detuvo al asesino… A partir de aquí comienza la exposición de las cuatro versiones: la del asesino, que trata de disminuir su culpa (dormía cuando la brisa lo despertó y vio a la mujer que parecía una diosa: “si no hubiera sido por esa brisa de aire nada habría pasado”); la de la mujer, que se duele del desprecio de su marido tras la violación; la del propio muerto, que a través de una médium cuenta su versión y carga toda la culpa sobre la mujer; y finalmente, la del que supuestamente solo encontró el cadáver, pero en realidad vio más de lo que dijo, y cuenta la historia de forma que ninguno de los tres anteriores sale bien parado.
Rashomon llamó la atención por su construcción narrativa a base de flashback (similar en la forma a la de Ciudadano Kane, aunque, a diferencia de la obra de Orson Welles, los flashback no hacen progresar la narración en el tiempo, sino que vuelven una y otra vez a los mismos hechos), pero también por su ubicación en el Japón feudal, que propiciaría el retorno del género histórico al cine japonés. El público culto, siempre proclive a segundas lecturas de argumentos aparentemente superficiales, prefirió quedarse con la concepción escéptica, cuasi-nihilista, que empapa la historia. "Aquí, en la puerta de Rashomon, vivía un demonio, y dicen que se fue porque tenía miedo de los hombres." En Rashomon hasta los muertos mienten, todos se olvidan de lo que no les conviene recordar e incluso llegan a creerse sus propias mentiras.
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Rashomon cuestiona la verdad oficial de las historias épicas |
Tras Rashomon, el jidai-geki nunca volvió a ser lo que era antes de la guerra mundial: había quedado demostrado que el género también podía ser utilizado para la crítica social, más concretamente para criticar los valores del mundo feudal. En Los siete samurais, del mismo Kurosawa, los nobles guerreros, ocasionales defensores del pueblo amenazado por los bandidos, son también presentados como los verdaderos causantes de su desgracia. Quedaba, sin embargo, abierto el camino de su redención como clase: el mismo argumento de Los siete samurais, con ligerísimas variantes, se repite en Trece asesinos (Eichi Kudo, 1963) y Tres samurais fuera de la ley (Hideo Gosha, 1964), esta última recreada por Chang Cheh para la Shaw Brothers, en Hong Kong (El trío magnífico). Los años 60 fueron la verdadera edad de oro de la épica oriental, chambara en Japón y wuxia en China.
Golondrinas doradas y otros animales heroicos
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Apertura de todas las producciones Shaw de los años 60 y 70 |
Golden Swallow, "Golondrina Dorada", es la sinécdoque perfecta de esta eclosión. Representa a la vez a una productora, la ya mencionada Shaw Brothers; a dos directores que marcan, cada uno por su lado, el nivel máximo de calidad del género: King Hu y Chang Cheh; a la bailarina-actriz Cheng Pei-Pei y su ocasional acompañante masculino (Jimmy) Wang Yu como sus rostros más reconocibles, y finalmente al personaje por ella interpretado, la versión femenina del héroe identificada como "golden swallow", "girl fighter", "lady with a sword", "lady of steel", "deaf and mute heroine", "chinese amazon", "legendary amazon", etc. en los respectivos filmes así titulados. Golden Swallow apareció por primera vez en Da zui xia, conocida internacionalmente como Come drink with me y, desde hace unos años (pocos), en España como Bebe conmigo. La primera secuencia de esta película marca inequívocamente el tono western de la serie: asalto a una caravana en un cruce de caminos entre montañas, el mismo que desde entonces reconoceremos en todas las películas de la Shaw: Hong Kong es una isla sin demasiado territorio disponible, por lo que hay que aprovechar el que se tiene. Del lado de la ley, un grupo de mujeres-soldado comandado por Golden Swallow más la ayuda externa de un vagabundo borracho con habilidades ocultas, conocido como Drunken Cat, "Gato Borracho"; del lado contrario, un bandido apodado Jade Faced Tiger, "Tigre de rostro de jade". La zoología al servicio de la épica.
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Golden Swallow contra todos los malos, en la taberna de Come drink with me (King Hu, 1966) |
El resultado fue Golden Swallow, engañoso título porque el protagonismo de la historia pasaba de la heroína a su protector masculino, que salva su vida al principio de la película: "Roc plateado" (¿qué es un roc?, un ave mitológica, así que no salimos de la zoología, de hecho otro de los personajes se llama "Zorro volador"). De técnica aparentemente renovadora (v.gr. pantalla dividida, como en la contemporánea El estrangulador de Boston), lo que realmente destaca en la película son sus explosiones de violencia, mucho más allá de los puntuales borbotones de sangre y manos cercenadas de Come drink with me, que no retrocede ni siquiera ante el sadismo de corazones arrancados en vivo o niños abriéndose el vientre. Violencia extrema que marcaría el tono de las siguientes películas de Chang Cheh, bautizadas con razón como "wuxia sangriento" y protagonizadas todas ellas por Wang Yu; películas en general muy estimables cinematográficamente hablando, con sangre a litros salpicando ropas inmaculadamente blancas, paredes igualmente albísimas y cielos azulísimos, y entre las que destacamos El espadachín manco y su continuación El retorno del espadachín manco (no se desgastaban las neuronas inventando títulos), y El asesino. No es necesario aclarar que ninguna de estas películas fue estrenada en España.
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Wang Yu, protagonista de El asesino (Chang Cheh, 1967): explosión de violencia brutal, uniformes vistosos y sangre sobre ropas blancas en el clímax final de inmolación del héroe. |
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Cartel español de La furia del tigre amarillo |
Como curiosidad podemos añadir que el mismo puente es también escenario de otra batalla épica de similares características en Los héroes, rodada, probablemente a la vez, por Chang Cheh con casi los mismos actores en papeles ligeramente modificados: en este caso se trata de una muy shakesperiana historia de ambición y celos en la que el bueno e inocente David Chiang se deja atar por sus propios hermanos, que lo descuartizan sirviéndose de caballos. Poco antes los enemigos de la familia habían acabado con el otro hermano bueno (Ti Lung) en el mencionado puente. Salvajismo en estado puro.
Luz, budismo y gravedad cero
Habíamos dejado a King Hu tras rodar Come drink with me. Con esta película terminó su colaboración con Shaw Brothers, que lo cambió por Chang Cheh para la continuación: resultados rápidos y dar al público lo que quiere (básicamente, mucha violencia) frente a trabajo concienzudo, cuidadas puestas en escena y sugerencias poéticas. King Hu, ya fuera de la Shaw, perfeccionó su estilo en Dragon Inn (otro western oriental, otro oeste del este, valga la paradoja, cuyo principal escenario es una posada en medio del desierto y tiene un argumento que, por cierto, resulta extrañamente similar al de Los odiosos ocho, otra vez Tarantino), y llegó a su cota máxima en A touch of zen. Aquí, como diría Garci, hay que pararse y sacar el reclinatorio. Estamos ante la mejor película wuxia de la historia del cine. Próxima a las tres horas de duración, y con escenas de acción extraordinariamente filmadas que no arrancan hasta pasada una hora larga, la película atrapa la atención del espectador desde que este no puede dejar de preguntarse qué ha visto el pintor aficionado en la mirada del hombre que está retratando, un emisario del gobierno enviado para matar a "la dama marcial" del título original (xia nu).
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A touch of zen (King Hu, 1969): ¿sueño o realidad? |
Comentario sobre A touch of zen en otra entrada de este mismo blog.
Crisis y renacimiento
En los años 70 los maestros como King Hu y Chang Cheh realizan sus últimos wuxias: el primero sustituye el ritmo contemplativo conseguido a base de planos largos de A touch of zen por el montaje relámpago en las escenas de lucha de Los valientes, quizá por entender que eso era lo que demandaban los nuevos gustos del público, anunciando así el horror pausarum que, junto al abuso de efectos de luz y proto-digitales, caracterizaría el nefasto cine de Tsui Hark, y abandona el género o lo trata muy tangencialmente en filmes como Raining in the mountain; el segundo, tras alguna incursión en la historia de los rebeldes del río Liang Shan Po (The water margin y su continuación, aquí titulada Todos los hombres son hermanos), donde el realismo de las armas deja mucho que desear, cambia las espadas por el kung fu o lucha con pies y manos desnudas.
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Goyokin (H. Gosha, 1969) suma la belleza visual a la crítica social |
Llegamos a los 80. En España y el resto de Europa ya ha pasado el boom de las artes marciales. La mayoría de las películas asiáticas van, si tienen suerte de comercializarse, al mercado del vídeo doméstico entonces en auge. En Hong Kong los nuevos directores como John Woo y Johnny To, formados en el género, se alejan de él para cultivar el policíaco (el primero retornaría a los alrededores del wuxia, mucho después, en la superproducción histórica Acantilado rojo). Producidas y a veces dirigidas por Tsui Hark, películas como Zu, guerreros de la montaña mágica, Una historia china de fantasmas y La novia del cabello blanco introducen gran cantidad de elementos fantásticos y efectos lumínico-digitales: definitivamente, el wuxia ya no es lo que era. Todo el mundo parece dispuesto a firmar la defunción del género.
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Hero (Zhang Yimou, 2002): festín visual y perspectivismo |
Más fiel a la tradición cinematográfica de su país, la paralela recuperación del chambara japonés ha producido resultados tan dignos como Zatoichi (muy superior a todos los episodios de la serie) y 13 asesinos. Las dos han sido realizadas por directores ajenos en principio al chambara, los dos Takeshis, Kitano y Miike, pero que no han querido renunciar a dar su propia visión del género: son, en el fondo, remakes, historias ya contadas en los años 60 pero sensiblemente mejoradas.
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Duelo bajo la lluvia en Zatoichi (T. Kitano, 2003) |
Fuera de lo considerado "cine de autor" no puedo dejar de señalar la muy apreciable Azumi, adaptación de un cómic manga sobre una muchacha adoptada por una secta tras perder a sus padres y entrenada en las artes marciales para luchar contra los tiranos: lo que en un principio parecía ser una sentimentaloide historia para adolescentes con maestro sabio y discípulos enamorados (algo así como un cóctel de Harry Potter, Crepúsculo y Los juegos del hambre) revela en seguida, con un giro narrativo inesperadamente cruel, un fondo mucho más sombrío y adulto. Las secuencias de lucha, espectaculares.
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Épica batalla en Azumi (R. Kitamura, 2003) |
En fin, mucho es lo que me he dejado en el tintero: ni he hablado de los wuxias chambarizados de Chor Yuen (magnífica por ejemplo Clanes asesinos, algo así como una versión china y medieval de El padrino con estocadas en vez de balazos, y cuyo título original, Liu xing hu die jian, podría traducirse como Espada del Cielo y Mariposa), ni de las réplicas occidentales de las obras de Kurosawa y otros (Los siete magníficos sobre Los siete samurais, Por un puñado de dólares sobre Yojimbo, La guerra de las galaxias sobre La fortaleza escondida...), ni de las adaptaciones de Shakespeare tanto al wuxia como al chambara, ni de los ultimísimos cines chino o coreano.... Creo que no se trataba de proporcionar una información exhaustiva sobre el tema (a la que se puede acceder, sabiendo buscar y siempre que uno sea medianamente políglota, gracias a Internet, pues no abundan los textos especializados), sino de despertar algún interés o simpatía por este tipo de películas en un lector mínimamente curioso y cinéfilo, quizá excesivamente acostumbrado a que las historias oficiales del cine giren siempre en torno al centro de gravedad americano y (en menor grado) a sus satélites europeos.
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Cheng Pei-Pei en su rol de Golden Swallow en Come drink with me |

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