DANDO VUELTAS A LA ESENCIA DE LA RELIGIÓN
La pregunta ¿de dónde
surge la religión? (o, más precisamente, ¿de dónde toma la religión su
contenido?) puede en principio ser respondida de estas dos maneras:
a) La religión es proyección de contenidos humanos o
pertenecientes a la experiencia humana.
b) La religión es reconocimiento, descubrimiento
de o encuentro con una realidad que trasciende el campo de la experiencia humana.
1. PRIMER GRUPO DE TEORIAS: LA RELIGIÓN COMO PROYECCIÓN.
1.1. La tradición religiosa.
Desde la Antigüedad existe la sospecha de que al menos
ciertas formas de religión, si no la religión como tal, consisten en una
atribución a Dios o a los dioses de propiedades o características que el hombre
descubre fundamentalmente en la experiencia que tiene de sí mismo. El texto más
claro en este sentido es un fragmento de Jenófanes, citado por San Clemente de
Alejandría:
"Si
los bueyes, caballos y leones tuvieran manos y pudieran dibujar con ellas y
realizar obras como los hombres, dibujarían las figuras de los dioses y harían
sus cuerpos, los caballos semejantes a los caballos y los bueyes a los
bueyes."
Al parecer, y según el testimonio de Clemente, el fondo
de esta crítica a la religión no es tanto un ateísmo sino una idea del ser
supremo de la que se trata de excluir todo antropomorfismo:
"Un
único dios, el supremo entre dioses y hombres, ni en figura ni en pensamiento
semejante a los mortales."
La postura de Jenófanes parece, por tanto, una crítica
hecha a ciertas formas de religión desde unas ideas también religiosas. Es uno
entre los muchos ejemplos que podemos encontrar en las diversas tradiciones
religiosas:
a) Crítica de tradiciones religiosas ajenas: Es,
por ejemplo, la crítica a la idolatría que aparece en el Antiguo Testamento:
"Nunca
más diremos 'dioses nuestros' a las obras de nuestras manos" (Os 14,3).
Se da por supuesto que los idólatras llaman Dios a lo que es
simplemente un objeto físico hecho por manos humanas. Tales ídolos tienen la
misma configuración del hombre que los hizo:
"Los
ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca y
no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, ni un soplo siquiera
hay en su boca. Como ellos serán los que los hacen y los que en ellos ponen su
confianza." (Salmo 135).
Ejemplos parecidos podemos encontrar en la crítica budista a
la proliferación de dioses en el hinduismo y en el principio de guardar
silencio (incluso mental: renuncia a toda representación) sobre la divinidad.
b) Corrección de la propia tradición religiosa: A
veces, no se rompe con la tradición religiosa antropomórfica, sino que se
corrige desde dentro. Así, vemos cómo el elohista corrige al yahvista (que
describe a Dios modelando con barro el cuerpo de Adán, paseando por el jardín
del paraíso, hablando directamente con Abraham, luchando con Jacob, etc.)
marcando la distancia entre Dios y el hombre: Dios no se aparece directamente a
los hombres, sino que les manda mensajeros (ángeles) o se sirve de sus sueños.
Antropomorfismo: creación de Adán (Pisano) |
1.2. La tradición filosófica: Feuerbach.
Aunque
las raíces de esta idea de la religión son, como vemos, muy antiguas, una
teoría filosófica de la religión que considera a esta globalmente como
"proyección humana" (y que, por tanto, no es una crítica a una forma
de religión desde otra forma de religión, sino una crítica a toda religión
desde el ateísmo) sólo ha podido aparecer muy recientemente, en los siglos XIX
y XX.
El iniciador de esta tendencia, y verdadero padre del
ateísmo contemporáneo, es Ludwig Feuerbach, que hizo un análisis del
cristianismo desde este punto de vista en su obra más conocida, La esencia
del cristianismo, y posteriormente lo aplicó a la religión en general en La
esencia de la religión.
Fuerbach constata que todos los predicados divinos
(bondad, amor, conocimiento, poder, presencia...) son también predicados
humanos, de donde deduce también la identidad de los sujetos: Dios y el
hombre son una misma cosa.
Ahora bien, se dice también que "la religión es
conciencia del infinito"; ¿cómo puede ser esto si el hombre es finito?
Sólo si en la religión se piensa al hombre no como individuo, sino como
género. Por tanto, se puede definir la religión como relación entre
individuo y género.
Por tanto, la religión debe atravesar dos fases:
a) En la primera fase, el hombre
religioso se relaciona con su propia esencia, pero no la reconoce como tal: la
atribuye a un ser distinto, extraño y opuesto (Dios). En esta situación el
hombre está escindido, separado de sí mismo, y cuanto más enriquece lo que ha
separado de sí más se empobrece a sí mismo.
"El
hombre debe empobrecerse para enriquecer a Dios; para que Dios sea todo, el
hombre debe no ser nada. El hombre afirma en Dios lo que niega en sí mismo."
b) La segunda fase
corresponde a la religión auténtica, que podemos llamar "religión de la
humanidad" (genitivo subjetivo y objetivo a la vez, ya que sujeto y objeto
coinciden: es el hombre). Una vez descubierto que Dios no es más que el hombre
y que los dogmas cristianos, correctamente interpretados, solo significan
relaciones humanas, el hombre sustituye el amor a Dios por el amor a la
humanidad.
1.2.1. Valoración crítica.
Ya se ha respondido anteriormente, sin mencionarlo expresamente, al
principio de la argumentación de Feuerbach: Dios como proyección ideal de las
necesidades y deseos humanos. En realidad, la religión no comienza con esta
proyección, sino con el reconocimiento del Misterio. Otra cuestión es que, al
intentar racionalizar el Misterio, el hombre no tenga más remedio que tomar
los contenidos representativos de su propia experiencia, especialmente de la
experiencia que tiene de sí mismo.
En todo caso, y aunque se admita –como creo que es
razonable- la proyección como fundamento del hecho religioso, ello no significa
que sea el único fundamento[1]. Dicho de otra manera:
Supongamos que Feuerbach tiene razón al decir que el deseo de infinitud es la
base de la religión; ¿implica esto que el ser infinito no exista, o que tal
deseo debe quedar necesariamente frustrado? Si bien es verdad que el hecho de
que exista un deseo no prueba que exista su objeto, tampoco prueba lo
contrario. “De que los dioses sean seres deseados no se sigue nada a favor de
su existencia o no existencia... Es muy cierto que una cosa no existe por el
mero hecho de que se la desee; pero no es exacto que una cosa no pueda existir
porque se la desea. Toda la crítica de la religión de Feuerbach y todas las
pruebas de su ateísmo se basan, sin embargo, en esta única argumentación, es
decir, en un sofisma lógico.”[2]
2. SEGUNDO GRUPO DE TEORIAS: LA RELIGIÓN COMO REVELACIÓN.
Frente a las teorías que explican la religión como proyección
bien de cualidades humanas, bien de contenidos de la experiencia humana, otros
autores la describen como el resultado de un descubrimiento, o reconocimiento,
de lo que está más allá de toda experiencia; cuando se quiere insistir en el
carácter personal de esta realidad objeto de la religión, se suele utilizar el
término encuentro.
La razón, al tropezar con sus límites, puede señalar lo
que queda más allá de estos límites, la realidad absoluta, pero no puede
conocer esta realidad absoluta tal como es en sí misma; si se queda en simple
reconocimiento, mencionará "lo que no se puede decir", "lo
totalmente otro", etc. y se limitará a recomendar el silencio como
única forma posible de relación con el Absoluto.
Desde el momento en que el sujeto religioso pretende decir
algo del Absoluto, debe partir de una revelación. Con excepciones tan
importantes como el budismo, la mayoría de las religiones dicen basarse en una
revelación recogida bien en unos textos sagrados, bien en tradiciones
orales. El estudio crítico de estos textos y tradiciones es más bien objeto
de la historia de las religiones que de la filosofía de la religión, y desde
luego sobrepasa los límites de esta reflexión[3].
Sin embargo, hay una cuestión que voy a tratar aunque sea
brevemente: ¿Se puede hablar de una revelación universal, es decir,
dirigida a toda la especie humana, anterior o independiente de las
revelaciones particulares ocurridas en ciertas épocas y para ciertas personas o
grupos[4]?
Hay que decir en primer lugar que
tal planteamiento no es nuevo en absoluto; suena, por ejemplo, en Heráclito y
en algunos cristianos primitivos, principalmente en San Justino (identificación
de Cristo con el Logos, es decir, la razón universal). En la posterior historia
del pensamiento, la idea de una revelación universal ha tomado una de estas
tres formas (a veces dos o las tres simultáneamente):
a) Una revelación primitiva, dirigida a todos los
hombres (en su versión extrema, solo al primer hombre o a la primera pareja) al principio de la
historia y de la cual quedan restos en las tradiciones de todos los pueblos.
b) Una revelación "interior" o antropológica,
por la cual el hombre encuentra en sí mismo ciertas ideas o tendencias que le
sirven para descubrir la verdad religiosa.
c) Una revelación "natural" o cosmológica,
por la que el mundo o naturaleza son signos suficientemente claros o inequívocos
de la existencia de un ser supremo y de algunas de sus características esenciales (creador, poderoso, bueno, inteligente, etc.)
Wilheim Schmidt |
2.1. La revelación primitiva.
En su forma más moderna, esta idea
ha sido defendida por Andrew Lang y el padre Wilheim Schmidt en su teoría del
"monoteísmo primitivo", ya comentada en otra entrada de este mismo blog.
2.2. La revelación interior (antropológica).
La posibilidad de una revelación en el interior de cada
hombre ha sido puesta de manifiesto en la línea de pensamiento que, partiendo
de Platón, alcanza sus máximas expresiones en San Agustín y Descartes. Hay que
decir que tal línea de pensamiento conecta naturalmente con las corrientes
místicas de las diversas religiones, aunque aquí la consideramos desde un
punto de vista que la diferencia más que la asemeja al misticismo:
a) Para el
místico, su experiencia de la divinidad es personal e incomunicable.
b) En la
hipótesis de una revelación universal en el interior de las almas, todos los
hombres pueden encontrar en sí mismos indicios de la existencia de Dios.
En cuanto a los datos concretos que, según estos autores,
forman parte de esta "revelación interior" podemos enumerar:
a)
La naturaleza espiritual misma, única en el mundo conocido, que hace
referencia a un origen también espiritual.
b)
La idea de Dios (ser absoluto, ontológica y moralmente perfecto,
infinito), que a su vez puede ser considerada:
b')
En cuanto a su mera existencia: El hombre no ha podido formar por sí
mismo ni recibir del exterior el concepto del ser supremo[5], y debe ser por tanto
una idea innata (Descartes) o forma a priori (Kant, Otto).
b'')
En cuanto a su contenido: En la idea del ser supremo está contenida su
existencia real, ya que de otro modo no sería la idea del ser supremo (argumento ontológico)[6].
c)
El sentido moral: La aceptación de mandatos absolutos (incondicionados)
supone la aceptación implícita de un Absoluto que manda[7]. O bien: El deseo de
perfección moral implica: 1) El conocimiento de la imperfección propia; 2) La
idea de un ser sumamente bueno, en comparación con el cual mi imperfección se
me hace manifiesta[8].
d)
Lo mismo puede decirse del sentido estético (en último término,
referencia a una belleza absoluta) o del sentido religioso (que apunta
hacia un objeto que es absoluto y santo, y quedaría insatisfecho de no existir
este objeto[9]).
2.3. La revelación natural (cosmológica).
Hay, finalmente, una tercera forma de entender la
revelación universal, y es pensando que en el mundo exterior pueden encontrarse
indicios de la existencia y naturaleza de esta realidad absoluta objeto de la
religión.
Tomás de Aquino (Zurbarán) |
a)
La temporalidad del mundo (es decir, el hecho de que el mundo pasa por
una serie sucesiva de estados); tal serie de estados no puede ser infinita,
pues una serie infinita no puede ser recorrida, y ello implica un comienzo,
por tanto una causa, y en último término una causa eterna.[10]
b)
La contingencia del mundo, por la que no tiene en sí la razón de su
existencia y remite a un ser necesario.[11]
c)
El orden por el cual cada cosa en el mundo, y el mundo en su totalidad,
funcionan de la mejor forma posible para alcanzar su finalidad propia; orden
que solo puede ser efecto de una inteligencia suprema.[12]
El máximo exponente de
esta forma de abordar la cuestión, y en general de lo que se ha entendido por
"teología natural", es Tomás de Aquino. No se pueden dejar de
exponer brevemente las principales objeciones que se han hecho a este
planteamiento:
1) La idea de "causa" sirve para relacionar dos
objetos de experiencia, o bien para relacionar un objeto experimentado con otro
que, aunque no experimentado, sí es (en principio) experimentable; pero no
para relacionar dos objetos (mundo, Dios) de los que no tengo ninguna
experiencia.
2) El "ser necesario" o el
"ser eterno" no tiene por qué ser personal; autores materialistas
como Gustavo Bueno admiten el razonamiento metafísico que lleva a la existencia
de un fundamento último de toda la realidad, pero niegan que a este último
fundamento pueda llamársele "Dios".
3) ¿Son compatibles entre sí las ideas de
"eternidad" y "causa"? Si causar es provocar un cambio, y
en todo cambio existe un antes y un después, ¿no debemos decir que hay también
un antes y un después en la causa del cambio?[13]
4) Incluso cuando nos acercamos más a una representación
personal de Dios, es decir, en el llamado argumento teleológico cuya
conclusión es la existencia de una inteligencia responsable del orden en el
mundo, vemos que tal inteligencia no tiene por qué ser suprema o infinita (un
efecto finito no necesita una causa infinita; además, la idea de una conciencia
o inteligencia infinita debe ser necesariamente analógica, ya que de no ser así
envuelve una contradicción[14]).
5) Concebir a Dios como causa del mundo es no sólo
hacerle responsable de su orden, sino también de lo que tiene de desorden. La
única salida coherente a esta acusación es la propuesta por Leibniz: Un mundo
en el que no hubiera libertad y en el que las leyes naturales admitieran
constantes excepciones sería peor que el mundo presente con todos sus males.
3. EL LENGUAJE RELIGIOSO Y LOS LÍMITES DE LA RAZÓN.
Religión como proyección y religión como revelación,
¿necesariamente incompatibles? ¿Coinciden ambas ideas, necesariamente, con las
concepciones atea y teísta del hecho religioso?
La respuesta es no. La historia de las religiones muestra
que la inmensa mayoría (o quizá la totalidad) de las representaciones de la
divinidad son proyecciones de la experiencia humana. Esto es lógico, si -como
sostiene Rudolf Otto- existe algo así como un sentido religioso común a toda la
especie que, aunque apunta hacia lo trascendente, necesita la mediación de
objetos naturales que "sugieren" lo Absoluto y tienden a ser
identificados con él.
Y también es lógico si la toma de conciencia del objeto
de la religión por parte de su sujeto se realiza progresivamente (o,
dicho en otros términos, si Dios se revela paulatinamente): La idea del
Absoluto irá apareciendo cada vez más pura, menos antropomórfica y menos
mezclada con realidades finitas[15].
Sin embargo, a la vez que la proyección (que a veces se
admite como inevitable, la única forma de hablar del Absoluto), aparece en el
sujeto religioso la conciencia de que toda representación de lo divino es
siempre inadecuada, no se ajusta al objeto hacia el cual la religión tiende[16].
La paradoja "no podemos hablar de Dios, pero no nos
queda más remedio que hacerlo" se ha expresado a lo largo de todo el siglo
en las múltiples discusiones sobre el lenguaje religioso. ¿Es un verdadero
lenguaje? ¿Tiene significado? ¿Nos proporciona alguna información verificable o
que, al menos, sepamos cómo se podría verificar?
La tesis (empirista) que niega
significado al lenguaje religioso se basa, como ha mostrado Kolakowski[17], en una definición de
"significado" que funciona en las ciencias positivas, pero que
ninguna razón obliga a extender a otros campos. Además, si se declara
significativo sólo lo que cumple los criterios empiristas de significado
(principalmente dos: verificación y falsación empíricas) la consecuencia sería
que los propios criterios serían también asignificativos[18].
Enumero brevemente
algunas conclusiones que podemos extraer de lo dicho hasta ahora:
1) Lo religioso es una dimensión
esencial del ser humano; todas las teorías que han negado este principio o bien
han sido desmentidas por los datos (caso de las teorías evolutivas de la
religión), o bien han fallado en sus previsiones, o bien han necesitado hacer
uso de esquemas reductivos que han dado lugar a un concepto de
"religión" que deja de lado aspectos esenciales de esta.
2) La proyección (consciente o no)
es asimismo una dimensión básica del hecho religioso y condición de posibilidad
de toda revelación. Así lo han entendido los mismos teólogos, que al sostener
que Dios habla al hombre en lenguaje humano y que lo hace progresivamente están
reconociendo que los hombres están proyectando su propia experiencia (natural e
histórica) en su idea de la divinidad.
3) En consecuencia, toda representación del
Absoluto es o bien meramente formal y/o negativa[19],
o bien antropomórfica. Conceptos como "causa eterna",
"conciencia infinita", etc. conducen a contradicción si son
entendidos de forma literal.
Destrucción de imágenes religiosas en la catedral de Amberes |
4) La historia de las religiones es también la historia
de la lucha por eliminar todo resto de antropomorfismo de las representaciones
de la realidad absoluta: así, el secreto iniciático (una forma de evitar un
concepto inadecuado de la divinidad es restringir su conocimiento a unos
pocos), la utilización de elementos que remiten a otro nivel de realidad
(lenguaje extraño, narraciones fabulosas, referencias a un mundo y a un tiempo
absolutamente heterogéneos...), la prohibición de imágenes o del uso del nombre
divino, el silencio como experiencia genuinamente religiosa, la renuncia a
toda representación incluso mental (budismo), la teología negativa, etc.
5) La religión es, por tanto, el resultado de una tensión
entre dos movimientos opuestos: la búsqueda de lo que queda más allá de
los límites del mundo y la conciencia de su inasibilidad. Las mediaciones
(hierofanías: espacios, tiempos, objetos, personas sagrados) son el aspecto más
visible de la experiencia religiosa, pero, correctamente interpretadas, son
solo la flecha que señala hacia lo que no puede ser conocido.
Otras entradas sobre Filosofía de la Religión:
I.- Apuntes mínimos sobre Historia de la Ciencia de la Religión.
II.- La esencia de la Religión.
III.- Necesidad o Contingencia de la Religión.
IV.- Proyección y/o Revelación.
V.- Las formas a priori de la experiencia religiosa.
VI.- Ética y divinidad.
VII.- El problema de la existencia de Dios.
VIII.- El simbolismo en la Religión.
Apéndice: Apuntes mínimos sobre Historia de las Religiones.
[1]“Aunque en todo
conocimiento y, por tanto, también en el conocimiento de Dios, yo ponga o
proyecte en el objeto mucho de mí mismo, ¿está con ello probado que tal objeto
es simplemente una proyección mía, una imaginación y nada más?... Cuando yo
hablo humanamente de Dios, ¿es este Dios, de quien yo hablo, solamente algo
humano?” (H. Küng: ¿Existe Dios?).
[2]E. von Hartmann: Historia
de la Metafísica.
[3]Pueden encontrarse unas
breves indicaciones sobre este asunto en la esta entrada.
[4]Me refiero a los receptores inmediatos de la
supuesta revelación, al margen de que los receptores finales sean todos
los hombres (esa es la pretensión de todas las religiones universales).
[5]Razonamiento platónico: La apreciación de un grado de belleza, bondad, etc. supone el
conocimiento previo de la máxima belleza, la máxima bondad, etc. (Este
razonamiento se hace también presente en la cuarta vía de Santo Tomás).
Razonamiento
cartesiano: El conocimiento de la
finitud supone el conocimiento previo de la infinitud (no hay límite sin algo
que quede fuera de ese límite, tanto en la dimensión espacial como en cualquier
otra).
[7]Ver aquí.
[8]Ver aquí.
[9]A este razonamiento contestaba Feuerbach: El que yo
tenga sed no prueba que exista una fuente cerca. Pero se puede replicar a
Feuerbach: El que yo tenga sed sí prueba que existe el agua, ya que, de no
existir, tampoco existiría la sed.
[10]Ver aquí, 3.2.1.
[11]Ver aquí, 3.2.2.
[12]Ver aquí, 3.3.
[13]Este razonamiento llevó a Brentano a negar la
inmutabilidad de Dios.
[14]Tomemos, por ejemplo, la representación de Dios como
"conciencia infinita". Aun si prescindimos de considerar el
conocimiento como percepción sensible (toda percepción implica localización,
por tanto corporalidad y finitud), no puede dejarse de lado su intencionalidad:
toda conciencia es "conciencia de"; para que haya conciencia ha de
haber alteridad (y entonces Dios necesita del mundo, no es el ser absoluto) o
bien ha de ser conciencia de sí misma (y entonces Dios solo puede
conocerse a sí mismo: no puede conocer el mundo, ni por tanto entrar en
relación con él).
Es
sabido que la teología cristiana ha tratado de resolver la dificultad
suponiendo que Dios conoce el mundo en el mismo acto en que se conoce a
sí mismo, o dicho de otra manera, que Dios solo ve las cosas en cuanto que
participan de su esencia. En todo caso, lo que hay que señalar es que, cuando
se aplica a Dios, la idea de "conocimiento" es un símbolo o, en todo
caso, un concepto analógico.
[15]En la historia del
pensamiento religioso aparecen dos concepciones de la revelación: una radical,
en la que el autor divino absorbe hasta anular al autor humano (el ángel
Gabriel dictando al oído a Mahoma el Corán, previamente “escrito en el cielo”,
o ciertas interpretaciones literalistas de la Biblia en que se sostiene que
“los escritores fueron inspirados por Dios, es decir, transcribieron los
pensamientos de Él, no los propios; de modo que el Autor de la Biblia no es
ningún ser humano en la Tierra, sino el Dios celestial” [extraído de la publicación
de los Testigos de Jehová “¿Qué exige Dios de nosotros?”, Watch Tower, 1996];
la otra concepción reconoce a los autores humanos de los textos revelados como
autores en sentido propio y verdadero y, por tanto, sostiene que el texto
recoge sus ideas del mundo históricamente condicionadas: cómo esto pueda ser
compatible con una revelación divina es una cuestión que habrá que resolver en
un segundo momento (p. ej., en V. Manucci: La Biblia como Palabra de Dios,
D.D.B., 1988, especialmente cap. 6, “El lenguaje humano de la Biblia”, o en R.
Latourelle: Teología de la Revelación, especialmente cap. 18, “Historia
y Revelación” , Sígueme, 1989; en ambos textos, de autores católicos, se hace referencia
a la constitución Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, donde se afirma
expresamente [n. 12] que “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en
lenguaje humano”).
[16]El psicólogo y teólogo
católico A. Vergote sintetiza la cuestión declarando que el comportamiento
religioso es a la vez proyección desiderativa y aspiración hacia el
Absoluto: “Instruidos por las lecciones de la psicología, preferimos creer en
el carácter mixto de los comportamientos humanos. Bajo apariencias, que
desfiguran sus deseos excesivamente humanos, el hombre no deja de tender, de
una u otra forma, hacia una cierta imagen del Dios trascendente” (A. Vergote:
Psicología religiosa, pp. 254-55). La expresión “una cierta imagen del Dios trascendente” contiene la clave:
se trata de una “cierta imagen”, resultado de una proyección antropomórfica y
desiderativa, pero esta “cierta imagen” remite siempre a lo trascendente, lo
que no puede ser resultado de proyección alguna. Resulta significativo que
Vergote prefiera el término “transferencia” –en el sentido psicoanalítico:
reproducir la relación infantil con el padre o la madre en las relaciones de la
edad adulta- antes que “proyección”: esta última palabra parece sugerir que la
realidad de lo proyectado se agota en su ser proyectado, mientras que la
transferencia solo es posible realizarla sobre una realidad previamente
existente.
[17]L. Kolakowski: Si Dios
no existe..., Tecnos, 1982.
[18]Un desarrollo algo mayor de este punto, aquí.
[19]En el caso de la
representación del Absoluto, no deben confundirse “formal” y “negativo”: así,
la infinitud es un constitutivo formal, pero no negativo, de la idea de la
Realidad Absoluta.
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