lunes, 11 de diciembre de 2017

Más lógico que ontológico


Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 10


Anselmo de Canterbury, también conocido como San Anselmo, es uno de los nombres destacados de la línea platónico-agustiniana del pensamiento medieval. Su fama se debe a que fue el primero en proponer un razonamiento sobre la existencia de Dios que ha dado lugar a interminables discusiones, traducidas en verdaderos ríos de tinta, a lo largo de la historia del pensamiento: se puede decir que este argumento, conocido desde el siglo XVIII como ontológico, ha sido la línea divisoria entre dos actitudes filosóficas que no coinciden exactamente con teísmo y ateísmo, ni siquiera con metafísica y positivismo, sino más bien con racionalismo y empirismo. Veremos, cuando en estos “Apuntes mínimos” nos toque hablar de Descartes, que el fundamento último que este autor tiene para aceptar el argumento ontológico es la concordancia entre razón y realidad, es decir, la afirmación de que todo lo que la mente concibe de forma estrictamente racional ("clara y distintamente") es en la realidad tal como se concibe. Si esto es así, el argumento es tan evidente y seguro como una demostración matemática: lo dicen Descartes y todos los racionalistas, incluyendo en este grupo a Hegel y algunos otros que, en el último siglo, revisten su platonismo de fenomenología, filosofía de la religión y análisis del lenguaje. Si, por el contrario, creemos que la comunicación entre pensamiento y realidad pasa necesariamente por la experiencia sensible nos veremos forzados a rechazar el argumento ontológico: así lo hace Tomás de Aquino y con él todos los empiristas, materialistas y positivistas que en la Historia han sido.
Lo cierto es que Anselmo no dio una importancia especial al argumento. Lo propone, junto a otros, en un contexto más religioso que filosófico: no busca tanto convencer(se) de la existencia de Dios cuanto obtener mayores claridad y seguridad en una creencia que ya posee: "no pretendo entender para creer, sino que creo para entender", dice siguiendo a Agustín. Certeza la suya no creada, sino reforzada al razonar de la siguiente manera:
A)    Partimos de la definición de Dios como lo mayor que se puede pensar.
Anselmo de Canterbury
B)    Esta definición se entiende, por lo que podemos decir que "lo mayor que se puede pensar" existe en el pensamiento.
C)    Sin embargo, el ateo piensa que eso “mayor que se puede pensar” no existe en la realidad.
D)    Pero el ateo, como todo el mundo, puede pensar en “lo mayor que se puede pensar” existiendo en la realidad.
E)     Es obvio que, entre “lo mayor que se puede pensar existiendo solo en el pensamiento” y “lo mayor que se puede pensar existiendo en el pensamiento y en la realidad”, es mayor lo segundo.
F)     Por tanto, “lo mayor que se puede pensar” debe existir en la realidad, pues de otra forma no sería “lo mayor que se puede pensar” (se podría pensar en algo mayor).
Como ya hemos dicho, el argumento ontológico ha dado lugar a muchas y productivas discusiones: algunas de ellas aparecen resumidas aquí. Por el momento nos conformamos con una información básica que nos sirva para comparar esta forma de abordar el problema de la existencia de Dios con la que, un par de siglos después, propondrá Tomás de Aquino.

"Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía": índice de entradas.

 Creative Commons License

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Añade un comentario