Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, solo Dios es digno de él.
La teología racional (o natural) es la parte de la
filosofía, más concretamente de la metafísica, que trata de saber algo acerca
de Dios (en el peor de los casos, que no existe o que no podemos saber si
existe o no) sin basarse en la autoridad de ninguna supuesta revelación
sobrenatural, sino solo en la razón.
San Juan de la Cruz: Dichos de Amor y Luz, 34.
Lógicamente,
el problema primero y fundamental de la teología racional es el que da título a
esta entrada. En efecto, si la respuesta a la pregunta ¿Existe Dios? es
No, es absurdo que sigamos haciéndonos preguntas acerca de Dios[1]. Si, por el contrario, es Sí, después de saber que existe
querremos saber cómo es. Y en el caso de que no fuéramos capaces de
contestar a esta pregunta en ninguno de los dos sentidos, la teología racional
sería un conjunto de proposiciones condicionales de la forma Si Dios
existiera, tendría tales propiedades.
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El ojo, símbolo de la omnisciencia divina |
Hay,
por tanto, tres formas posibles de contestar a la pregunta ¿Existe Dios?
desde la sola razón:
1)
Dios existe[2]. Esta postura se llama teísmo y no coincide necesariamente con la
fe religiosa (se debe, al menos, reconocer la independencia lógica de estas dos
proposiciones: “admito la existencia de Dios” y “acepto la verdad de esta
religión”).
2)
Dios no existe. Esta tesis, como todo el mundo sabe, se llama ateísmo.
3)
No podemos saber racionalmente si Dios existe o no. Es la tesis del agnosticismo.
En
realidad, hay una cuarta posibilidad: decir que la pregunta misma carece de
significado, por lo tanto mal puede ser contestada. Aquí incluiremos esta tesis
en el ateísmo, como una forma especial que llamaremos ateísmo semántico.
También podríamos considerarla como la manera más radical de ser agnóstico: no solo
no podemos conocer nada de Dios, sino que ni siquiera entendemos lo que
queremos decir cuando pronunciamos esa palabra[3].
1.
EL AGNOSTICISMO.
La
tesis agnóstica es: No podemos tener ningún conocimiento racional acerca de
Dios; y esto tanto de su existencia como de su no-existencia. Una vez que se
dice lo anterior, el agnosticismo puede presentar dos formas distintas:
a)
Este no-conocimiento es debido a la infinita distancia entre Dios y la razón
humana. Dios es infinito y la razón limitada, tan limitada que solo puede
llegar a conocer lo finito. Sin embargo, a Dios se puede llegar por otros
caminos distintos de la razón: el sentimiento y la fe. A esta forma de
agnosticismo se le llama fideísmo (del latín fides: fe), y es
propia de personas religiosas (protestantismo radical, budismo, etc.) que
desconfían de una razón herida por el pecado original o incapaz de trascender
sus limitaciones naturales.
b)
La otra forma del agnosticismo es consecuencia del empirismo: Solo
conocemos los objetos de la experiencia, es decir, lo que percibimos por los
sentidos. Entre los objetos de la experiencia no está Dios, por tanto de Dios
no sabemos ni podemos saber nada. El ateísmo semántico es la versión radicalizada
de esta forma de agnosticismo.
2.
EL ATEÍSMO.
Niega
la existencia de Dios. Las distintas razones que pueden llevar a esta negación
dan lugar a distintos tipos de ateísmo, aunque pueden aparecer juntos en una
misma persona. Vamos a considerar los argumentos fundamentales de las cuatro
grandes formas del ateísmo: el ateísmo materialista, el ateísmo ético, el
ateísmo humanista y el ateísmo semántico.
2.1.
ATEÍSMO MATERIALISTA.
El
materialismo dice: Todo lo que existe, o bien es materia, o bien procede de
la materia (dicho de otra manera: la materia es la realidad última o
fundamental). Es obvio que el materialismo, si se lleva a sus últimas
consecuencias, es necesariamente ateo (un dios que fuera material o procediera
de la materia no sería Dios).
Los
materialistas razonan así: Todo lo que hay, incluidos los actos humanos y el
pensamiento, puede explicarse atendiendo exclusivamente a leyes naturales, en
último término leyes físicas; la explicación es a veces complicada, pero
siempre posible[4]. Precisamente de este tipo de explicaciones está hecha la ciencia.
Puesto que lo sobrenatural no nos explica nada, está de más; por lo tanto, no
existe.
2.1.1.
Valoración crítica:
He aquí algunas posibles críticas al materialismo:
1)
El ateísmo materialista se llama a sí mismo ateísmo científico, pero hay
que decir que el materialismo no es la ciencia, sino solo una forma de ver la
ciencia y no la única posible; de hecho, grandes científicos del siglo recién
terminado (Einstein, Heisenberg, Planck, etc.) han sido contrarios al
materialismo. En realidad, y si aceptamos el punto de vista kantiano de que la
ciencia es el conocimiento de los fenómenos como sometidos a leyes universales
y necesarias, cualquier especulación sobre lo que no es fenómeno o sobre la
naturaleza última de la realidad va más allá de los límites de la ciencia:
tanto el teísmo como el ateísmo son acientíficos en cuanto que hacen
afirmaciones que la ciencia no está en condiciones de comprobar o refutar.
![]() |
W. Heisenberg: el principio de incertidumbre |
a)
Según la física atómica, ni siquiera podemos saber a qué llamamos materia.
En nuestras explicaciones de los fenómenos microfísicos necesitamos acudir a
conceptos (masa-energía, onda-partícula, movimiento-posición, etc.) de los que
no podemos prescindir, pero que resultan contradictorios entre sí.
b)
Si dejamos la ciencia y acudimos al sentido común ("la materia es lo que
vemos y tocamos; es decir, lo percibido en una percepción externa"),
el materialismo no sale mejor parado. Entonces el punto de vista de Berkeley es
inevitable: si la materia es lo percibido en una percepción y no hay percepción
sin una mente que perciba, entonces la mente es anterior a la materia y no
puede proceder de ella; en sentido estricto, sin mente o espíritu no hay
materia.
3)
Finalmente, y aunque supusiéramos (que es mucho suponer) que la ciencia es un
conocimiento válido que funciona tal como los materialistas dicen que funciona,
¿dónde está escrito que sea el único conocimiento válido y que abarque toda
la realidad, de modo que haya que decir que lo que no es objeto de la ciencia
no existe?
2.2.
ATEÍSMO ÉTICO.
Lo
llamamos así porque se basa en los conceptos morales bueno y malo.
El argumento toma muchas formas, incluso a nivel popular y no técnico, pero en
síntesis viene a decir lo siguiente:
-Si
Dios existiera, sería omnipotente y bueno.
-Si
Dios fuera omnipotente, podría evitar el mal.
-Si
Dios pudiera evitar el mal y no lo evitara, no sería bueno.
-Por
lo tanto, si Dios existiera el mal no existiría.
-El
mal existe.
-Luego
Dios no existe.
2.2.1.
Valoración crítica.
Desde
un punto de vista lógico-formal, el argumento resulta impecable: si las
premisas son verdaderas, la conclusión no puede ser falsa.
Por
lo tanto, la única forma de criticar el argumento es criticar sus premisas. A
la verdad de estas se le han presentado algunas objeciones:
a)
En primer lugar, habría que precisar más el sentido de la palabra omnipotencia
aplicada a Dios. ¿Formaría parte de la omnipotencia divina el poder de
destruirse a sí mismo, de crear otro Dios, de hacer el mal o de realizar
absurdos lógicos como círculos cuadrados? Parece claro que no; de hecho, la
teología tradicional ha respondido negativamente a estas preguntas[5]
b)
En relación con lo anterior, podemos plantear la pregunta ¿podría Dios haber
creado un mundo sin mal, esto es, un mundo perfecto? Si el mundo es algo
creado por Dios, quiere esto decir que no es Dios, por tanto, no puede ser
perfecto. A esta imperfección o carencia de algún bien la podemos llamar mal.
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Leibniz: "teodicea" (justificación de Dios) |
c)
Finalmente, tampoco de la bondad de Dios se sigue que, pudiendo, tenga que
evitar el mal. Es posible que pueda, si no querer, sí permitir algún
mal, ya que de evitarlo se produciría un mal mayor. Por ejemplo, si Dios
impidiera los crímenes e injusticias a costa de quitar su libertad a los
hombres, eso daría lugar a un mundo de autómatas en el que la bondad moral
sería imposible (ya que si uno no es libre no puede ser moralmente malo, pero
tampoco moralmente bueno). Algo más complicada es la justificación de Dios
frente a la existencia de desastres naturales y accidentes trágicos donde no
interviene una voluntad libre, pero aun en estos casos podemos plantear: 1º)
¿No es mejor un mundo ordenado y sometido a leyes -aunque el cumplimiento de estas
a veces lleve a consecuencias trágicas- que un mundo que, al carecer de leyes
propias, ha de sostenerse en las continuas y caprichosas intervenciones de
Dios?; 2º) Es evidente que los desastres naturales, los accidentes, el dolor y
la misma muerte son males, pero ¿quién puede asegurar que esos males
sean definitivos (es decir, que no puedan de ninguna manera convertirse
en bien)?
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Leszek Kolakowski (1927-2009) |
"Un escéptico que arguyera que no
se necesita vivir en este mundo más que un día o dos para adquirir dudas
considerables de que sea el mejor universo imaginable, no puede hacer vacilar
la confianza de Leibniz. El no niega la existencia del mal, solo tiene la
certidumbre de que cualquier otro mundo posible sería peor que este...
"En lugar de sujetos humanos
libres, Dios podría haber creado unos seres incapaces de pecar, pero solo al
precio de privarles de su libre voluntad, que incluye, inevitablemente, la
posibilidad de pecar y los actos pecaminosos de hecho. Y Dios calculó que un
mundo habitado por autómatas sin pecado produciría mucho menos bien que uno que
contuviera seres humanos dotados de libertad de elección y que, por lo tanto,
pudieran preferir con frecuencia el mal. Dios tuvo que resolver, por así
decirlo, una ecuación diferencial bastante complicada (en realidad, una
ecuación infinita) para calcular en cuál de todos los mundos posibles la
cantidad de mal sería mínima comparada con la cantidad de bien; y ese es el
mundo en que vivimos."
L.
Kolakowski: Si Dios no existe...
2.3.
ATEISMO HUMANISTA.
A
diferencia de los demás tipos de ateísmo, este no parte de un razonamiento,
sino de un propósito de la voluntad: el progreso infinito de los seres humanos
en el conocimiento y dominio de todo. Si admitimos a Dios, hay algo que nos
limita y no nos deja ser todo lo que queremos ser. En palabras de Nietzsche: Si
existiera Dios, ¿cómo podría soportar no serlo? Admitir a Dios significa
reconocerse dependiente y limitado, y es incompatible con ser uno el dueño de
su propia vida. De ahí la acusación del humanismo ateo contra la religión: El
hombre religioso es timorato y sumiso, castrado en la conciencia de su
dignidad, incapaz de pensar por sí mismo y de realizarse plenamente, etc.
Especial
relevancia tiene, dentro del ateísmo humanista, la crítica de Ludwig Feuerbach
a la religión, ya que esta crítica (que se puede considerar el punto de partida
del ateísmo contemporáneo) fue después asumida por el marxismo y ha
reaparecido, de una forma u otra, en distintas escuelas de pensamiento. En
síntesis, Feuerbach afirma que la religión es alienación: cuando un
hombre religioso reconoce a un ser superior a sí mismo, lo que en realidad hace
es desprenderse de la parte mejor de su naturaleza humana (el poder, la bondad,
el amor, el conocimiento, etc.) y atribuírsela a un ser distinto, de manera que
él mismo se empobrece ante sus propios ojos: solo reconoce como suyo su parte
peor, mientras que lo mejor de sí pasa a un imaginario ser supremo.
"Cuanto más se enriquece Dios, más se empobrece el hombre."[6]
2.4.
ATEISMO SEMÁNTICO.
Según
esta tesis, la palabra Dios no significa absolutamente nada. Cuando una
persona dice Dios existe, en realidad no está nombrando nada sino
expresando una vivencias personales y subjetivas. Y lo mismo quien dice Dios
no existe. Ninguno de los dos tiene razón ni está equivocado: simplemente
sus sentimientos y deseos son distintos.
2.4.1.
El significado como verificabilidad.
La
forma originaria del ateísmo semántico (defendida por la corriente filosófica
conocida como empirismo lógico, que tuvo una gran importancia en la
primera mitad del siglo XX) se basa en el siguiente razonamiento: Para que una
proposición signifique algo para nosotros, hemos de conocer sus condiciones de
verdad; y estas se definen así: lo que tendría que ocurrir en nuestro mundo
(la realidad empírica) para que esa proposición sea verdadera. Por ejemplo,
decir Juan viene a mi casa esta tarde tiene sentido, porque sabemos
perfectamente qué es lo que tiene que pasar para que esa proposición sea
verdadera. Pero ¿qué es lo que tendría que pasar en el mundo para que supiéramos
que la proposición Dios existe es verdadera? Ser incapaces de contestar
a esta pregunta significa que no sabemos de qué estamos hablando.
"La noción de una persona cuyos
atributos esenciales son no-empíricos no es una noción inteligible. Podemos
tener una palabra que se utilice como si nombrase a esa persona, pero, a
menos que las oraciones en que aparezca expresen proposiciones que sean
empíricamente verificables, no puede decirse que simbolice nada. Y este es el
caso respecto a la palabra Dios, en el uso en que se pretende referirla
a un objeto trascendente. La simple existencia del nombre es suficiente para
crear la ilusión de que hay una entidad real, o, al menos, posible,
correspondiente a él. Solo cuando investigamos cuáles son los atributos de
Dios, descubrimos que Dios, en este uso, no es un auténtico nombre.
"(...) Frecuentemente se nos dice
que la naturaleza de Dios es un misterio que trasciende el entendimiento
humano. Pero decir que algo trasciende el entendimiento humano es decir que es
ininteligible. Y lo que es ininteligible no puede ser descrito
significativamente. Una vez más, se nos dice que Dios no es un objeto de razón,
sino un objeto de fe. Esto puede no ser más que la admisión de que la
existencia de Dios debe ser aceptada sobre la base de una creencia, porque no
puede ser probada. Pero también puede ser una afirmación de que Dios es el
objeto de una intuición puramente mística, y no puede, por tanto, ser definido
en términos inteligibles por la razón. Creo que hay muchos teístas [creyentes]
que afirmarían esto. Pero si se admite que es imposible definir a Dios en
términos inteligibles, entonces se está admitiendo que es imposible para una
oración el ser significante y, al mismo tiempo, referirse a Dios. Si un místico
admite que el objeto de su visión es algo que no puede describirse, entonces
tiene que admitir también que está obligado a decir desatinos cuando lo
describe."
A.J.
Ayer: Lenguaje, verdad y lógica.
2.4.2.
El significado como refutabilidad.
Una
segunda forma del ateísmo semántico surgió tras la crítica del empirismo lógico
hecha por autores como Popper y Quine: Si nos tomamos demasiado en serio el
llamado principio de verificación ("solo tiene sentido lo que es
empíricamente verificable"), hacemos que una parte importante de la
ciencia resulte carente de sentido. Por ejemplo, ¿quién puede verificar
proposiciones como hay una nube de electrones, el universo se inició
a partir de una gran explosión o los visigodos fueron derrotados en la
batalla de Guadalete, o en general cualquier ley científica (proposición
universal que se refiere a infinitos casos posibles)? De ahí que, frente
al principio de verificación, se propusiera el principio de falsabilidad:
un enunciado tiene sentido cuando es, en principio, falsable (podemos imaginar
algún hecho que demuestre su falsedad); las proposiciones científicas son todas
falsables, pero no falsadas.
En
este principio de falsabilidad se basa el ateísmo semántico defendido por
autores como Flew, con su conocida parábola del jardinero y otras
similares.
"Un
día llegan dos exploradores a un rincón roturado en medio de la jungla. En
aquel rincón crecen muchas flores y hierbas. Uno de los exploradores dice:
'Habrá un jardinero que cuida de este rincón'. Pero el otro no está de acuerdo:
'No hay ningún jardinero'. Y así plantan sus tiendas y montan la guardia. No
aparece ningún jardinero. 'Quizá es un jardinero invisible'. Entonces los dos
ponen una barrera de alambre espinoso y la electrifican. La búsqueda es
encomendada a perros policías. (Recuerdan cómo el 'hombre invisible' de H.G.
Wells podía ser advertido por el olfato y ser tocado, pero no visto). Pero
ningún grito hace pensar que un intruso haya recibido una descarga eléctrica.
No se notan movimientos del alambre espinoso que puedan denunciar a un
trepador invisible. Los perros permanecen en silencio. Todavía el creyente no
se convence: 'Es un jardinero invisible, intangible, insensible a las descargas
eléctricas, un jardinero que no emana ningún olor y perfectamente silencioso,
un jardinero que cuida secretamente el jardín de sus amores'. Por fin, el
escéptico se desespera: 'Pero ¿qué queda de tu afirmación originaria? Ese
jardinero que tú consideras invisible, intangible, eternamente esquivo, ¿en
qué se puede diferenciar de un jardinero imaginario o incluso de ningún
jardinero?'".[7]
A.
Flew: Teología y falsificación.
En
definitiva, lo que vienen a querer decir los argumentos de Flew es que los
teístas
hacen afirmaciones acerca de Dios cuya falsedad es imposible probar, no
porque sean verdaderas, sino porque no dicen nada.
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Flew finalmente "abjuró" de su teoría |
2.4.3.
Valoración crítica.
Como
crítica a ambas formas de ateísmo semántico, podemos hacer dos observaciones:
1)
Evidentemente, el ateísmo semántico es consecuencia del empirismo,
especialmente de lo que este entiende por comprender: solo comprendemos
aquello de lo que podemos tener experiencia. Al hacer esto, los empiristas
identifican comprender e imaginar, olvidando la distinción
clásica de Descartes (al pensar en un polígono de mil lados y en otro de diez
mil lados, lo que imaginamos es muy parecido, pero lo que entendemos es
totalmente diferente; luego comprender e imaginar no son la misma cosa).
2)
Por otra parte, se puede tomar la afirmación empirista en que se basa el
ateísmo semántico: solo tiene significado aquello cuya verdad o falsedad
podemos conocer por la experiencia, y preguntar: ¿La experiencia nos
proporciona la verdad o falsedad de esta afirmación? No. Luego, según los
empiristas, carece de significado. Para ser consecuentes consigo mismos, los
empiristas lógicos (si es que queda alguno) deberían reconocer que dicen cosas
que no tienen significado.
2.4.4.
El ateísmo de Hanson.
Mención
aparte merece la posición de Hanson, filósofo que marcó sus distancias respecto
a los dos formas de ateísmo semántico que hemos visto: los ateos semánticos
dicen que la proposición Dios existe no significa nada, Hanson sostiene
que la proposición Dios existe es falsa (y, por tanto, sí significa
algo). Hanson razona de esta forma: no es verdad que no podamos imaginar hechos
que prueben suficientemente la verdad de ese enunciado, lo que ocurre es que
esos hechos que podemos imaginar no se dan en la realidad, y por tanto no tengo
ninguna razón para admitir la existencia de Dios. ¿Que tampoco tengo ninguna
prueba concluyente que demuestre su no-existencia? Cierto, pero lo razonable es
negar cuando no hay razones para afirmar, no afirmar cuando no hay razones para
negar: si hiciéramos lo segundo, tendríamos que afirmar la existencia de
vampiros, hombres-lobo, centauros e incluso de los dioses del Olimpo griego, ya
que tampoco tenemos pruebas concluyentes en contra de la existencia de tales
seres.
3.
EL TEÍSMO: LAS PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
Es
teísta quien admite racionalmente la existencia de Dios. A continuación vamos a
ver algunas de las pruebas tradicionales de la existencia de Dios, con una
insistencia particular en el llamado argumento ontológico. Por supuesto,
ningún teísta las acepta todas; para que la existencia de Dios quede
demostrada bastaría que una sola fuera válida. A veces, filósofos teístas (como
San Anselmo y Santo Tomás) han discutido entre sí acerca de la validez de
alguna de estas pruebas, y estas discusiones han aportado puntos de vista de
extraordinario interés, no solo para este problema, sino para la filosofía en
general.
3.1.
EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO.
El
nombre de argumento ontológico procede de Kant (finales del siglo
XVIII), aunque la prueba como tal aparece por primera vez en Anselmo de
Canterbury, filósofo y teólogo del siglo XI; este no dio a su razonamiento
ningún nombre, ni lo consideró especialmente importante (seguramente sería el
primero en sorprenderse si conociera las controversias a que ha dado lugar y
que duran todavía hoy, diez siglos después). La prueba ha conocido diferentes
versiones, pero todas ellas vienen a coincidir en lo siguiente: se concluye
la existencia de Dios tomando como único punto de partida la idea o concepto[8] de Dios.
3.1.1.
LA PRUEBA DE SAN ANSELMO.
Anselmo
parte de la idea de Dios como aquello mayor que lo cual nada puede ser
pensado (o, más brevemente, "ser supremo": el mayor de los seres que
pueden existir, no solo el mayor de los seres que existen). Mediante
un razonamiento que toma la forma de una reducción al absurdo, Anselmo muestra
no solo que se equivocan, sino que se contradicen 1) aquellos que
afirman que Dios no existe (ateos); b) aquellos que afirman que es posible que
Dios no exista, o que dudan de su existencia (agnósticos).
3.1.1.1.
Reducción al absurdo del ateísmo.
-Suponemos
que el ateísmo es verdadero, es decir, que Dios no existe o existe solo en la
mente (aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existe en el entendimiento
y no en la realidad).
-Pero
un ser que existe en el entendimiento y en la realidad es mayor que un
ser que existe en el entendimiento y no en la realidad.
-Luego, si Dios
existe en el entendimiento y no en la realidad, puede pensarse un ser mayor que
Dios: uno igual que exista en el entendimiento y en la realidad.
-Por
tanto, decir "Dios no existe" equivale a decir "aquello mayor
que lo cual nada puede pensarse no es aquello mayor que lo cual nada puede
pensarse", lo cual es una evidente contradicción.
-Dado
que suponer la verdad del ateísmo nos lleva a contradecirnos, y todo lo que
lleva a contradicción es falso, podemos concluir:
a)
El ateísmo es falso.
b)
Ni siquiera puede ser pensado el ateísmo como posiblemente verdadero.
![]() |
Anselmo de Canterbury |
"Pero cuando me oye decir que hay
algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, este mismo insensato
entiende lo que digo; lo que entiende está en su entendimiento, incluso aunque
no crea que ello existe (...). El insensato tiene que conceder que tiene en el
entendimiento algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, porque
cuando oye esto, lo entiende, y todo lo que se entiende existe en el
entendimiento.
"Y ciertamente aquello mayor que lo
cual nada puede ser pensado, no puede existir solo en el entendimiento. Pues si
existe... en el entendimiento, puede pensarse que exista en la realidad, lo
cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede
pensarse existiese solo en el entendimiento, se podría pensar algo mayor que
aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor.
"Luego existe sin duda, en el
entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser
pensado."
Anselmo
de Canterbury: Proslogion.
3.1.1.2.
Reducción al absurdo del agnosticismo.
-Suponemos
que el agnosticismo es verdadero, es decir, que se puede dudar de la
existencia de Dios.
-El
hecho de dudar supone pensar como posibles al menos dos alternativas, en nuestro
caso, la existencia y la no-existencia de Dios.
-Por tanto, decir "se
puede dudar de la existencia de Dios" equivale a decir "se puede
pensar que Dios no existe" (se puede pensar que no existe aquello
mayor que lo cual nada puede pensarse).
-Un ser del que no
se puede pensar que no exista (ser necesario) es mayor que un ser
ser del que sí se puede pensar que no existe (ser contingente).
-Por tanto, decir
"se puede dudar de la existencia de Dios" o "se puede pensar que
Dios no existe" equivale a decir "se puede pensar que aquello mayor
que lo cual nada puede pensarse no es aquello mayor que lo cual nada puede
pensarse", lo cual a su vez equivale a decir "se puede pensar una
contradicción".
-Dado
que, por definición, una contradicción es aquello que no puede pensarse,
decir que puede pensarse una contradicción es también una contradicción.
-Puesto que el
agnosticismo (puede pensarse que Dios no existe) lleva a contradicción,
y todo lo que lleva a contradicción es falso, la negación del agnosticismo
(no puede pensarse que Dios no exista) es verdadera.
3.1.2.
CRÍTICA DE GAUNILÓN.
Un
monje contemporáneo de Anselmo, Gaunilón, hizo la primera crítica al argumento
(en realidad, más que crítica fue una parodia). Su procedimiento consistió en seguir
el mismo razonamiento de Anselmo para demostrar la existencia de la Isla
Afortunada (aquella isla mayor que la cual no se puede pensar ninguna otra),
tratando de hacer ver que ese razonamiento parecía servir para demostrar cualquier
cosa y por tanto que no era un modo serio de demostrar la existencia de
Dios.
Sin
embargo, Anselmo dio una respuesta bastante convincente a esa crítica: en la
idea de isla está contenida la idea de finitud e imperfección,
por lo que es imposible demostrar la existencia de una isla mayor que la cual
no se pueda pensar ninguna otra. Su demostración solo sirve para el caso de
Dios, ya que es el único ser cuyo concepto no implica imperfección.
3.1.3.
LA CRÍTICA DE TOMÁS DE AQUINO.
La
primera crítica seria al argumento ontológico es la que, en el siglo XIII,
realiza Tomás de Aquino. El núcleo de esta crítica es el siguiente: La
proposición Dios existe no es evidente para nosotros, por lo cual
su negación tampoco es contradictoria (dicho de otra manera: un ateo se
equivoca, pero no se contradice). Esta tesis se concreta en las tres objeciones
que Tomás opone al argumento ontológico (la que es realmente interesante es la
tercera, ya que las dos primeras, más que críticas serias, parecen propias de
alguien que no ha entendido realmente lo que dice el argumento):
1)
Se parte de la definición de Dios como aquello mayor que lo cual nada puede
pensarse; pero lo primero que habría que hacer es justificar esta
definición, ya que hay quien no la aceptaría (p. ej., hay quienes piensan que
Dios es un ser corpóreo, y un cuerpo no puede cumplir esa definición ya que
siempre se puede pensar otro cuerpo mayor).
2)
Si realmente fuera contradictorio negar la existencia de Dios, entonces no
podría haber ateos (ya que lo que no puede pensarse, nadie lo piensa); sin
embargo, los hay.
3)
Lo que el argumento prueba no es que Dios exista realmente, sino que a la idea
de Dios se une necesariamente la idea de existencia (o lo que es lo
mismo, que si pienso a Dios lo pienso existiendo). La conclusión es, por tanto,
una existencia pensada, no una existencia real; pretender que el
argumento demuestra la existencia real de Dios es dar un salto no justificado
del pensamiento a la realidad.
“Es muy posible que quien oye
pronunciar la palabra Dios no entienda que con ella se expresa una cosa
superior a cuanto se puede pensar, pues hasta ha habido quienes creyeron que
Dios es cuerpo. Pero, aun supuesto que todos entiendan por el término Dios
lo que se pretende, no por esto se sigue que entiendan que lo designado con
este nombre exista en la realidad, sino solo en el concepto del entendimiento.
Ni tampoco se puede deducir que exista en la realidad, a menos de reconocer
previamente que entre lo real hay algo que es superior a cuanto se puede
pensar, cosa que no reconocen los que sostienen que no hay Dios.”
Tomás
de Aquino: Suma Teológica, I, q. 2., art. 1
3.1.4.
LA VERSIÓN DE DESCARTES.
En
el siglo XVII, Descartes propuso una nueva versión del argumento de San Anselmo
que tiene la ventaja de ser más simple y la desventaja de estar más expuesta a
las críticas (de hecho, la mayoría de las críticas posteriores han tomado como
base la versión de Descartes, no la de Anselmo). El argumento queda así:
-Dios es el ser que
reúne todas las perfecciones (entendiendo por perfección cualquier
propiedad positiva de una cosa).
-Existir
es una perfección.
-Luego Dios existe (pues
si no existiera ya no sería el ser que reúne todas las perfecciones; le
faltaría al menos una: la existencia).
"Considerando luego que, entre las
diversas ideas que un hombre tiene en sí, hay una de un ser absolutamente
inteligente, absolutamente poderoso y absolutamente perfecto, reconoce en ella
la existencia, no solo la posible y contingente, como en todas las otras ideas
que percibe, sino la absolutamente necesaria y eterna. Y así como, por ejemplo,
al percibir que la idea de triángulo contiene necesariamente que sus tres
ángulos son iguales a dos rectos, se convence de que el triángulo tiene tres
ángulos iguales a dos rectos, así también al percibir que en la idea de ente
absolutamente perfecto se contiene la existencia necesaria y eterna, debe
concluir que el ente absolutamente perfecto existe."
R.
Descartes: Principios de Filosofía.
Leibniz
piensa que la prueba ofrecida por Descartes es válida, pero incompleta: le
falta una prueba de que el concepto de ser que reúne todas las perfecciones
es un concepto posible o no contradictorio, ya que en el caso contrario Dios
sería un ser imposible y, por tanto, inexistente. Leibniz añade esta prueba a
la de Descartes y, según él, las dos juntas ofrecen una demostración válida de
la existencia de Dios:
-El
concepto de Dios (ser que reúne todas las perfecciones) será un concepto
imposible si posee dos o más propiedades incompatibles entre sí.
-Para que dos propiedades
sean incompatibles (no puedan existir a la vez en la misma cosa), una debe ser
o implicar la negación de la otra (por ejemplo, la circularidad es incompatible
con la cuadradez, ya que ser círculo implica ser no-cuadrado).
-Una
perfección [propiedad positiva: su definición no presupone limitación o
negación] no es ni implica la negación de ninguna otra perfección.
-Por
tanto, todas las perfecciones son mutuamente compatibles entre sí.
-Luego
el concepto de ser que reúne todas las perfecciones no es contradictorio.
De
este modo, ambas pruebas proporcionan una demostración completa de la
existencia de Dios:
-Si Dios es un ser
posible, entonces existe necesariamente (prueba de Descartes).
-Dios
es un ser posible (prueba de Leibniz).
-Luego
Dios existe necesariamente.
3.1.6.
LA CRÍTICA DE HUME.
El
empirista Hume presenta dos objeciones al argumento ontológico, pero una de
ellas aparece de nuevo (y más desarrollada) en Kant, por lo que ahora solo
vamos a ver la otra.
Hume
divide los conocimientos en dos clases: relaciones de ideas y cuestiones
de hecho. Los primeros son a priori, su validez no depende de la
experiencia (ninguna experiencia me puede mostrar su falsedad): p.ej., el
todo es mayor que las partes o los tres ángulos de un triángulo suman
180º. Por el contrario, los segundos son a posteriori, necesito de la
experiencia para comprobar su validez: p.ej., hace un día soleado o el
libro que hay sobre la mesa es azul.
Pues
bien, Hume afirme que todo juicio acerca de la existencia de algo es una
cuestión de hecho, y por tanto necesito la experiencia para comprobar su
verdad. Por lo tanto, nunca de una mera idea se puede deducir una existencia.
3.1.6.1.
Valoración crítica.
Esta
crítica de Hume, perfectamente lógica en un empirista, será aceptada por
cualquiera que acepte su empirismo, pero para los que no estén en ese caso
plantea al menos dos problemas:
1)
Es cierto que toda existencia empírica se conoce por la experiencia,
pero ¿quién demuestra que solo haya existencias empíricas?
2)
Ciertamente, de la idea de un ser no se deduce que ese ser exista, siempre
que sea la idea de un ser contingente; pero el caso de Dios como ser
necesario es un caso único y excepcional, ya que su idea no solo
contiene la posibilidad de su existencia, sino la necesidad de esta.
3.1.7.
LA CRÍTICA DE KANT.
Durante
un tiempo (y todavía hoy), muchos han considerado la crítica de Kant como la
refutación definitiva del argumento ontológico (nombre que, por cierto, procede
del propio Kant); no obstante, esta crítica se basa en una idea de existencia
que, aunque fue acogida con entusiasmo por los lógicos de finales del siglo XIX
y principios del XX, sin embargo es cuando menos discutible.
Kant
reduce el argumento ontológico a estas dos proposiciones:
1)
El Ser Realísimo (ser que reúne todas las perfecciones) es el Ser Necesario
(ser que no puede no existir).
2)
El Ser Necesario existe necesariamente.
La
proposición 2 es una simple tautología, por lo que el verdadero núcleo del
argumento es la proposición 1. ¿Qué se dice en ella? Que un ser que posee toda
la realidad posible no puede no existir, ya que en esa toda la realidad
posible entraría también la existencia. Sin embargo, para Kant esto es
falso ya que la existencia no es propiedad de ninguna cosa y, por tanto, no
forma parte de su idea o concepto.
Para
aclarar lo anterior, Kant pone un ejemplo: comparemos un billete (por ejemplo, de veinte euros) existente
con otro billete de veinte euros solo imaginado[9]; ¿cuál es más perfecto ("posee más realidad en su
concepto")? Responde Kant: son exactamente iguales (si enumeramos las
propiedades de los veinte euros existentes y las de los veinte euros
imaginados, veremos que son exactamente las mismas), aunque ciertamente a mi
bolsillo no le da igual que esos veinte euros existan realmente o solo en mi
imaginación. Cuando yo afirmo estos veinte euros existen, no es que yo
añada una característica nueva (la existencia) a las otras notas o
características de mi idea de veinte euros (p.ej., billete rectangular, color azul, con unas figuras dibujadas, etc.), sino que afirmo a la vez todas esas
notas o características.
Traducido
al lenguaje simbólico de la lógica formal: Cuando yo afirmo que esta moneda de
veinte duros existe, lo que estoy haciendo no es unir un sujeto y un predicado
como cuando digo que esta moneda de veinte duros es redonda (en símbolos, Pa,
siendo P "ser redondo" y a "esta moneda").
Para decir, "la moneda existe" lo que debo hacer es tomar todos los
predicados que forman parte del concepto "moneda" y enlazarlos
mediante un cuantificador particular o existencial; por ejemplo, si entiendo
por "moneda" algo redondo (P), brillante (Q) y con un valor en el
mercado (R), "la moneda existe" se expresaría:
Existe un x tal que x es P, x es Q y x es R
En
conclusión: la existencia no es un predicado como la redondez o la brillantez,
no se une directamente a un sujeto, sino que más bien se predica de otros
predicados (podemos decir que es un "predicado de predicados" o un
"predicado de segundo orden", si entendemos por "predicado de
primer orden" el que nombra una propiedad que se afirma directamente de un
sujeto).
Por
lo tanto, ninguna negación de existencia es contradictoria. Lo
contradictorio es afirmar y negar una misma propiedad en una misma cosa, o decir
que esa cosa existe y no existe, pero nunca decir simplemente que esa cosa no
existe, ya que al negar una existencia suprimimos la cosa con todas sus
propiedades, y, puesto que no queda nada, lo que queda no puede ser
contradictorio.
"Si en un juicio idéntico suprimo
el predicado y conservo el sujeto, surge una contradicción, y por ello digo que
el primero corresponde al segundo de modo necesario. Pero si supremo el sujeto
junto con el predicado, no surge contradicción alguna; pues ya no hay nada
susceptible de contradicción. Es contradictorio poner un triángulo y suprimir
sus tres ángulos; pero no es ninguna contradicción suprimir el triángulo junto
con sus tres ángulos. Exactamente lo mismo ocurre con el concepto de un ser
absolutamente necesario. Si suprimís su existencia, suprimís la cosa misma
con todos sus predicados; ¿de dónde ha de venir entonces la contradicción?...
"Nada puede añadirse al concepto,
que únicamente expresa la posibilidad, por el hecho de que piense su objeto
(mediante la expresión existe) como absolutamente dado. Y así lo real no
contiene nada más que lo meramente posible. Cien táleros reales no contienen en
absoluto más que cien táleros posibles. Pues, como los táleros posibles indican
el concepto y, en cambio, los táleros reales significan el objeto..., en el
caso de que el objeto contuviera más que el concepto, mi concepto no expresaría
el objeto entero ni sería, por consiguiente, el concepto adecuado de él."
I.
Kant: Crítica de la razón pura.
3.1.8.
EL PUNTO DE VISTA DE MARX.
Como
es sabido, Marx no se sintió nunca inclinado a discutir teóricamente las
pruebas a favor o en contra de la existencia de Dios. Consideraba válida y
definitiva la crítica de la religión de Feuerbach y, partiendo de esta,
solamente mostró interés por la consideración de la religión como expresión
ideológica de la alienación práctica. Sin embargo, antes de que el marxismo
fuera un pensamiento elaborado, Marx abordó la cuestión de la teología
filosófica en sus escritos doctorales. En estos toma el argumento ontológico
como prototipo de todas las pruebas de la existencia de Dios y observa que el
valor de la demostración reside en la fuerza psicológica con que es afirmada la
idea de Dios, del mismo modo que el valor del dinero es única y exclusivamente
el que los hombres le han otorgado.
"Las pruebas de la existencia de
Dios no son más que vanas tautologías. Por ejemplo, la prueba ontológica
no dice más que: 'lo que yo me represento realmente es una representación real
para mí', que obra sobre mí, y en este sentido todos los dioses, tanto
paganos como cristianos, han tenido una existencia real. ¿No ha reinado el
antiguo Moloch? ¿No fue el Apolo délfico una potencia real en la vida de los
griegos? En este caso tampoco significa nada la crítica de Kant. Si alguien se
imagina que posee cien táleros, si esta representación no es para él una
representación arbitraria y subjetiva, si cree en ella, los cien táleros
imaginados tienen para él el mismo valor que cien táleros reales. Contraerá,
por ejemplo, deudas a cuenta de su imaginación; ella obrará como los dioses
con los cuales ha contraído deudas toda la humanidad. El ejemplo de Kant, por
el contrario, hubiera podido confirmar la prueba ontológica. Los táleros reales
tienen la misma existencia que los dioses imaginados. ¿Tiene un tálero real
otra existencia fuera de la representación, aun cuando sea una representación
universal o, más bien, común de los hombres? Lleva papel moneda a un país donde
no se conozca este uso del papel, y todos se reirán de tu representación
subjetiva. Ve con tus dioses a un país en que rijan otros dioses, y se te
demostrará que padeces de alucinaciones y abstracciones. Y con razón. Quien
hubiera llevado a los antiguos griegos un dios nómada, hubiera encontrado la
prueba de la no existencia de ese dios. Pues para los griegos no existía. Lo
que un país es para determinados dioses extranjeros, lo es el país de la razón
para Dios en general: una región en la que cesa su existencia.
"Por tanto, las pruebas de la
existencia de Dios no son nada más que pruebas de la existencia de la
autoconciencia esencial del hombre, explicaciones lógicas de ella. Por ejemplo,
la prueba ontológica. ¿Qué ser existe inmediatamente en tanto que pensado? La
autoconciencia."
K.
Marx: Escritos doctorales.
3.1.9.
LA CRÍTICA DE BRENTANO.
A
finales del siglo XIX, F. Brentano realizó una crítica del argumento
independiente de la de Kant (en realidad, Brentano consideraba que la crítica
de Kant llevaba a consecuencias absurdas), aunque semejante en el fondo (no en
la forma) a la de Tomás de Aquino. Para Brentano, el argumento ontológico es un
argumento inválido porque en él se comente una falacia lógica llamada equívoco,
consistente en confundir los dos posibles significados que puede tener una
misma expresión, y se comete no una vez, sino dos:
1)
Confusión de un juicio acerca del significado de un nombre con un juicio
acerca de la realidad. La premisa del argumento ("Dios es un ser
absolutamente perfecto") puede interpretarse como "hay un Dios que es
un ser absolutamente perfecto" o "se entiende por Dios un ser
absolutamente perfecto". Si tomamos la segunda interpretación (ya que solo
esta puede ser aceptada por un ateo, que es a quien el argumento trata de
convencer), solo podemos concluir "se entiende por Dios un ser que
existe necesariamente", no que Dios exista necesariamente.
2)
Confusión de un juicio negativo con un juicio afirmativo. "Dios es
un ser absolutamente perfecto" no significa "hay un Dios que es un
ser absolutamente perfecto", sino "no hay un Dios que no sea
un ser absolutamente perfecto"; por lo tanto, lo que se concluye es "no
hay un Dios que no exista necesariamente".
3.1.10.
REFORMULACIONES DEL ARGUMENTO ONTOLOGICO EN LA FILOSOFIA ANALITICA: LA
VERSION DE MALCOLM.
La
filosofía analítica es una corriente que da una gran importancia al análisis
del lenguaje como método básico de la filosofía. Dentro de esta forma de hacer
filosofía se desarrolló el empirismo lógico, que (como ya hemos visto) llevó al
ateísmo semántico. Es natural que una corriente que da tanta importancia al
lenguaje se interese por el argumento ontológico, bien para rechazarlo (como
han hecho los empiristas lógicos), bien para hacer una nueva formulación en que
se preste una mayor atención al significado de las palabras. De hecho,
filósofos analíticos como Malcolm, Plantinga y Hartshorne han defendido (con
argumentos basados en el uso del lenguaje) la validez de la prueba ontológica.
Tomamos como ejemplo la versión de Malcolm, basada en el uso de los llamados predicados
modales (necesario, posible, y sus respectivas negaciones: contingente,
imposible).
El
razonamiento de Malcolm, recogido en su polémico artículo "Anselm's
Ontological Argument" (que, cuando fue publicado en 1960, dio lugar a una
auténtica avalancha de réplicas y contrarréplicas), es un sencillo silogismo
disyuntivo:
-La
existencia de Dios, o bien es necesaria, o bien es imposible.
-La
existencia de Dios no es imposible.
-Por
tanto, la existencia de Dios es necesaria (Dios existe necesariamente).
Cada
una de las premisas necesita a su vez ser probada:
1) Prueba de la primera premisa.
-O
bien Dios existe, o bien Dios no existe.
-Si
Dios existe, no puede dejar de existir Þ
su existencia es necesaria.
-Si Dios no
existe, no puede llegar a existir Þ su existencia es imposible.
-Por tanto, la
existencia de Dios, o bien es necesaria, o bien es imposible.
2) Prueba de la segunda premisa.
-La existencia de
algo es imposible cuando su idea contiene una contradicción o absurdo lógico.
-La
idea de Dios no contiene contradicción [demostración de Leibniz: apartado
3.1.5].
-Por
tanto, la existencia de Dios no es imposible.
3.1.11.
RECAPITULACIÓN.
Nuestro
(incompleto) recorrido histórico por las distintas versiones y críticas del
argumento ontológico puede llevarnos a una primera conclusión bastante
elemental: Si se puede decir que el argumento ontológico ha dividido a los
filósofos en dos campos, estando en uno de ellos figuras de la talla de
Anselmo, Descartes, Leibniz, Hegel, etc., y en el otro autores tan importantes
como Tomás de Aquino, Hume, Kant, Brentano, etc., es que el problema que
plantea esta prueba es un problema difícil y complejo, cuya solución
requiere un considerable esfuerzo intelectual y para el que no valen respuestas superficiales.
Otra
constatación es la siguiente: El argumento ontológico se ha propuesto como una
prueba de la existencia de Dios[10], pero su discusión nos ha llevado a considerar otros problemas
fundamentales de la filosofía (p.ej., ¿qué significa existir?, ¿cuál es
la relación entre el pensamiento y la realidad?, ¿es posible conocer a priori
la existencia de algo?, etc.). Por lo cual se puede decir: la discusión sobre
el argumento ontológico, y en general la discusión sobre la existencia de Dios,
es fundamental no solo por la importancia del tema en sí mismo, sino porque en
esa discusión se concentran todos los grandes problemas de la filosofía[11].
3.2.
LOS ARGUMENTOS COSMOLÓGICOS.
Al
contrario que el argumento ontológico, estos argumentos toman como punto de partida
la existencia del mundo o realidad sensible, con las características que
podemos conocer a través de la experiencia. El razonamiento común a todos ellos
es más o menos así: Este mundo solo puede existir si existe Dios, este mundo
existe, luego Dios existe.
Examinaremos
dos de estos argumentos: el que conduce del carácter temporal del mundo
a la existencia de un ser eterno y el que lleva del carácter contingente
del mundo a la existencia de un ser necesario[12].
3.2.1.
PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE UNA REALIDAD ETERNA.
![]() |
Si hay un cosmos temporal, ¿debe haber una causa eterna? |
-Esta
sucesión de estados no puede haber sido infinita en el pasado (ya que una serie
infinita, por definición, no puede ser recorrida).
-Decir
que el Universo ha pasado por una sucesión finita de estados es lo mismo que
decir que ha tenido un principio en el tiempo.
-Si
el Universo ha tenido un principio, es que ha tenido una causa distinta de
él (ya que a partir de nada no se puede producir nada).
-En
la causa del Universo no puede haber sucesión de estados ni tiempo (pues si no
ocurriría lo mismo que con el Universo: tendría que tener principio y por tanto
causa).
-Esta
causa es, por tanto, Dios como realidad eterna.
"Para llegar al conocimiento de la
eternidad, hay que partir del tiempo, que no es otra cosa que la medida del
movimiento [cambio] con relación a un antes y a un después. Porque, como en
todo movimiento hay sucesión y una parte viene después de otra, en el mero
hecho de contar un antes y un después en el movimiento, tenemos la idea del
tiempo...; pero en lo que no tiene movimiento, y es siempre invariable, no hay
lugar a admitir antes ni después (...). Lo que es absolutamente inmutable no
puede tener ni principio ni fin, puesto que en él no hay sucesión. Así pues, el
concepto de eternidad consiste en dos cosas: 1) En que lo que existe en la
eternidad es interminable, es decir, no tiene principio ni fin; 2) En que la
misma eternidad no admite sucesión, sino que existe simultáneamente toda
completa."
Tomás
de Aquino: Suma Teológica.
3.2.1.1.
Valoración crítica.
Las
críticas a este argumento se dirigen a las tres afirmaciones que en él se dan
por evidentes (sus premisas), pero cuya validez ha sido
también puesta en cuestión:
a)
El carácter temporal del mundo.
b)
La imposibilidad de recorrer una serie infinita.
c)
El principio de causalidad, que aquí toma la forma: todo lo que tiene
principio tiene causa (destacada especialmente por una versión de este argumento a la que se ha dado el nombre de "argumento kalam", al parecer expuesto por primera vez por el teólogo musulmán Al-Gazali, y desarrollado recientemente por, entre otros, William L. Craig).
Mencionaremos
las principales objeciones contra los tres puntos señalados:
a)
La afirmación el mundo es temporal recibió una fuerte crítica por parte
de Kant, aunque su comprensión requiere un conocimiento bastante profundo de la
filosofía del propio Kant. En esencia, viene a decir lo siguiente: el tiempo
(como el espacio) es una forma subjetiva, no una propiedad de las cosas reales;
por otra parte, no podemos tener un conocimiento adecuado del mundo como la
totalidad de los objetos materiales. Para justificar unas afirmaciones tan
sorprendentes, Kant hace ver que el razonamiento fundado en el carácter
temporal del mundo lleva a conclusiones contradictorias: tanto que el mundo es
eterno como que tiene un principio en el tiempo. Que tiene un principio en el
tiempo, se demuestra por la imposibilidad de recorrer una serie infinita de
estados; y que es eterno, porque de no serlo habría un tiempo vacío (un tiempo
en el que no hay nada) y en un tiempo vacío todos los momentos son iguales: no
hay razón para que uno de ellos se identifique con el comienzo del mundo[13].
b)
La imposibilidad de recorrer una serie infinita ya fue puesta en cuestión por
Guillermo de Ockham, filósofo y teólogo del siglo XIV. De hecho, al propagarse
el movimiento de un extremo a otro de un palo, por ejemplo, ya se ha recorrido
una serie infinita, ya que cualquier porción de espacio es infinitamente
divisible[14].
c)
Finalmente, respecto del principio de causalidad podemos distinguir dos tipos
de críticas: a) del principio en sí mismo (Hume); b) de la aplicación de este
principio más allá del campo de la experiencia (Kant). Para Hume, el principio
de causalidad es imposible de justificar racionalmente: ni es evidente en sí
mismo (ya que no es una tautología), ni es demostrable; todo lo más puede
decirse que recoge un conjunto más o menos grande de hechos pasados, pero no
hay nada en esos hechos que nos haga ver la necesidad del principio. Por
su parte, Kant sí piensa que el principio de causalidad es absolutamente
necesario y que no procede de la experiencia[15] (ya que la experiencia misma nos resultaría incomprensible si
supusiéramos que ese principio es falso), pero su campo de aplicación se limita
a lo experimentable y no tenemos derecho a servirnos de él para relacionar
ideas no experimentables (como las de mundo y Dios).
Por lo demás, los datos de la ciencia natural parecen
confirmar la tesis de que el Universo tiene un principio en el tiempo (en el
argumento, la demostración de esta tesis es independiente de la ciencia y
consiste en mostrar que la tesis contraria es imposible). En concreto, son
sobre todo dos las aportaciones en este sentido:
a)
En toda transformación energética queda siempre un residuo (entropía),
que consiste en energía que ya no puede volver a transformarse, por lo cual no
se puede utilizar para producir trabajo. La cantidad total de entropía aumenta
con el paso del tiempo. Si el Universo hubiese tenido una duración infinita en
el pasado, ahora mismo toda la energía que contiene sería inutilizable (salvo
que exista una creación constante de energía a partir de nada, hipótesis tan
sorprendente e inexplicable como el principio absoluto del Universo).
b)
La teoría de la expansión del Universo a partir de una gran explosión (big
bang) parece situar en esta explosión el primer momento del Universo. Negaría
esto la hipótesis de los sucesivos ciclos de expansión-contracción. Esta
hipótesis es en principio posible, pero a partir de los datos de que hoy
disponemos parece poco probable: para que las fuerzas gravitatorias fueran
capaces de detener la expansión e iniciar un movimiento de contracción, sería
necesario que la masa total del Universo fuera unas diez veces superior a la
que se calcula que tiene.
3.2.2.
PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE UNA REALIDAD NECESARIA (ARGUMENTO A
CONTINGENTIA MUNDI).
-Los seres que forman el mundo son contingentes: existen,
pero pueden no existir; de hecho, vemos que su duración es limitada: empiezan a
existir en un momento y dejan de existir en otro. Lo contrario de ser
contingente es ser necesario: existir y no poder no existir.
-Lo
que puede no existir, alguna vez no ha existido (ya que una posibilidad, por
pequeña que sea, ha de hacerse realidad si contamos con un tiempo infinito).
-Si
todo fuera contingente, alguna vez no habría existido nada.
-Y
si alguna vez no hubiera existido nada, nada existiría ahora (ya que a partir
de nada no puede producirse nada).
-Pero
ahora existe algo.
-Por
tanto, siempre ha existido algo.
-Por
tanto, no todo es contingente (hay una realidad necesaria, que llamamos Dios).
"La tercera vía está sacada de lo
posible y de lo necesario, y se expone de este modo. En la naturaleza hallamos
cosas que pueden ser y no ser, puesto que hay quien nace y muere, y que puede,
en consecuencia, ser y no ser. Ahora bien: es imposible que tales seres existan
siempre; porque lo que es posible que no exista, alguna vez no existe. Por
consiguiente, si todos los seres han podido no existir, ha habido un tiempo en
que nada existía. Si así hubiera sido, nada existiría ahora; porque lo que no
existe no puede recibir el ser sino de lo que existe. Por consiguiente, si no
hubiera existido ningún ser, hubiera sido imposible que ninguna cosa comenzase
a existir; y por lo mismo nada existiría ahora; lo cual es a todas luces falso.
Por lo tanto, no todos los seres son posibles, sino que es preciso que en la
naturaleza haya un ser necesario. Pero todo ser necesario o tiene la causa de
su necesidad en otro, o no; y como no es posible que se proceda hasta lo
infinito en las cosas necesarias que tienen causa de su necesidad..., se
deduce que es preciso admitir un ser que sea necesario por sí mismo, que no
tome de otra parte la causa de su necesidad, sino al contrario, que sea él la
causa de la necesidad respecto de los demás; y este es el ser que todo el mundo
llama Dios."
Tomás
de Aquino: Suma Teológica.
"Debemos valernos del gran
principio habitualmente poco empleado, que sostiene que nada se hace sin razón
suficiente, es decir, que nada ocurre sin que le sea posible al que conozca
suficientemente las cosas dar una razón que baste para explicar por qué es así
y no de otro modo. Asentado este principio, la primera pregunta que tenemos
derecho a formular es por qué hay algo más bien que nada. Pues la nada es más
simple y fácil que algo. Además supuesto que deben existir cosas es preciso dar
razón de por qué deben existir así y no de otro modo. Ahora bien, no se podría
encontrar esta razón suficiente de la existencia del universo en la serie de
las cosas contingentes... Es preciso que la razón suficiente, que no necesita
de otra razón, esté fuera de la serie de cosas contingentes... y que sea un ser
necesario que lleva consigo la razón de su existencia. De otro modo no
tendríamos todavía una razón suficiente en que poder terminar. Y esta última
razón de las cosas se llama Dios."
G.W. Leibniz: Principios
de la naturaleza y de la gracia.
3.2.2.1.
Valoración crítica.
La
crítica más frecuente contra este argumento es que se basa en una trampa del
lenguaje: las palabras contingente y necesario solo pueden
aplicarse a proposiciones (una proposición es necesaria si es verdadera y no
puede ser falsa, p. ej. todas las cosas rojas tienen color, y
contingente si es verdadera pero podría no serlo, p. ej. me llamo Juan
Antonio Vela). Emplear esas palabras para decir algo de las cosas es hacer
trampas, juntar las palabras de tal manera que forman frases sin significado.
"Para saber adecuadamente lo que
es ser contingente en un sentido metafísico, tenemos que saber lo que es ser no
contingente, y por tanto, saber lo que es Dios. El concepto de contingencia
depende lógicamente de su contrario, y podemos decir que el argumento de lo
contingente y lo necesario solo avanza aparentemente de las criaturas a
Dios. En realidad, va al contrario: percibimos la contingencia de las cosas
una vez que conocemos la existencia de Dios y no antes. Por tanto, la
tradición que tiene su origen en Hume rehúsa legitimar la noción de
contingencia basándose en su carácter no empírico: no tenemos derecho a decir
que el mundo es contingente o que es necesario."
L.
Kolakowski: Si Dios no existe...
Otra
crítica posible es señalar que de todos los seres que forman el mundo son
contingentes no se deduce el mundo es contingente (como de todos
los hombres tienen una madre no se deduce la humanidad tiene una madre),
por lo cual el ser necesario cuya existencia se prueba puede ser el mundo mismo
y no un ser distinto del mundo. Quienes razonan así admiten que la prueba de la
existencia de un ser necesario es efectivamente válida, solo que niegan que
este ser necesario sea Dios. A esto se puede objetar: a) De la misma forma que
añadiendo cantidades finitas a cantidades finitas es imposible alcanzar una
cantidad infinita, parece difícil pensar que un conjunto de seres contingentes
pueda ser un ser necesario; b) ¿Es compatible el carácter de necesidad con
propiedades conocidas del mundo material como la transformación energética
continua, la espacialidad, la temporalidad, etc.? Parece que no.
3.3.
EL ARGUMENTO TELEOLÓGICO.
-En
el mundo existen cosas que parecen estar dispuestas para obtener un resultado
concreto, p.ej., es imposible entender la complicadísima estructura de un ojo
si prescindimos del hecho de que sirve para ver.
-Disponer
cosas para conseguir un resultado (es decir, adecuar medios a fines) es una
actividad propia de un ser inteligente.
-Sin
embargo, vemos que esta relación medio-fin se da también en seres que carecen
de inteligencia: objetos inanimados, plantas y animales.
-Por
lo tanto, ha de existir un ser inteligente que ha dispuesto un orden también
entre seres no inteligentes. Esta inteligencia suprema es Dios.
"La quinta vía está tomada del
gobierno del mundo. En efecto: Vemos que los seres desprovistos de
inteligencia, como los cuerpos naturales, obran de un modo conforme a un fin;
pues se les ve siempre, o al menos muy a menudo, obrar del mismo modo para
llegar a lo mejor; de donde se deduce que no por casualidad, sino con intención
deliberada, llegan a su fin. Los seres desprovistos de conocimiento no tienden
a un fin sino en tanto que son dirigidos por un ser inteligente, que lo conoce;
como la flecha es dirigida por el arquero. Luego hay un ser inteligente, que
conduce todas las cosas naturales a su fin; y este ser es el que llamamos
Dios."
Tomás
de Aquino: Suma Teológica.
3.3.1.
Valoración crítica.
El
argumento teleológico ha recibido muchas críticas, la mayoría de las cuales se
basan en negar la existencia de finalidad real en el Universo. Es cierto que parece
que muchas cosas son así porque así sirven a un fin concreto, pero la verdad es
que siempre es posible encontrar otras explicaciones que no tienen en cuenta
la finalidad (en concreto, la teoría darwiniana de la selección natural explica
las adaptaciones de los seres vivos sin necesidad de recurrir a los propósitos
de ningún ser inteligente). La pregunta ¿Existe finalidad real, o solo
apariencia de finalidad? es complicada de contestar y ha de tener en cuenta
los datos que la ciencia ofrece (aunque no es una pregunta científica, sino
filosófica). Esta cuestión aparece muy desarrollada en los siguientes libros: Sobre
la existencia de Dios, de F. Brentano; De Aristóteles a Darwin (y
vuelta), de E. Gilson; El azar y la necesidad, de J. Monod.
Un
problema que ha sido muy discutido en los últimos años es si hay finalidad en
el Universo considerado como un todo, en el sentido de que, entre un conjunto
inmensamente grande de posibilidades, el Universo tiene las únicas
características que puede tener para que sea posible la existencia de vida
consciente: es el problema que plantea el llamado principio antrópico.
Pero
incluso en el supuesto de que el orden del Universo testimonie la existencia de
relaciones de finalidad dispuestas por un ser inteligente, no puede olvidarse
otra objeción clásica a la prueba teleológica: partiendo de un efecto finito
nada nos autoriza a concluir la existencia de una causa infinita; por grande
que sea esta inteligencia causante del orden, puede no ser una inteligencia
divina, es decir, absolutamente suprema.
"No debe olvidarse aquí que los
que han querido exhibir su ingenio señalando fines a las cosas, han introducido
una nueva manera de argumentar, a saber: la reducción, no a lo imposible, sino
a la ignorancia, lo que muestra que no había ningún otro medio de probar esta
doctrina. Pues si, por ejemplo, cayese una piedra desde lo alto sobre la cabeza
de alguien, y lo matase, demostrarán que la piedra ha caído para matar a ese
hombre, de la manera siguiente. Si no ha caído con dicho fin, queriéndolo Dios,
¿cómo han podido juntarse al azar tantas circunstancias? (y efectivamente, a
menudo concurren muchas a la vez). Acaso responderéis que ello ha sucedido
porque el viento soplaba y el hombre pasaba por allí. Pero, insistirán, ¿por
qué soplaba entonces el viento?, ¿por qué el hombre pasaba por allí entonces? Si
respondéis, de nuevo, que el viento se levantó porque el mar, estando el tiempo
aún tranquilo, había empezado a agitarse el día anterior, y que el hombre había
sido invitado por un amigo, insistirán de nuevo, a su vez -ya que el preguntar
no tiene fin-: ¿y por qué se agitaba el mar?, ¿por qué el hombre fue invitado
en aquel momento? Y, de tal suerte, no cesarán de preguntar las causas de las
causas, hasta que os refugiéis en la voluntad de Dios, ese asilo de la
ignorancia."
B. Spinoza: Etica
demostrada según el orden geométrico.
3.4.
OTROS ARGUMENTOS.
A
partir de Kant, generalmente se clasifican las pruebas de la existencia de Dios
en los tres grupos que hemos mencionado. Sin embargo, esta clasificación deja
fuera algunas pruebas tradicionales (como la llamada Cuarta Vía de
Santo Tomás, inspirada en Platón) y otras que se desarrollaron después de Kant.
Entre estas últimas mencionamos:
3.4.1.
EL ARGUMENTO MORAL.[16]
Toma
como punto de partida el hecho de que en las personas exista moralidad. Vamos a
ver dos versiones:
a)
Bondad y felicidad son dos cosas distintas, pero nuestra conciencia moral nos
dice que deben ir unidas; sin embargo, vemos que no siempre van unidas: hay
personas buenas que sufren, mientras que hay malvados que parecen más felices.
Para que la conciencia moral esté en lo cierto, es necesario que esta unión
vaya garantizada por un ser que sea él mismo sumamente bueno y sumamente
feliz. Este ser es Dios[17].
b)
Los principios morales se nos presentan muchas veces como mandatos absolutos,
que no proceden de ninguna autoridad visible ni tampoco de nosotros mismos
(que, por lo general, preferiríamos hacer lo contrario). No puede haber
mandatos absolutos si no hay un Absoluto que manda.[18]
![]() |
José Gómez Caffarena (1925-2013) |
J.
Gómez Caffarena: Razón y Dios.
3.4.2.
EL ARGUMENTO RELIGIOSO.
La
religión es un hecho prácticamente universal, presente en todas las culturas y
pueblos. Común a todas las religiones es el reconocimiento de una realidad
misteriosa y trascendente, atractiva y a la vez sumamente digna de respeto (a
veces incluso temible), y de la cual el hombre se siente dependiente. A esta
realidad nosotros le damos el nombre de Dios, pero también se la puede
llamar de otras maneras. ¿Cómo se explica esta coincidencia universal, si no
hay en la realidad nada que la justifique? Ciertas explicaciones de la religión
a partir de las condiciones de la vida humana (ver capítulo IV) son siempre
parciales y muchas veces inspiradas en prejuicios antirreligiosos (p. ej., deducir de que alguna
vez la religión haya sido eso –producto del miedo y la ignorancia,
instrumento de dominio de los pobres por los ricos, etc.- que siempre y
necesariamente es así) y, sobre todo, dejan de lado el punto fundamental:
que si la religión existe[19], es porque hay algo en los hombres que hace posible su existencia: una
insatisfacción radical de las cosas a nuestro alcance, un hueco infinito o deseo
de trascendencia.
Según
Feuerbach, la sed de trascendencia no prueba que exista un ser
trascendente, ya que se puede tener sed y no tener agua para beber. A esto se
ha replicado lo siguiente: Efectivamente, puedo tener sed y no tener agua a
mano; pero si jamás y en ningún lugar hubiera existido el agua tampoco
existiría la sed. En el caso de que los ateos tengan razón, la sed de
trascendencia sería la única necesidad humana que no solo no se satisface,
sino que es imposible que se satisfaga.
Otro
punto de vista es el defendido por el agnosticismo radical de Tierno
Galván, para quien ser agnóstico es sencillamente no echar de menos a Dios.
"Finitud, que tradicionalmente se ha interpretado como señal de la
trascendencia, tiene ante los ojos del agnóstico el sentido de significarse a
sí misma como plenitud satisfactoria. El agnóstico no entiende la necesidad de
una realidad trascendente..."[20]. Por lo tanto, y según esta perspectiva, ese supuesto deseo universal de
trascendencia no existe, y el hecho de la religión deberá ser explicado de otra
manera.
"Solo un ser real, con el carácter
esencial de lo divino, puede ser la causa de la disposición religiosa del
hombre, es decir, de la disposición para la ejecución real de ciertos actos,
que no pueden cumplirse con experiencia finita y, sin embargo, exigen
cumplimiento... El objeto de los actos religiosos es al mismo tiempo la causa
de su existencia."
M.
Scheler: De lo eterno en el hombre.
3.4.3.
EL ARGUMENTO ANTROPOLÓGICO.
Expuesto por distintos autores, entre los que destaca especialmente Agustín de Hipona. Es
bastante parecido al anterior, pues se basa en lo que se suele llamar experiencias
humanas profundas: ansia de felicidad, necesidad de amar y ser amado,
preocupación por el bien y la justicia, etc. Todo esto, se preguntan los
defensores de este argumento, ¿no son distintas formas de hablar de Dios? La
existencia de estas experiencias es signo de lo que Victor Frankl llama la
presencia ignorada de Dios en el interior del hombre, incluso a nivel
inconsciente[21].
[1]En todo caso, las
preguntas estarían siempre referidas al hombre: ¿por qué aparece en la mente
humana la idea de Dios?, ¿qué es lo que hace que otorguemos realidad a lo que
es una mera idea?, ¿qué consecuencias produce semejante engaño? En el supuesto de la
inexistencia de Dios, la teología racional sería necesariamente antropología.
[2]Es decir, y para ser un poco
más precisos: 'Dios existe' significa 'Hay un ser que tiene las características
-eternidad, infinitud, absoluta independencia, omnipotencia, necesidad, etc.-
que generalmente unimos a la palabra Dios'.
[3]La expresión ateísmo
semántico, aunque ya está muy extendida, es sin embargo incorrecta y no
caracteriza adecuadamente lo que dice esta postura filosófica. No se trata de
decir que, basándonos en el significado de la palabra Dios, podemos concluir
que Dios no existe (eso sería propiamente un ateísmo semántico: un
procedimiento similar al del argumento ontológico que sin embargo nos lleva a
la conclusión contraria). Los llamados ateos semánticos rechazarían
tanto este ateísmo como cualquier otra forma de ateísmo, teísmo o agnosticismo:
no se trata de decir que Dios no existe o que no sabemos si existe, sino
sencillamente que la palabra Dios no significa nada. Por ello, más que
de ateísmo semántico, sería mejor hablar de asemantismo teológico.
[4]La física, o
descubrimiento de las leyes de la materia, proporciona los esquemas
explicativos últimos de toda la realidad: la química se fundamenta en la
física, como la biología en la química, la antropología en la biología, etc.
[6]La crítica de Feuerbach a
la religión está expuesta más extensamente en estas otras entradas: Proyección y Revelación y Las formas a priori de la experiencia religiosa.
[7]A. Flew: Teología y
falsificación.
[8]Hay quien prefiere decir que
el punto de partida del argumento no es una idea o significado que se asocia
convencionalmente a una palabra, sino una esencia intuida: al intuir la
esencia divina, comprendo que Dios existe, igual que al intuir la esencia
"triángulo" comprendo que sus ángulos suman dos rectos.
[9]Kant habla de táleros
(moneda alemana de la época).
[10]Otra cuestión es si todos
los partidarios del argumento ontológico (Anselmo, Descartes, Spinoza, Hegel,
etc.) otorgan un mismo significado a la palabra Dios: parece claro que
no.
[11]Como ninguna otra prueba
de la existencia de Dios, la discusión del argumento ontológico revela la
división fundamental que recorre la historia de la filosofía: por un lado el
racionalismo platonizante, según el cual la esencia última de la realidad debe
hallarse indagando el fondo de la mente, y por otro el empirismo que desconfía
de todo lo que no sea un dato de los sentidos.
[12]Aunque se expongan como
pruebas distintas, en realidad son dos aspectos de la misma prueba, ya que
muestran (respectivamente) que lo temporal es contingente (una duración
infinita es imposible) y que lo contingente es temporal (lo que puede no ser
alguna vez no es); de ahí que la conclusión pueda enunciarse de forma general:
la existencia de lo temporal-contingente necesita ser justificada desde lo
eterno-necesario.
[13]Quizá la aparente
contradicción se resuelva afirmando que el comienzo del mundo es también el
comienzo del tiempo, y por tanto que antes del comienzo del mundo no hay un
tiempo vacío: sencillamente, no hay "antes" ya que no hay tiempo. Sin
embargo, Kant piensa que el tiempo es esencialmente ilimitado: no es posible
pensar un comienzo del tiempo, como tampoco se puede pensar un límite del
espacio.
[14]Esta forma de argumentar se
relaciona con la conocida paradoja de Aquiles y la tortuga y otras
similares de Zenón, que Aristóteles trató de resolver distinguiendo la infinita
divisibilidad (en potencia) de la infinita división (en acto):
cualquier parte de espacio es infinitamente divisible, pero no está
infinitamente dividida.
[15]Dicho de otra manera: es un
juicio sintético a priori. A priori, ya que su validez es independiente de la
experiencia; y sintético, ya que las ideas de suceso (algo que ocurre en
el tiempo, algo que tiene principio) y tener una causa son dos ideas
distintas, la segunda de las cuales no está incluida en la primera (todo
suceso tiene una causa no es un juicio analítico o tautología).
[17]Este argumento fue
desarrollado por el propio Kant, en su Crítica de la razón práctica
(después de que en la Crítica de la razón pura negara la validez de los
argumentos ontológico, cosmológico y físico-teologico o teleológico). No obstante, el mismo Kant
considera que este argumento no proporciona una verdadera prueba teórica de la
existencia de Dios, sino únicamente una certeza moral o práctica (lo que debo presuponer o creer para actuar moralmente).
[18]Aquí
hay que hacer una distinción entre el mandato como tal o forma del
mandato y la cosa que se manda o contenido del mandato. En cuanto al
contenido, por lo general se piensa que se puede conocer lo que está bien y lo
que está mal sin necesidad de admitir que lo que está bien es lo que manda Dios
y lo que está mal lo que Dios prohíbe; de no ser así, un ateo no tendría
ninguna responsabilidad moral y el personaje de Dostoyevski que pensaba si
Dios no existe, todo está permitido, tendría razón. El argumento, por lo
tanto, no se refiere al contenido, sino al mandato como tal: no puede haber
mandato si no hay alguien que manda.
[19]Y si no existiera, no podría
ser manipulada, pero hay que distinguir lo que es la religión como tal y lo que
es la manipulación religiosa al servicio de fines o intereses no religiosos.
[20]E. Tierno Galván: ¿Qué es
ser agnóstico?
[21]Además del libro de Frankl
Der unbewubte Gott (traducción española: La
presencia ignorada de Dios, Herder), habría que citar aquí las
interesantísimas investigaciones de Jung sobre los arquetipos religiosos del
inconsciente colectivo, que el propio Jung no duda en considerar como
“revelación” si bien matiza que con esta designación no pretende ir más allá de
la realidad psicológica de la emergencia de estos símbolos en una personalidad
consciente que los ignoraba totalmente (cf. Psicología y religión,
Paidós; Respuesta a Job, F.C.E.; El hombre y sus símbolos,
Caralt).
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