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domingo, 24 de septiembre de 2017

Momentos estelares de la historia del cine (VI): Mentiras piadosas para mentes infantiles



Roberto Benigni no es John Ford. Esta obviedad solo viene a cuento porque nadie como el americano-irlandés ha sido capaz de unir lo trágico y lo cómico en una misma película, pasando de una a otra dimensión como se pasa de un plano a otro, sin ninguna señal de aviso ni solución de continuidad.
Pero esta entrada no va de John Ford, a quien hemos dedicado y seguiremos dedicando otras: La diligencia, Centauros del desierto, Fort Apache..., sino de Roberto Benigni, cineasta de una sola película (tiene más, pero ¿a quién le importan?): La vida es bella. Audaz pretensión de hacer humor nada menos que con el tema del Holocausto o Shoah. Intento imposible un poco antes (los hechos históricos, convertidos en objeto o al menos en pretexto para la burla, despertaban muy dolorosos recuerdos en los supervivientes o en familiares y amigos, todavía vivos, de las víctimas) y superfluo desde entonces (¿qué valor tiene repetir lo que ya se ha hecho, y se ha hecho bien?). Alguien definió una vez la comedia como “tragedia más tiempo”: lo que todavía no puede ser cómico lo será alguna vez, solo es cuestión de esperar. Los hechos trágicos dejan de serlo cuando se contemplan desde la distancia: al fin y al cabo, todos vamos a morir y, una vez ocurrido lo inevitable, tampoco importa demasiado cómo se ha producido. ¿O sí?