jueves, 16 de abril de 2020

Filosofía de la Religión (III): Necesidad o contingencia de la Religión


            La pregunta ¿por qué hay religión? (es decir, cuál es su fundamento) aparece condicionada en su planteamiento y posibles respuestas por una cuestión previa: la de si la religión es un hecho necesario en la vida humana y, por tanto, debe haber existido siempre y nunca podrá desaparecer, o más bien es el resultado de unas condiciones que, aunque se han dado generalmente a lo largo de la Historia, pueden muy bien no darse. Hay que tener en cuenta, por tanto, dos grupos de teorías sobre la religión: las que consideran esta como perteneciente a la esencia de la humanidad y las que la interpretan como un hecho puramente contingente.

            1. PRIMER GRUPO DE TEORIAS: LA RELIGION ES ESENCIAL A LA HUMANIDAD.


            Según esta interpretación, la religión es una estructura esencial del ser humano, que no puede dejar de darse. Por tanto, hay religión desde el momento en que hay humanidad. En palabras de Bergson:

                        "La religión, por ser coextensiva a nuestra especie, debe participar de su estructura".
            
            Si esto es así, resulta absurdo preguntarse por el origen histórico de la religión, ya que esto supone que, antes de aparecer la religión, el hombre vivió en un estado no religioso. La religión no aparece en un momento de la historia: siempre ha habido religión y siempre habrá religión.[1]
           Puede darse un "eclipse", un ocultamiento temporal del hecho religioso, pero la religión (en tanto que disposición natural del hombre) perdura, bien de forma invisible, bien bajo formas aparentemente no religiosas que cumplen la función de sucedáneos de la religión: idolatrías diversas, ocultismos, ideologías de exaltación de la naturaleza o del Estado, etc.

viernes, 10 de abril de 2020

Filosofía de la Religión (VI): Las formas a priori de la experiencia religiosa


         La línea argumentativa que voy a seguir en esta entrada es la siguiente: En primer lugar, una caracterización global de la existencia humana (y de la experiencia religiosa en particu­lar) como "autotrascendencia" y "proyección". Posteriormente, un retroceso a las condiciones que hacen posible el hecho religioso: ciertos principios o disposiciones a priori, que existen en el espíritu antes de cualquier experiencia; entre ellos selecciona­mos uno: la conciencia de la infinitud. Finalmente, examinamos de qué forma esta conciencia a priori del infinito nos ayuda a entender la propia experiencia religiosa y cómo podemos encontrar indicios de ella en la historia de las religiones.


         1. El hombre como proyecto.

Karl Popper (1902-1994)
         El punto de partida de esta reflexión es la idea de hombre como entidad siempre inacabada: forzado a construirse a sí mismo, ha de estar permanentemente eligiendo entre varias formas de ser posibles[1]. Esta condición impide al hombre vivir encerrado en sí mismo y le fuerza (quiéralo o no) a salir al encuentro o tropezarse con otras formas de realidad que necesita como instrumentos de su autorrealización, ya que estas elecciones siempre se realizan teniendo en cuenta el mundo en el cual existo: no solo objetos físicos, sino personas (solo puedo ser un yo si otros yoes me reconocen como tal, permitiendo que tome mis decisiones y me realice como persona), valores (si he de elegir forzosamente, he de contar con criterios de elección) y otras entidades no físicas tales como, por un lado, hechos y estados psicológicos (pensa­mientos, deseos, recuerdos, dudas, creencias, etc.: el "mundo 2" de Popper) y, por otro, significa­dos inespaciales y atemporales tales como los números, los conceptos universales en general, las teorías del mundo, etc. (en Popper, el "mundo 3")[2].
          En este sentido puede decirse que la existencia humana es autotrascenden­cia.
         Este hecho de la trascendencia nace por tanto de la propia indeterminación ontológica del hombre. Está conectado también con el hecho que Zubiri llama religación: al realizarme como persona me encuentro "religado" con la realidad como tal: vinculado, pero no confundido con ella: "relativamente suelto" frente a la realidad que, por un lado, me "domina" o fundamenta y, por otro, me ofrece un repertorio casi infinito de posibilida­des de autorrea­lización. De aquí la expresión zubiriana "El hombre es un ser relativamente absoluto", paradoja que quiere decir que no es una cosa más, sino que es capaz de ponerse frente a todas las cosas, aunque en último término se sabe fundamentado en la realidad como tal.[3]
         El hombre vive su vida como proyecto: por medio del conocimien­to y el deseo, se lanza al encuentro de la realidad y se sirve de ella para trascender lo que es en ese momento y construirse una nueva forma de ser. En este sentido, hay que dar la razón a Feuerbach, pero ampliando su perspectiva: toda la vida humana (no solo la religión) es proyección. Ahora bien, esta proyección no es invención de pseudorrealidades, sino condición de posibilidad del encuentro con la realidad trascendente (exterior a la concien­cia), ya que algo debe haber en el espíritu que permita comprender, "asimilar" ("hacer semejante") lo que queda fuera.
         Hasta ahora, nos estamos moviendo en un plano puramente descrip­tivo y apenas hemos rozado la cuestión religio­sa.

         2. El problema religioso.

         La religión surge cuando, en el proceso de autorrealización humana, nos tropezamos con las que tópicamente se han llamado "las cuestiones últimas": no me preocupa solo la solución de tareas inmediatas, sino decidir cuál va a ser mi proyecto vital en conjunto (y quizá no solo mío, sino de las personas próximas a mí, la sociedad en que vivo, la humanidad...); ello implica la elaboración de un "mapa" cognoscitivo o "idea del mundo" en que aparezca mi situación: Trato de entender mi realidad: en cierto sentido yo soy único, pero en otro sentido hay otros como yo, pertenezco a una especie; soy hombre, pero ¿qué significa ser hombre?, ¿cuál es el puesto del hombre en el universo?, ¿por qué existen hombres, por qué existo yo y por qué existe algo en vez de nada?, ¿cuál es el fundamento último de la realidad?, ¿qué relación mantiene con el hombre en general y conmigo en particu­lar?

jueves, 9 de abril de 2020

Filosofía de la Religión (VIII): El simbolismo en la Religión

           1. La interpretación psicoanalítica de los mitos.



          La interpretación simbólica de los fenómenos religiosos, muy especialmente de los relatos míticos, ha sido desarrollada en el siglo XX por el psicoanálisis y convertida por Jung en la piedra angular de su concepción psicológica. Ambas escuelas han insistido en el parentesco entre sueño y mito, parentesco que se basa precisamente en la utilización de símbolos y en el hecho de que tanto el que sueña como el que escucha o cuenta un mito no es generalmente consciente del sentido simbólico que encierra.

           Freud fue conducido al estudio de los mitos a través del simbolismo onírico. Ya en el primer capítulo de La interpretación de los sueños constata la existencia de objetos cuya aparición en los sueños habitualmente conlleva un significado específico: la práctica totalidad se refieren a órganos y funciones sexuales. Más adelante, en las Lecciones introductorias al psicoanálisis, dedica una lección completa al tema del simbolismo, añadiendo algunos símbolos de significado general (“casa” = persona, “agua” = nacimiento, “viaje” = muerte...) además de aumentar el repertorio de símbolos específicamente sexuales[1].
La leyenda de Moisés, estudiada por Otto Rank...
          Desarrollada especialmente por Otto Rank, la investigación psicoanalítica de los mitos trató de comprender estos como resultado de los mismos procesos mentales inconscientes que dan origen a los sueños: “En la producción de los rendimientos normales, patológicos y sociales, tanto del individuo como del pueblo, intervienen decisivamente las mismas fuerzas impulsoras inconscientes...”[2]. Así, los mitos son concebidos como “los residuos deformados de fantasías optativas de naciones enteras”[3], es decir:
...en su obra sobre el nacimiento de los héroes



a) Igual que el sueño, el mito consiste esencialmente en una realización de deseos.
b) Por la misma naturaleza del mito como producto social, los deseos no deben pertenecer exclusivamente al individuo, sino ser comunes a todo el grupo o incluso a toda la humanidad.
c) Tal significado esencial del mito (equivalente al contenido latente de los sueños) es disfrazado y deformado por razones de conveniencia moral y social, y las sucesivas variaciones de un mito o leyenda que se producen a lo largo del tiempo tienden a volver cada vez más irreconocible el núcleo originario.
d) El hecho anterior explica la frecuente aparición de símbolos (generalmente sexuales) en los relatos míticos y, en general, en todo tipo de narraciones populares: el símbolo –unido a otros procedimientos estudiados por el psicoanálisis como el desplazamiento y la condensación- permite disfrazar el verdadero significado del relato.

lunes, 6 de abril de 2020

Filosofía de la Religión (IV): Proyección y/o Revelación

 

DANDO VUELTAS A LA ESENCIA DE LA RELIGIÓN

 

        La pregunta ¿de dónde surge la religión? (o, más precisamente, ¿de dónde toma la religión su contenido?) puede en principio ser respondida de estas dos maneras:
       a) La religión es proyección de contenidos humanos o pertenecientes a la experiencia humana.
      b) La religión es reconocimiento, descubrimiento de o encuentro con una realidad que trasciende el campo de la experiencia humana.