domingo, 22 de enero de 2017

El insoportable peso de la realidad

La presente entrada plantea un ejercicio de hermenéutica psicoanalítica de una obra cinematográfica, en este caso la película Mulholland Drive, de David Lynch. Un ejercicio similar relacionado con la película "Recuerda" (Spellbound), dirigida por Alfred Hitchcock, puede encontrarse aquí.

  Mulholland Drive, o el simple arte de engañarse 

 

Sócrates y su posteridad (Platón, Aristóteles, Descartes…) nos hicieron entender al hombre como animal racional que busca el conocimiento por encima de todo y que está dispuesto a pagar el precio que sea por una verdad segura. Kant, por el contrario, nos mostró que la razón se pierde cuando trata de llegar a las verdades últimas y, como razón práctica, desconoce incluso los auténticos motivos de las propias acciones (nunca puede estar segura de actuar por deber, pues esta forma de actuación pertenece a la voluntad como noúmeno incognoscible). Schopenhauer y Nietzsche constataron que la razón, más que servir a la verdad, sirve a la vida, y este servicio toma muchas veces la forma de autoengaño. Y finalmente Freud enumeró y analizó los mecanismos que la mente utiliza cuando la cruda verdad se le vuelve insoportable.


En una habitación oscura, alguien (¿el inconsciente?) mueve los hilos

El párrafo anterior, que podríamos considerar una sesgada e hipersimplificada historia del pensamiento occidental, sirve para introducirnos en una de las películas más complejas y sugerentes de los últimos años, la última (por ahora) obra maestra de David Lynch[1]. Y al llegar aquí aconsejo al lector que, si aún no ha visto Mulholland Drive, interrumpa ahora mismo la lectura, vea la película lo antes posible y vuelva después a este texto en el punto exacto donde lo dejó. Avisados quedan ustedes, los que no me hagan caso luego no me vengan con quejas[2].

La insoportable levedad de ser (cerveza)


Este diálogo imagina un imposible por anacrónico encuentro entre Descartes y Berkeley en torno a un tema de debate: la realidad objetiva o subjetiva de un vaso de cerveza. A esta discusión se une más adelante Kant. 

Pensado especialmente para que los alumnos de Bachillerato se introduzcan en los problemas de la teoría del conocimiento, este diálogo va acompañado de una guía didáctica que puede consultarse aquí


El sabor de la cerveza, ¿está en la cerveza o en quien la saborea?

Descartes.- ¡Qué situación más curiosa! Nos hallamos aquí tú y yo sentados, agobiados por el calor, y nos sirven esta jarra de cerveza helada: solo esperar el placer de saborearla ya adelanta parte de ese placer, después la simple visión de la jarra helada hace que experimentemos una cierta sensación de frío y, por último, el líquido frío y suavemente amargo en la boca: las sensaciones de calor y sed desaparecen y van siendo sustituidas por una gama de sensaciones placenteras. ¡Nunca me he sentido más cerca del paraíso!