Texto de la conferencia pronunciada en la Fundación Universitaria Española en febrero de 2001
Prólogo socrático
Eutifrón: ¿qué es "lo piadoso"? |
Uno de los tópicos más repetidos entre los filósofos es la
sentencia pronunciada por Alfred Whitehead según la cual “toda la historia de
la filosofía se reduce a una edición de las obras completas de Platón con
anotaciones a pie de página”. Sin juzgar la exactitud o exageración de
semejante tópico, voy a seguir el camino sugerido por Whitehead experimentando
las posibilidades que un diálogo con Platón ofrece para el tratamiento en
profundidad de un problema filosófico. Se puede decir que esta reflexión
consiste en anotaciones a un diálogo
platónico, concretamente el Eutifrón,
texto sorprendente al menos por dos motivos: a) Nos encontramos en los inicios
de la Filosofía, y las derivaciones del problema que aquí aparecen apenas
esbozadas son exactamente las mismas que posteriormente desarrollarán todos los
autores preocupados por el asunto (de hecho, nuestro recorrido por el problema,
en parte histórico, se hará al hilo de las sugerencias del Eutifrón); b) El autor del texto, Platón, no ha elaborado todavía
su sistema, se limita a recoger las enseñanzas de Sócrates seguramente buscando
entender el significado de su muerte y, relacionado con esta, la acusación de
“impiedad” de que fue objeto. La obra aparece pegada a unas circunstancias
históricas muy concretas, ni siquiera se inserta en un sistema filosófico ya
elaborado, y sin embargo alcanza un grado de universalidad y perennidad
filosóficas muy superior al de cualquier diálogo de la misma época
(exceptuando, por su importancia histórica, Apología
de Sócrates y Critón).
Resumamos lo esencial de la trama: Sócrates se encuentra
con Eutifrón en la puerta del tribunal, el primero para responder a una
acusación de impiedad y el segundo para presentar otra acusación de este mismo
crimen. La acusación se dirige contra su propio padre, a quien Eutifrón
considera “impío” porque dejó morir a un esclavo. Sócrates se muestra
“sorprendido” (podemos pensar que la sorpresa disfraza su escepticismo) de la
seguridad que muestra Eutifrón en lo que se refiere al conocimiento de la
piedad: este conocimiento debe ser muy firme, ya que basándose en él Eutifrón
se atreve a acusar a su propio padre, y, como Sócrates dice ignorar lo que se
refiere a estos temas, pide a Eutifrón que le enseñe qué es la piedad. Se
inicia entonces un proceso que resultará familiar a cualquiera que haya leído
otros diálogos de Platón: Eutifrón comienza confundiendo “la piedad” con un ejemplo de piedad (“lo piadoso es lo
que ahora yo hago, acusar al que comete delito y peca, sea por homicidio, sea
por robo de templos o por otra cosa de este tipo, aunque se trate del padre, de
la madre o de otro cualquiera”), por lo que Sócrates se ve forzado a aclarar el
sentido de su pregunta: “yo no te incitaba a exponerme uno o dos de los muchos
actos piadosos, sino el carácter propio por el que todas las cosas piadosas son
piadosas”. Es entonces cuando Eutifrón, obligado por Sócrates a elevarse al
plano filosófico, ofrece una definición general de la piedad: “Piadoso es lo
que agrada a los dioses, y lo que no les agrada es impío”.
Justicia y voluntad divina
Maticemos la respuesta de Eutifrón en el sentido que nos interesa para el tema de esta reflexión: Donde Eutifrón dice “los dioses”, nosotros vamos a decir “Dios”. De esta forma evitamos una serie de cuestiones marginales (“¿a todos los dioses les agrada lo mismo?”), por las que el propio Sócrates se desinteresa y muestra este desinterés diciendo algo así como “supongamos que a todos los dioses les agrada lo mismo, y vamos a lo que realmente importa”. Además, la cuestión de las relaciones entre Ética y divinidad se plantea mucho más crudamente sobre el trasfondo de un único ser supremo que, precisamente por serlo, ha de ser omnisciente (posee un conocimiento exacto y total de lo justo e injusto) y moralmente perfecto (debe querer y hacer el bien: el sentido de esta proposición será discutido más adelante). Por otro lado, “la piedad” es, como el propio Sócrates señala (12d), “una parte de la justicia”, y en una concepción monoteísta el problema no se plantea solo en relación con esta parte, sino con la justicia entera: Lo justo debe ser querido por Dios, ya que de otra manera o bien Dios no sería omnisciente (no sabría qué es lo justo y, por tanto, no podría quererlo) o bien no sería moralmente perfecto (sabiendo lo que es justo e injusto, querría lo injusto en vez de lo justo)[1]. Finalmente, podemos sustituir el verbo “agradar” (que parece presuponer la posibilidad de ser afectado positiva o negativamente y, por tanto, depender de algún modo de las cosas creadas) por “querer”, que solo presupone que el ser supremo posee voluntad. De esta forma, la definición que da Eutifrón se transforma en esta otra: “Justo es lo que quiere Dios, e injusto lo contrario”.
“Sócrates.- ¿Te acuerdas de que yo no te incitaba a
exponerme uno o dos de los muchos actos piadosos, sino el carácter propio por
el que todas las cosas piadosas son piadosas? En efecto, tú afirmabas que por
un solo carácter las cosas impías son impías y las cosas piadosas son piadosas
[...]. Exponme, pues, cuál es realmente ese carácter, a fin de que, dirigiendo
la vista a él y sirviéndome de él como medida, pueda yo decir que es piadoso un
acto de esta clase que realices tú u otra persona, y si no es de esta clase,
diga que no es piadoso. [...]
“Eutifrón.- Ciertamente, es piadoso lo que agrada a
los dioses y lo que no les agrada es impío. [...]
“Sócrates.- ¿Qué señal tienes tú de que todos los
dioses consideran que ha muerto injustamente un hombre que, estando asalariado,
comete un asesinato y que, atado por el dueño del muerto, a causa de las
ataduras muere antes de que el que lo había atado reciba información de los
intérpretes de la ley sobre qué hacer con él; y de que está bien que por tal
hombre el hijo lleve a juicio al padre y lo acuse de homicidio? [...].
Aceptemos que todos los dioses consideran este acto injusto y que lo aborrecen,
si quieres..., pero tú examina si, admitiendo este supuesto, vas a poder
enseñarme fácilmente lo que prometiste.
“Eutifrón.- En cuanto a mí, afirmaría que es piadoso
lo que agrada a todos los dioses y que, por el contrario, lo que todos los
dioses odian es impío. [...]
“Sócrates.- Reflexiona lo siguiente: ¿Acaso lo
piadoso es querido por los dioses porque es piadoso, o es piadoso porque es querido
por los dioses?”
Platón: Eutifrón, 6d-10a.