martes, 9 de junio de 2020

Momentos estelares de la historia del cine (XII): Decir y mostrar, o cómo se construyen los relatos

     Revisando "dirigidos" antiguos (cosa que suelo hacer cada cierto tiempo y siempre que mi apretado horario no me impone otras obligaciones más productivas), me tropecé con un artículo de Antonio Castro (sí, el profesor caricaturizado, vilipendiado y difamado en Tesis de Amenábar, al parecer porque había osado suspender o no aprobar un examen, al que ni siquiera se presentó, al entonces niño prodigio y hoy director de culto de cierta intelectualidad) sobre "la ideología de John Ford". Anoto aquí la referencia, para presuntos interesados en el tema: Confundir los términos, en "Dirigido por", n. 380 (julio-agosto 2008).

     Que John Ford fue siempre un demócrata convencido, no creo que haga falta demostrarlo. Fue antifascista cuando la supervivencia de la democracia exigía serlo, y anticomunista cuando el peligro para la democracia fue otro (o el mismo, según se mire): nada que ver con los antifas actuales, para quienes "fascista" es todo el que no piense como ellos. Pasando de puntillas sobre el punto esencial (la defensa del sistema democrático y la libertad de los individuos), los biógrafos de Ford suelen resumir su trayectoria ideológica en la expresión "de liberal (izquierdista) a conservador", cuidando matizar a continuación -como hace el citado Castro- que las diferentes tomas de partido no tienen nada que ver con la calidad de las películas dirigidas por él en cada uno de los períodos.
     Me parece evidente que no se puede discutir seriamente la ideología de Ford en su etapa final, pero me parece mucho más evidente todavía que la innegable filiación derechista de Ford no puede suponer en modo alguno su inhabilitación como cineasta.
     Frase esta última que tiene toda la apariencia de condescendencia graciosa del crítico que-todo-lo-sabe, por supuesto de izquierdas, con el cineasta repugnantemente derechista. Si uno es de izquierdas puede hacer malas películas, pues aun así gozará del favor de la progresía otorgadora de goyas; si por el contrario es de derechas, sus películas no solo tienen que ser buenas, sino magníficas para merecer un cierto reconocimiento (dejo a la memoria e inteligencia de cada lector la ejemplificación o traducción del principio general en casos particulares conocidos de todos).
     En realidad, puede decirse que toda esta introducción sobra, pues lo que pretendo contar aquí es que la ideología de Ford (salvo contados ejemplos, casi siempre de la etapa anterior a la guerra mundial) resulta irrelevante a la hora de entender (no "juzgar") sus películas. Resulta demasiado fácil denunciar el racismo de Ethan Edwards/John Wayne en Centauros del desierto como si este racismo fuera de la película y no de uno de sus personajes, cuesta comprender que un cineasta no tiene por qué compartir los valores y prejuicios del protagonista, y tampoco tiene por qué inventar unos rasgos grotescos para dejar claro que no los comparte, como podemos ver en algún culebrón de sobremesa, de cuyo nombre no quiero acordarme, en el que los franquistas son siempre criminales o rematadamente estúpidos y las lesbianas y veteranos cripto-comunistas de una bondad y una sabiduría rayanas en el angelismo. Esto, por supuesto, es tomar al espectador por idiota, pero es cierto que hay espectadores a los que les gusta que les tomen por idiotas, siempre que lo hagan "los suyos", y contra esa inclinación tan humana poco se puede hacer. Y, por cierto, hay idiotas de derechas y de izquierdas, la idiotez autosatisfecha no es patrimonio exclusivo de uno de los lados del espectro ideológico.
     Pensemos en el final de Fort Apache: todos hemos sido testigos de la masacre provocada por la obcecación, soberbia y racismo (desprecio al indio, especialmente al apache) del coronel Thursday (Henry Fonda), trasunto bastante evidente de una figura histórica como Custer. Años después York (John Wayne), superviviente de la masacre, enaltece al despreciable coronel. ¿Apología de la mentira? Así lo entiende Antonio Castro: El increible giro en la manera de pensar de York supone que Ford justifica la mentira, ya que desde su manera de pensar es mucho más importante el Ejército y la lealtad de sus integrantes a esa institución que la verdad, y por lo tanto, en caso de que exista una colusión entre ambos, para el director está muy claro qué intereses han de primar por encima de los demás.
     Ahora bien, ¿resulta creíble que un urdidor de mentiras nos cuente primero la verdad para después decirnos que la mentira es preferible? Mil veces ha sido citada la sentencia del director de periódico en El hombre que mató a Liberty Valance: "esto es el oeste, y aquí, cuando la leyenda supera a la realidad, se imprime la leyenda". ¿Significa que Ford está de acuerdo con la sentencia? De ser así, no nos habría contado previamente los hechos realmente ocurridos: contar la verdad y después presentar a un personaje razonando que la leyenda es preferible no es ponerse del lado de esta, sino mostrar las dos caras del problema para que el espectador elija libremente la que más le guste.
     Relato (en griego "mythos"=mito) es el vehículo de la construcción, siempre interesada, de las creencias colectivas. Ford nos muestra en Fort Apache cómo se construyen los relatos o, lo que es lo mismo, cómo todos acabamos aceptando las mentiras que necesitamos para sobrevivir como individuos y como comunidad (familia, escuela, ejército, iglesia, partido, nación...). Lo cual no quiere decir apostar por la mentira, sino caer en la cuenta (realistamente) de que, debido a su omnipresencia e inevitabilidad, nunca podremos librarnos de ella por más conscientes que seamos de su verdadera naturaleza.






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 Entradas anteriores de la serie:

Una pausa en la batalla (Río Bravo)
Bosques de bambú, damas marciales y toques zen (A touch of zen).
Odiar el desierto por no tener agua (La venganza de Ulzana).
Lecciones de Cine para preadolescentes (El padrino).
Lo que las palabras no dicen (Centauros del desierto).
Mentiras piadosas para mentes infantiles (La vida es bella).
¡Toma montaje de atracciones! (El nacimiento de una nación, El acorazado Potemkin).
El travelling como filosofía de la vida (Frenesí).
Calderero, sastre, soldado... (El topo).
Si Dios no existiera... (Los comulgantes).
En la puerta de Rashomon vivía un demonio... (Rashomon). 

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