sábado, 25 de enero de 2020

Apuntes mínimos sobre Historia de las Religiones


EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS GRANDES RELIGIONES



            La presente entrada debe entenderse simplemente como un material de consulta, abreviado e incompleto, que permita una rápida visión de conjunto de los procesos históricos fundamentales que han configurado la pluralidad religiosa del mundo actual. Los puntos que aquí no se tratan (religiones de la Antigüedad, religiones sincréticas, etc.) pueden consultarse en muchos y excelentes manuales entre los que merece la pena destacar los de Mircea Eliade (Historia de las ideas y creencias religiosas) y E. O. James (Historia de las Religiones e Introducción a la Historia Comparada de las Religiones).

A)    RELIGIONES PRIMITIVAS.


             Como hemos visto en otra entrada, la ciencia de la religión del siglo XIX y principios del XX se desarrolló en buena medida como un intento de descubrir la “fase primera” o “forma elemental” de la religión. Tal intento de reconstrucción del pasado se apoyaba por un lado en los restos arqueológicos, pero sobre todo en la analogía con las costumbres y creencias religiosas de los llamados “pueblos primitivos”. Se presuponía, en general, la validez de una ley de la evolución de los pueblos según la cual cada grupo humano debía pasar por las mismas fases y en el mismo orden que todos los demás.
          Aunque estas premisas metodológicas han sido rechazadas posteriormente, las fuentes de obtención de datos siguen siendo la observación de los “pueblos primitivos” (la que se ha conservado en documentos, ya que las culturas primitivas como tales han desaparecido ya o están a punto de desaparecer) y la interpretación de yacimientos arqueológicos. Respecto a la primera, se ha constatado que las consideradas “formas simples” o “elementales” de religiosidad (culto a los antepasados, totemismo, fetichismo, etc.) no aparecen nunca aisladas, sino mezcladas con otros aspectos de la religión que los autores del siglo XIX consideraban propias de las religiones superiores: dioses supremos, leyes morales, etc. Existe una división básica en lo que se refiere a la caracterización del Ser Supremo, presente (aunque no en primer plano) en todas las religiones primitivas: Padre del cielo en los pueblos de cazadores-recolectores y pastores, Madre Tierra en algunas culturas agrícolas. Se puede constatar, como dato universal, la presencia de rituales de muerte y resurrección.
Respecto a los restos arqueológicos, es evidente que testimonian la existencia de creencias religiosas en la Prehistoria, e incluso nos autorizan a conjeturar la naturaleza de tales creencias; por ejemplo:
Enterramiento en posición fetal y con objetos personales
-Los enterramientos muestran claramente la creencia en una supervivencia tras la muerte (muertos enterrados junto a objetos personales, comida, animales de compañía, etc.). El mismo hecho del enterramiento y la posición fetal en que, a veces, es colocado el difunto sugieren también la concepción de la muerte como “nuevo nacimiento”. Es asimismo significativo que, entre los hombres de Neandertal, los cadáveres se encuentran siempre enterrados de lado y con la cabeza orientada al Este (¿indicio de culto solar?).
"Brujo" en la gruta de Trois Frères
-El arte paleolítico (pinturas rupestres, “venus”) tiene también un significado religioso, relacionado con la caza y la sexualidad. En concreto, una famosa pintura descubierta en Trois Frères parece representar a un brujo o chamán disfrazado de animal.
-A partir de la adopción de técnicas agrícolas en el Neolítico, se generaliza el culto de las “diosas madres”, relacionadas con la Tierra y los ciclos naturales (luna, estaciones, mareas...), que se relacionan con los aspectos más significativos de la fisiología de la mujer: menstruación, embarazo...





B)    LA RELIGIOSIDAD ORIENTAL: HINDUISMO, JAINISMO, BUDISMO.


            1. ETAPAS DE LA RELIGION DE LA INDIA.


            1.1. El vedismo primitivo (aprox. 1000-800 a.C.).


1.1.1.      Los Vedas.


            La religión de la India llama a sus textos sagrados Vedas; esta palabra significa "saber, conocimiento". Los más antiguos, que corresponden a esta primera etapa, son cuatro colecciones de himnos a los dioses: el Rigveda, el Samaveda, el Yajurveda y el Atharvaveda. El más importante, extenso y (al menos en lo que se refiere a su forma actual) antiguo es el Rigveda. El Atharvaveda constituye, en cierto modo, una colección aparte (tardó en ser admitido como texto canónico): contiene rituales y fórmulas mágicas, en las que se pide a los dioses todo tipo de favores; aunque ha sido con toda seguridad reelaborado por los brahmanes, se puede pensar que refleja un estadio muy primitivo de la religión popular.

1.1.2.      Figuras divinas.


Rudra, precedente de Shiva, dios terrible a quien se pide que se quede lejos
            El contexto común a las cuatro colecciones es el acto de sacrificio. Los dioses invocados se relacionan de una u otra manera con este acto: algunos, como Agni, el fuego, Vayu, el viento, o Soma, la bebida usada en los sacrificios, destacan por su relación directa con el rito; otros son los receptores del sacrificio: Varuna, creador del mundo; Mitra, dios de la luz; Indra, el dios guerrero (su arma es el rayo); Rudra, dios aterrorizador, relacionado con el fuego, y a la vez médico: uno de sus sobrenombres (que pervivirá a la desaparición del dios en el hinduismo posterior) es Shiva, "el benigno".

1.1.3.      Catenoteísmo.


            Sin embargo, examinando los himnos nos encontramos con un fenómeno curioso y, a primera vista, desconcertante: cada uno de los dioses es invocado a veces utilizando atributos de otros dioses distintos; cada uno de ellos recibe, en los himnos que se le dedican, los honores de supremo. No hay una separación neta entre los dioses, sino que unos se transforman en otros y, al final, todos parecen reducirse a uno solo. A este hecho Max Müller lo llamó catenoteís­mo.
            Como expresión más clara de este fenómeno, se pueden citar algunos fragmentos del Rigveda:
            "Tú, oh Agni, eres Varuna cuando naces, te haces Mitra cuando se inflama tu llama; en ti están todos los dioses, oh hijo de la fuerza, tú eres Indra para el mortal que te sirve."
            "Se le llama Indra, Mitra, Varuna, Agni y también pájaro del cielo. A lo que es uno lo llaman de muchas maneras los sacer­dotes; lo llaman Agni, Yama, Matarisvan."
           

            1.2. El brahmanismo (aprox. 800-400 a.C.).


            1.2.1. Textos sagrados.


            Los textos sagrados que surgen en esta segunda etapa de la religión de la India son:
            -Brahmanas, descripciones minuciosas de rituales religiosos (se da tantísima importancia al ritual porque se piensa que un sacrificio ofrecido siguiendo estrictamente las normas prescritas no puede dejar de alcanzar su objetivo: los dioses pasan a segundo plano, "el sol no saldría si el sacerdote no ofreciese temprano el sacrificio del fuego"); son los textos más difundidos y, por sí solos, producen un tipo de religión excesivamente formal y clerical, que no satisface ni al pueblo (que prefiere devociones personales a dioses personales) ni a las élites intelectuales.
            -Aranyakas, es decir, "libros del bosque", los que los brahmanes estudiaban a solas; tienen un cierto carácter secreto y en ellos se profundiza en el verdadero significado de los rituales descritos en los Brahmanas (idea de "sacrificio interior", opuesta al mero formalismo).
Manuscrito de Upanishad
            -Upanishads, textos especulativos que contienen, mezclado con doctrinas religiosas, un cierto pensamiento filosófico acerca del principio o naturaleza última de la realidad, las relaciones entre ser y no ser, etc. Un ejemplo: "Al principio, querido mío, no había más que el ser, uno y sin segundo. Pero otros dicen: 'Al principio existía el no ser, uno y sin segundo; de este no ser surgió el ser'. ¿Pero cómo podía ser así, querido mío? ¿Cómo puede surgir el ser del no ser? En realidad existía el ser al principio de todas las cosas, el ser solo y sin segundo. Luego pensó el ser: 'Que pueda convertirme en muchas cosas, que pueda engendrar.' Y así produjo el calor. El calor pensó: 'Que pueda convertirme en muchas cosas, que pueda engendrar.' Y produjo el agua...".

            1.2.2. La religión durante el período brahmánico.


            Durante el brahmanismo, surgen una serie de novedades o desarrollos que no existían en el período védico:
            1.2.2.1. Se crea un rígido sistema de castas, que comprende brahmanes (sacerdotes), guerreros y trabajadores. Fuera del sistema quedan los sudras. Todavía está permitido el matrimonio entre un varón de una casta superior y una mujer de una casta inferior, pero no a la inversa.
            1.2.2.2. Independientemente de la casta a que se pertenezca, existe un itinerario vital común a todos los individuos, que comprende las siguientes etapas: 1º) Instrucción junto a un brahmán; 2º) Vida familiar; 3º) Retiro en el bosque (anacoreta); 4º) Monje mendigo.
            1.2.2.3. Se acentúa la tendencia existente ya en el período anterior a reducir todos los dioses a una fuerza primordial (Brahmán). Del Brahmán se dice: a) Es el origen de todo; b) Si tratamos de describir positivamente lo que es, podemos señalar tres características: Ser, Espíritu y Felicidad; c) No obstante, lo habitual es describirlo negativamente como lo totalmente otro.
            1.2.2.4. Existe en cada hombre un principio de unidad, el atmán; cuando el hombre profundiza en su verdadero ser, descubre que el atmán es único, común a todos, y que en último término se identifica con el principio único de toda la realidad: el Brahmán. Este descubrimiento, que se realiza tras un proceso en el cual el hombre pasa de lo superficial a lo profundo (yoga), se expresa en frases como "yo soy el Brahmán" o "el Brahmán es todo".
            1.2.2.5. Se enuncia por vez primera la ley del karma, que permanecerá como elemento común de todas las religiones surgidas en esta época. Según esta ley, las acciones dejan un poso en el alma, que le fuerza a tomar un cuerpo y mantenerse en el ciclo eterno de las reencarnaciones (samsara). La salvación consiste en liberarse del samsara, para lo cual se debe renunciar a las acciones que dejan karma; una vez liberado de la rueda de la vida, dejo de ser yo mismo y me hago uno con el Brahmán.

            1.2.3. El jainismo como reforma del brahmanismo.


            Durante el siglo VI a.C. y en el norte de la India (es decir, aproximadamente en la misma época y lugares en que se desarrolla la vida de Siddharta Gautama) aparece el jainismo (de "jaina": vencedor), movimiento de reforma religiosa que presenta sorprendentes parecidos con la doctrina budista.
            1.2.3.1. Vardhamana o Mahavira ("el gran héroe") es, para los jainistas, tan solo el último de una serie de veintiún "anunciadores de la salvación" (tirthankaras), pero de los veinte restantes no existe apenas constancia de su existencia histórica. Su vida se desarrolla de la siguiente manera: Abandona a los veintiocho años su familia y posesiones para llevar una vida de rigurosa ascesis; doce años después alcanza la iluminación y, en los treinta años siguientes, se dedica a predicar su doctrina como jefe de una comunidad de monjes desnudos.
            1.2.3.2. El silencio sobre Dios.
            Como el budismo, el jainismo se presenta como religión no revelada, en el sentido de no depender para nada de los dioses; ni siquiera se plantea su existencia. Se centra en el esfuerzo humano por alcanzar la liberación, es decir, el verdadero conocimiento de su ser, que le sirve para escapar del samsara.
Jainistas evitando la muerte de insectos al tragarlos sin querer
            1.2.3.3. Ahimsa.
            Aparte del agnosticismo teológico, el centro de la doctrina jainista es la idea de "alma" o "vida" (jiva). Cada alma es en sí misma autotransparente y omnisciente, ya que refleja en sí todo el Universo; sin embargo, la unión con la materia oscurece su conocimiento y produce karma, apego a la existencia. Según la materia a la que estén unidas, las almas pueden poseer un solo sentido (vegetales), dos, tres, cuatro o cinco; pero, en sí mismas, todas las almas son iguales y deben ser respetadas. De ahí el mandamiento fundamental del jainismo: no hacer daño a ningún ser viviente (ahimsa). Para cumplirlo, el jainismo llega a considerar meritorio el ayuno hasta la muerte; no obstante, únicamente prescribe como obligatorio el vegetarianismo y el respeto absoluto a toda vida animal.

1.3. El hinduismo.


            En su forma clásica (aproximadamente a partir del 400 a.C.), la religión de la India alcanza las características definitivas que la hacen reconocible hasta la actualidad. Muy brevemente:
Trimurti o Trinidad hindú
            1.3.1. Se reconoce un único Ser Supremo, Brahma (forma masculino del neutro Brahmán), absolutamente lejano e inaprensi­ble para el hombre; por ello el culto religioso se centra en las dos manifestaciones de Brahma: Shiva y Visnú.
            1.3.2. Shiva es, en su origen, un sobrenombre del dios védico Rudra, dios de contrastes al que se le pedía que se mantuviera lejos y a la vez que curara las enfermedades. Esta dualidad se conserva en Shiva: preside la creación y la destruc­ción, el bien y el mal; se le representa en actitud danzante y, como dios de la fecundidad, su símbolo es el falo. Tiene tres esposas: Kali, Durga y Parvati.
            1.3.3. Visnú aparece como dios benevolente con el hombre, objeto de la devoción popular (bakhti). Según la leyenda, rescató el mundo del poder de los asuras (antidioses o diablos). Se le da culto también en sus encarnaciones (avataras), las más conocidas de las cuales son Krishna y Rama.
            1.3.4. La literatura religiosa de la época consiste, por una parte, en colecciones de aforismos (sutras) sobre distintos aspectos de la vida humana y, por otra, en dos grandes poemas épicos (Ramayana y Mahabharata). Ambos giran en torno al culto de Visnú, encarnado en los héroes Rama y Krishna; el Mahabharata incluye un poema, el Bhagavad-Gita: Antes de entrar en batalla contra sus parientes y amigos, el héroe Arjuna, ateniéndose al pensamiento tradicional -ley del karma- teme a las consecuencias futuras de sus actos; Krishna le impulsa a cumplir con su deber, mostrándole que la obediencia a Dios es también un camino de salvación. En esta idea se basará la devoción popular o bakhti.
           

            2. EL BUDISMO.


            2.1. Vida de Siddharta Gautama (560-480 a.C.).


            2.1.1. El nacimiento e infancia del futuro Buda nos han llegado rodeados de leyendas. Los datos ciertos parecen ser: nació en Kapilavastu, en el actual Nepal, de familia noble; los primeros años de su vida estuvo rodeado de lujo y bienestar; a los dieciséis años se casó con su prima Yasodhara, de la cual tuvo un hijo.
            2.1.2. La gran crisis se produjo a los veintinueve años, cuando, según la tradición, tuvo una serie de encuentros que le hicieron conocer la realidad del sufrimiento (un anciano, un enfermo, un muerto, un monje mendigo). Ello le lleva a poner en cuestión su existencia anterior y a iniciar un camino de búsqueda espiritual. Busca la respuesta a la pregunta: ¿Por qué hay dolor y cómo podemos liberarnos de él?
            2.1.3. En principio pregunta a los que la sociedad considera más sabios, los sacerdotes, pero no saben contestarle. Se retira entonces durante seis años al bosque, para buscar él mismo la verdad practicando la ascesis más rigurosa; pero descubre que ese método, en vez de proporcionarle el conocimiento que busca, arruina su cuerpo y embota su mente.
Imagen (fijada por la tradición) de Siddharta Gautama
            2.1.4. Rechazados dos caminos opuestos (el lujo y el ascetismo exagerado), busca entonces la verdad por el camino intermedio. Por fin, a los treinta y cinco años encuentra la iluminación (Boddhi), siendo llamado desde entonces Buda ("iluminado" o "despierto"). El hecho ocurre junto a una higuera, en el bosque de Gaya.
            2.1.5. En Benarés, Buda expone por primera vez a un grupo de discípulos el resultado de su iluminación, las "cuatro nobles verdades":
                        a) La verdad de que existe el sufrimiento.
                        b) La verdad de que el sufrimiento tiene una causa.
                        c) La verdad de que el sufrimiento puede cesar.
                        d) La verdad de que hay un camino que lleva al fin del sufrimiento.
            2.1.6. Durante el resto de su vida, Buda no hizo otra cosa que consolidar una comunidad de discípulos. Admitió todo tipo de seguidores, sin tener el cuenta el sistema de castas. Desde el principio, los creyentes budistas se dividieron en monjes y laicos. Los monjes encarnan el ideal budista: su código ético es más riguroso que el de los laicos; éstos deben sostener la vida monacal. Buda se negó a nombrar un sucesor y a establecer una jerarquía. Murió a los ochenta años.

            2.2. Las cuatro nobles verdades.


            2.2.1. La existencia del sufrimiento.


Sermón de Benarés
            Para Buda, el dolor llena toda la realidad, es su raíz. Incluso el placer no es más que dolor oculto.
            -A veces, el placer de un ser está causado por el dolor de otro.
            -Otras veces, algo agradable va seguido de dolor.
            -El temor acompaña a muchas experiencias agradables, convirtiéndolas en dolorosas.
            -En el mejor de los casos, el placer es algo transitorio, y esta transitoriedad es también dolorosa.

            2.2.2. La causa del sufrimiento.


            La causa del dolor es el deseo, que Buda clasifica en tres niveles:
            -El deseo de satisfacción sensual, que necesariamente (tanto si se alcanza como si no) produce frustración.
            -El deseo de existir, por el que nos aferramos a una existencia que es en sí misma sufrimiento.
            -El deseo de no existir, resultado de la desesperación; pero este deseo engendra también dolor porque, aunque nos quitemos la vida, mientras no eliminemos el deseo volveremos a ella una y otra vez.
            En resumen, los hombres sufren porque se agarran a las realidades transitorias como si fueran realidades permanentes. El hombre quiere perpetuarse, y al no conseguirlo sufre; quiere dejar de sufrir, y eso no hace más que añadir sufrimiento; de este sufrimiento no puede liberarse mediante el suicidio, ya que, mientras no haya una auténtica liberación, el deseo volverá a encadenarle a la rueda del sufrimiento (o de la vida).

            2.2.3. El fin del sufrimiento.


            El cese del sufrimiento es la supresión del deseo.
            Al estado en que se suprime todo deseo y, por lo tanto, todo dolor se le llama Nirvana. El Nirvana puede describirse:
            a) Positivamente, como plenitud y felicidad.
            b) Negativamente, como supresión del deseo.

            2.2.4. El camino hacia el fin del sufrimiento.


            El camino que lleva hacia el Nirvana se divide en ocho ramas. Pero, como escribe Saddhatissa, "esto no significa que esté compuesto de etapas consecutivas. Los ocho factores son interdependientes y es necesario que sean perfeccionados simultáneamente, no siendo posible la realización de un factor sin el desarrollo, al menos parcial, de los otros."[1]
            Los distintos autores suelen dividir el Óctuple Camino en tres tramos:
            2.2.4.1. El conocimiento.
            a) Recta comprensión de las cosas: Se deben cuestionar los propios prejuicios o convicciones, basándonos en el principio de que "no todo es como parece ser"; p. ej., es un error confundir la seguridad material con la paz de la mente, que es lo que realmente proporciona la felicidad.
            b) Recta motivación: Deben suprimirse los motivos impuros de los pensamientos (miedo, crueldad, malevolencia, intereses egoístas, etc.) y sustituirlos por otros motivos más rectos (generosidad, compasión, sabiduría, etc.).
            2.2.4.2. La conducta.
            a) Recto modo de expresión: Evitar la mentira, las conversa­ciones groseras y frívolas, escuchar a los demás, etc.
            b) Recta acción: No se trata solo de cumplir los preceptos éticos, sino realizar tan solo aquellas acciones que no dejan karma, es decir, las que no impiden que el hombre se libere. Alcanzar la recta acción exige normalmente más de una vida.
            c) Recto medio de vida: No todos los trabajos son igualmente lícitos; p.ej, algunos consisten en hacer daño a seres vivientes o aprovecharse del daño que otros hacen (carnicero, matarife, fabricante o comerciante de armas, verdugo, fabricante o comerciante de licores o drogas, etc.).
            2.2.4.3. La meditación.
            a) Recto esfuerzo: Un esfuerzo de la mente solo es válido si se encamina a uno de estos cuatro objetos:
            -Eliminar un estado mental impuro que existe.
            -Evitar que se produzca un estado impuro que no existe.
            -Conservar un estado puro que existe.
            -Fomentar un estado puro que no existe.
            b) Recta atención: Es el factor fundamental del óctuple sendero, sin el cual ninguno de los otros es posible. Significa crecer en la conciencia de sí mismo hasta el punto de que no haga, diga o piense nada de lo que no sea plenamente consciente; incluye posturas corporales, sentimientos, palabras, comprensión de acontecimientos, de las enseñanzas de Buda, etc.
            c) Recta concentración: Contrapunto, en el retiro, de la atención en la vida cotidiana; consiste en una serie de métodos para eliminar la inquietud de la mente y hacer posible una conciencia clara de las cosas.

            2.3. El código ético budista.


            Aunque la mayor parte de las enseñanzas de Buda tienen un carácter ético, sin embargo el código como tal se concreta en ocho preceptos, cinco negativos y tres positivos:

            2.3.1. Prohibiciones.


            2.3.1.1. Hacer daño a seres vivientes.
            Esta prohibición va más allá de "no matar", pues habla de cualquier daño o sensación dolorosa e incluye también a los animales.
            2.3.1.2. Tomar lo que no se me ha dado.
            Prohíbe tanto el robo propiamente dicho como cualquier actitud codiciosa e insolidaria (apropiarme de algo antes que otro me lo quite).
            2.3.1.3. Usar mal los propios sentidos.
            Prohíbe el desorden en la conducta sexual, alimenticia, etc.
            2.3.1.4. Decir palabras inconvenientes.
            Prohíbe la mentira, la calumnia, la difamación, las conversa­ciones frívolas, los insultos, divulgar secretos, etc.
            2.3.1.5. Tomar drogas o bebidas que ofusquen la mente.
            No es un precepto secundario, sino central en el budismo, ya que este busca sobre todo la claridad de la mente.

            2.3.2. Mandatos positivos.


            El aspecto positivo de la moral budista está resumido en tres principios.
            2.3.2.1. Dejar de hacer el mal.
            Resume el contenido de las cinco prohibiciones.
            2.3.2.2. Aprender a hacer el bien.
            El budista debe esforzarse por alcanzar dos virtudes:
            a) Dana: voluntad general de dar a los otros, tanto cosas materiales como trabajo, tiempo, ayuda espiritual, etc.
            b) Metta: estado mental en que la felicidad y los problemas de los otros son tan importantes para mí como los míos propios.
            2.3.2.3. Purificar la propia mente.
            Lograr la total claridad y paz.

            2.3.3. Normas específicas de los monjes.

Monjes budistas

            Los mandatos y prohibiciones anteriores valen para todos. Sin embargo, los monjes están obligados a guardar además otros cinco mandamientos:
            a) No comer a horas prohibidas.
            b) No entregarse a placeres mundanos.
            c) No usar perfumes.
            d) No dormir en camas anchas y hermosas.
            e) No aceptar ningún dinero.

            2.4. Creencias budistas acerca de Dios y del alma.


            2.4.1. El silencio sobre Dios en el budismo primitivo.


            El budismo ha sido calificado como religión atea; es discutible la exactitud de esta caracterización, pero el hecho es que Buda no habla nunca sobre un Ser Supremo, ni la idea de "iluminación" alude a divinidad alguna (más bien se trata de un autoconocimiento), ni, por supuesto, se considera a sí mismo otra cosa que un simple hombre. Además, rechazó los rituales brahmáni­cos y propuso un camino de perfección en el que el hombre es el único agente activo. Los budistas son claros al referirse a su propia doctrina: no es resultado de ninguna revelación ni contiene dogma alguno; sus conclusiones se obtienen de la experiencia y están al alcance de cualquier persona.

            2.4.2. Budismo hinayana y budismo mahayana.


            Los seguidores de Buda se han dividido entre los que han permanecido fieles al budismo originario (budismo hinayana o theravada: "pequeño vehículo") y los que han intentado abrir la religión para que sea vehículo de salvación para todos, no solo para una élite selecta (budismo mahayana: "gran vehículo").
            Las principales diferencias entre ambas corrientes son:
            a) El budismo hinayana, al poner el Nirvana como perfección suprema, sostiene que el propio Buda lo ha alcanzado ya y, por lo tanto, ha dejado de existir; de él solo nos queda su recuerdo y su enseñanza. El budismo mahayana, por el contrario, concibe una forma de perfección superior incluso al Nirvana: la de volver a la existencia para servir de guía.
            b) El budismo hinayana, de hecho, restringe la salvación a los monjes; el budismo mahayana ve a Buda como modelo para todos los hombres, no solo para los monjes.
            c) El budismo mahayana ha tomado muchos elementos de la religiosidad popular, entre ellos la creencia en dioses y los rituales religiosos; entre las figuras divinas han incluido al propio Buda. El budismo hinayana permanece agnóstico.

            2.4.3. El Nirvana como lo Absoluto.


            Muchos autores han señalado que, a pesar de su silencio sobre Dios, hay un lugar en el budismo originario para la Realidad Absoluta. A esta se le da el nombre de Nirvana y, al referirse a él, encontramos que le son asignados los atributos propios de la divinidad en otras religiones: suma perfección, felicidad, ausencia de deseos y necesidades, autosuficiencia plena... Sus descripciones son casi siempre negativas, pero ello, más que caracterizarlo como "pura nada", más bien resalta la distancia ontológica entre el Nirvana y la realidad conocida (de forma parecida a como el Brahmán es "lo totalmente otro").

            2.4.4. La no unidad personal.


            Para el budismo, el hombre no es una unidad (llámese "yo", "alma" o como se quiera), sino un agregado o corriente de elementos materia­les y mentales. Y, del mismo modo que los elementos materiales no se destruyen con la descomposición del cuerpo, sino que pasan a otros cuerpos, los elementos mentales tampoco desaparecen, sino que persisten en su afán de vivir hasta que se funden en el Nirvana.
            De ahí que, en el budismo, la idea de reencarnación no se refiere tanto a un alma que, después de dejar un cuerpo, toma otro distinto cuanto a los distintos elementos que, forzados por su karma, buscan volver a la existencia.


            C) LA TRADICIÓN JUDEOCRISTIANA.


            1. Etapas de la religión de Israel: Símbolos y formas cultuales.


            1.1. El judaísmo premonárquico.


1.1.1.      La pascua.


            La mención más antigua de Israel data de 1220 a.C.: El faraón Menefta celebra su victoria sobre diez pueblos, entre ellos Israel. Se puede dar por supuesto que ya en esta fecha el pueblo judío estaba asentado en Canaán.
            Se puede considerar el éxodo desde Egipto hasta Canaán como el primer episodio (posteriormente magnificado) de la historia de Israel. En los textos bíblicos, la fiesta de la pascua aparece ligada a la liberación de la esclavitud de Egipto. La celebración de la pascua (que se prolonga unos siete u ocho días) contiene dos ritos principales:
            a) La obligación de comer pan ácimo, sin levadura (símbolo del nuevo comienzo: la masa no contiene nada que provenga de la cosecha anterior).
            b) La cena pascual, o comida de un cordero -sacrificado ritualmente- en familia.
            Ambos rituales parecen indicar que la pascua resulta de la fusión de dos fiestas anteriores (una de agricultores y otra de ganaderos); en todo caso, al adquirir un contenido histórico muy concreto (la salida de Egipto) se convierte en uno de los pilares de la religión de Israel.

1.1.2.      La revelación del Sinaí.


            Junto al recuerdo de una intervención liberadora de Dios, aparece la idea de un pacto o alianza entre Dios y el pueblo, consistente en la entrega de una Ley o Torah. Más tarde, se dedicó a la entrega de la Ley una fiesta especial: la de Shuavot ("semanas") o Pentecostés.


1.1.3.      Las tradiciones patriarcales.


            La misma idea de alianza se desarrolla retrospectivamente: Dios ya había hecho un pacto con los antepasados de Israel, Abraham, Isaac y Jacob; pacto por el que se promete la tierra de Canaán a sus descendientes. De esta manera, los israelitas sintieron la tierra que ocupaban como propia.

1.1.4.      El arca de la alianza (arón haberit).


            Según Ex 25 y Dt 10, consistía en un cofre hecho con madera de acacia en el cual se guardaban las tablas de la Ley (custodia­das por dos querubines: probablemente leones alados). Simboli­zaba la presencia de Dios en medio de Israel. En un primer momento, fue guardada en una tienda especial, la tienda del encuentro; posteriormente, fue depositada en el Templo construido por Salomón. Desapareció cuando este Templo fue destruido por Nabucodonosor.

1.1.5.      Sacrificio y sacerdocio.


            La forma principal de culto entre los antiguos hebreos era el sacrificio: el ofrecimiento de una víctima (generalmente un animal, a veces también los frutos primeros de las cosechas) a Yahvé. Los cinco primeros libros del Levítico enumeran los tipos de sacrificio, aunque este texto es tardío, pertenece a la tradición sacerdotal (siglo VI a.C.) y hay que pensar que refleja una época muy posterior de la liturgia judía.
            En todo caso, hay que destacar como forma especial de sacrificio, ya en esta primera época, el holocausto o destrucción total de la víctima (en otros casos, al menos una parte de ella podía ser comida por el sacerdote o el oferente). Alrededor del acto de sacrificio fue creándose una liturgia y una clase sacerdotal, en los distintos lugares en que los sacrificios podían llevarse a cabo.

1.1.6.      El sábado.


            La palabra hebrea sabbath significa literalmente descanso. Es seguro que la institución del descanso sabático procede de los primeros tiempos de la religión israelita, ya que es mencionada en los documentos más antiguos (yahvista: Ex 34,21, y elohista: Ex 23,12). Otro asunto distinto es el de su justificación teológica, mucho más tardía, y además diferente en las distintas tradiciones: para el sacerdotal, la semana humana debe reproducir la acción de Dios, que hizo el mundo en seis días y el séptimo descansó (Gen 1, Ex 20), mientras que el deuteronomista lo relaciona con la necesidad del descanso para hombres y animales, y también "para el extranjero que habita en medio de ti" (Dt 5).

            2.1. El judaísmo del Primer Templo.


            2.1.1. El santuario único.


            Cuando los israelitas ocuparon Canaán, tomaron los templos de los cananeos para dar culto a Yahvé; así son nombrados en la Biblia santuarios como Silo, Betel, Dan, etc. Con la elección de Jerusalén como capital por David, y la construcción en esta ciudad de un santuario por Salomón, el templo de Jerusalén se convirtió en el centro de la religión de Israel; en él se deposita el arca de la alianza y reside el sumo sacerdote.
            La división del reino tras Salomón hace inevitable la persistencia de una pluralidad de santuarios, a pesar de la tendencia a la centralización; sin embargo, tras la desaparición del reino del Norte (siglo VIII), se redacta el libro del Deuteronomio e, inspirándose en las ideas de este, se lleva a cabo la reforma religiosa de Josías: un solo Dios, un solo culto, un solo templo.

            2.1.2. Sacerdotes y levitas.


            Aunque para el relato bíblico la distinción entre sacerdotes y levitas se remonta hasta el éxodo (los levitas son los descendientes de Leví, los sacerdotes los de Aarón), los historiadores se inclinan más a relacionar esta dualidad dentro de las funciones sacerdotales con la unificación del culto en Jerusalén: los sacerdotes de otros santuarios pasarían a Jerusalén como "sacerdotes de segunda clase" o auxiliares de los sacerdotes de Jerusalén. Todavía en la actualidad puede identifi­carse la ascendencia levítica o sacerdotal en los apellidos de muchos judíos (Levy, Leví, Levene, Levin, etc.; Cohen, Coen, Kuhn, etc.). A la cabeza del grupo sacerdotal se colocaba el sumo sacerdote: Según la Biblia, Aarón fue el primer sumo sacerdote.

            2.1.3. La crítica profética.


            Los profetas constituyen un movimiento de reforma religiosa que reacciona contra la contaminación (adherencias de otros cultos) y formalización (tendencia al ritualismo) de la religión de Israel. Por lo general, los profetas no son sacerdotes (hay excepciones, como Ezequiel), pero dicen hablar en el nombre de Yahvé. A veces se vale de palabras y otras veces de acciones simbólicas; en muy contadas ocasiones (los casos de Elías y Eliseo son los más representativos) la tradición muestra al profeta como un obrador de milagros.
            El movimiento profético se extiende desde los inicios de la monarquía (Samuel, Natán) hasta después del exilio.
El profeta Isaías, según Miguel Ángel
         Con los profetas la religión de Israel alcanza una profundi­dad y pureza que anteriormente no había conocido:
            a) Se señala la vinculación entre religión y ética: De nada sirve dar culto a Dios si uno se olvida de sus obligaciones con los hombres.
            b) Se insiste en la trascendencia de Dios, denunciando el uso de imágenes (Dios no puede parecerse a ninguna obra hecha por manos humanas).
            c) Por primera vez, la religión judía se hace expresamente monoteísta: no solo se predica la adoración exclusiva a Yahvé, sino que se dice claramente que no existe ningún otro dios.
            d) Se señala la finalidad de la elección divina de Israel: Dios ha elegido a Israel para que sea luz de las naciones, es decir, para que por su medio todos los hombres conozcan al único Dios verdadero.

            1.3. El judaísmo del Segundo Templo.

           
Maqueta del Templo de Jerusalén
            A partir del exilio, se rompe la unidad territorial del pueblo judío. Incluso cuando se les permita volver, muchos preferirán quedarse en Babilonia. Los que regresan a Palestina, bajo la dirección del sacerdote Esdras y el gobernador Nehemías, reconstruyen el Templo y amurallan Jerusalén.

            1.3.1. El "pueblo santo".


            La experiencia de la derrota, el exilio y el contacto con gentiles han hecho dudar a muchos judíos sobre su propia identidad como pueblo. Es necesario reforzar el sentimiento de pertenencia al pueblo elegido. Para ello se insiste en los elementos distintivos: la circuncisión y las normas de pureza, que limitan el trato entre israelitas y gentiles (los textos que hacen retroceder estas normas hasta el tiempo del éxodo e incluso de Abraham son todos sacerdotales); a la vez, se prohíben los matrimonios mixtos.

            1.3.2. La Torah.


            Es también en esta época cuando se termina la tarea de recopilación de las distintas tradiciones; la proclamación, ahora, de la Torah, ya definitivamente concluida, se presenta como una renovación de la alianza del Sinaí.

            1.3.3. El pueblo humillado.


            Desde la división del reino, el año 922, Israel ha estado siempre sometido a la influencia de pueblos extranjeros: primero los asirios (que acabaron con el reino del Norte), después los babilonios (que destruyeron el Templo), después los persas, los ptolomeos, los romanos... En círculos proféticos y sacerdotales empieza a desarrollarse la idea de que esta situación de humillación es una prueba de fidelidad a la que Dios somete a su pueblo: si en este tiempo de prueba Israel permanece fiel, Dios restaurará su grandeza.

            1.3.4. La esperanza mesiánica y la resurrección de los muertos.


            La creencia en una restauración de Israel toma la forma de esperanza mesiánica: Hay un personaje, el mesías ("ungido" como lo fue David, es decir, señalado por Dios), descendiente de David, que salvará al pueblo, trayendo la justicia, la paz y la grandeza de Israel; en la mayor parte de las ocasiones, las ideas mesiánicas se encarnan en figuras guerreras, como los macabeos o Judas el galileo.
            Unido a la esperanza mesiánica aparece el género apocalípti­co, especulaciones acerca del reinado de Dios inaugurado por el mesías; dentro de este género aparece el libro de Daniel, en el cual aparece la denominación mesiánica de hijo del hombre.
            De Ezequiel y Jeremías, profetas del tiempo del exilio, proceden dos de las ideas que adquirirían mayor desarrollo en el final de este período:
            a) Dios firmará con Israel un nuevo pacto, esta vez no en tablas de piedra, sino en los corazones de los israelitas (Jer 32).
            b) El pueblo de Israel es comparado a una muchedumbre de esqueletos que se levantan de la tumba y vuelven a revivir (Ez 37); a partir de esta imagen -en principio una simple alegoría- empieza a desarrollarse la creencia en que Dios dará de nuevo vida a los muertos, hoy en día aceptada por todos los judíos.

            1.3.5. El pueblo disperso: La sinagoga.


            La pérdida de la unidad territorial de Israel exige la creación de lugares de encuentro de los judíos que viven lejos de la tierra de sus padres: aparecen las sinagogas; nunca han sustituido al Templo único, pero de hecho se han convertido en los lugares donde los judíos cumplen ordinariamente sus deberes cultuales.

            1.3.6. Corrientes y sectas.


            Es propio de este período el desarrollo de especulaciones e interpretaciones acerca de la Torah y la tradición. Los judíos se agrupan en partidos:
            -Los fariseos ponen el centro de la religión en el cumpli­miento escrupuloso de la Ley, tanto escrita como oral; creen, además, en la resurrección de los muertos.
            -Los saduceos es el partido de la clase sacerdotal: no aceptan más Ley que la escrita y no aceptan nada que no aparezca en la Escritura con entera claridad (p. ej., la resurrección de los muertos).
            -Los esenios son judíos que, sometiéndose a una estricta regla de vida en comunidad en el desierto, esperan la llegada del mesías y la nueva alianza.
            -Hay otra corriente o movimiento al que generalmente se le da poca importancia, pero no puede ser ignorado al estudiar los orígenes del cristianismo: el movimiento bautista[2]. Sus notas principales eran: a) Predicación de la llegada inminente del reinado de Dios; b) Llamada a la conversión; c) Uso de un ritual simbólico para expresar esta conversión, el bautismo o inmersión en agua. Nos consta la existencia de al menos tres figuras históricas pertenecientes a este movimiento: Juan Bautista, Bannos y Jesús de Nazaret (mencionados los tres por Flavio Josefo).

            1.3.7. Israel y la gentilidad: Prosélitos y "temerosos de Dios".


            Por otro lado, la presencia de comunidades judías en ciudades alejadas de Palestina provoca necesariamente nuevas relaciones entre Israel y la gentilidad. En un momento determina­do, muchas personas de cultura griega aparecen intelectualmente interesadas por el judaísmo; en este ambiente de intercambio de ideas aparece la Biblia de los Setenta y los escritos de Filón de Alejandría. Entre los gentiles que se acercan a Israel, hay que algunos que llegan a dar el paso de integrarse en el judaísmo (en el caso de los varones, se circuncidan): son los prosélitos; otros permanecen próximos, pero no llegan a hacerse judíos: son los temerosos de Dios. Muchos judíos constatan que es la circuncisión, junto a algunas otras costumbres judías, lo que hace que los temerosos de Dios no terminen de dar el paso definitivo, y empiezan a considerar la necesidad de un mayor aperturismo.

            1.4. El judaísmo rabínico.


            A partir del año 70 d.C., el Templo deja de ser la referen­cia religiosa fundamental para los judíos; la rebelión de Judea es aplastada y el territorio es llamado por los romanos Palestina (la tierra de los filisteos). La diáspora aumenta, y los judíos deberán salvaguardar la unidad de la fe mediante símbolos reconocibles en todos los lugares y, por tanto, no ligados a la materialidad de un territorio.

            1.4.1. La Escritura: Torah, profetas, escritos.


            Aunque hay diversas teorías acerca del momento de formación del canon de la Biblia hebrea, los documentos de los primeros siglos de la era cristiana (textos de Qumram y del Nuevo Testamento) nos muestran que en esta época no existía todavía una lista definitiva de los libros que forman la Escritura. En cualquier caso, la idea de una división tripartita de la Escritura es anterior (prólogo del Sirácida: s. II a.C.) y mantendrá su vigencia hasta la actualidad. La Escritura compren­de:
            a) La Torah.- Los cinco libros llamados "de Moisés"; base de las creencias religiosas, la tradición histórica y el derecho de Israel.
            b) Los profetas.- Incluye tanto los libros proféticos propiamente dichos como los de contenido histórico en que se hace referencia a profetas no escritores.
            c) Los escritos.- Se incluyen aquí los textos (poéticos, sapienciales, narrativos, etc.) que no tienen cabida en los dos apartados anteriores.

            1.4.2. Los escritos rabínicos.


            Junto a esta Escritura o Palabra de Dios, cuyo núcleo es la Torah, los sabios religiosos desarrollaron la llamada Torah oral, serie de interpretaciones acerca de las condiciones de validez y aplicación de la Torah escrita. Las colecciones rabínicas más importantes son:
            a) La Misná, recopilada hacia el siglo II d.C.
            b) El Talmud, colección todavía abierta (las interpretacio­nes posteriores se añaden a las anteriores en forma de anillos o círculos concéntricos), que toma como base la Misná.
            Aparte de estas colecciones legales, los rabinos también desarrollaron la Cábala, interpretaciones alegóricas, simbólicas y místicas de la Sagrada Escritura que tratan de captar un sentido más profundo que el que aparece en una lectura normal.

            1.4.3. El rabino como guía espiritual.


            En esta época, una vez desaparecido el Templo, los rituales sacrificiales pasan a un segundo plano y, por tanto, también la clase sacerdotal especializada en ejecutarlos pierde su importan­cia. Ya no se considera a los sacerdotes y levitas como los representantes religiosos del pueblo; este lugar pasa a ser ocupado por el maestro religioso o rabino, que dirige a la comunidad judía en los distintos lugares en que esta se encuen­tre.

            1.5. El judaísmo actual.


            1.5.1. Las experiencias históricas.


            El judaísmo actual está marcado por dos experiencias históricas decisivas.

            1.5.1.1. El holocausto.
            Visto por los judíos como la culminación de una campaña milenaria contra Israel, marca el punto máximo de la prueba de fidelidad del pueblo elegido. En adelante, la relación de los judíos con Dios pierde toda ingenuidad: Dios ha sido quien los ha probado hasta el límite de sus fuerzas, y ellos han resistido.

            1.5.1.2. El Estado de Israel.
            Significa para los judíos el inicio de un retorno a la tierra de sus padres, retorno al que tienen derecho y que se ve dificultado por la hostilidad de los árabes.

            1.5.2. Las fiestas nacionales de Israel.
            El judaísmo es a la vez un pueblo y una religión; aunque estas dos dimensiones no son totalmente separables, la dualidad se manifiesta en la existencia de un judaísmo laico y un judaísmo religioso, cada uno de ellos con su fiesta propia.

Celebración del Yom Kippur, ante el Muro de las Lamentaciones
            1.5.2.1. La fiesta religiosa: el Yom Kippur.
            Fiesta de raíces bíblicas (Lev 16), fue instituida probable­mente después del exilio, ya que los documentos más antiguos no la mencionan. A partir de la era cristiana, y hasta la actuali­dad, se ha convertido en la fiesta religiosa principal del judaísmo, llegando a desplazar incluso a la pascua. En ella se celebra la expiación de los pecados del pueblo (incluye el ritual del "chivo expiatorio": un carnero es cargado simbólicamente con los pecados del pueblo, y después es alejado hasta un lugar desierto, o arrojado por un precipicio).

            1.5.2.2. La fiesta laica: el día de la Shoah.
            Dado que en el Yom Kippur se destaca sobre todo la relación del pueblo con Dios, el judaísmo laico ha instituido otra fiesta en que se destaca la relación del pueblo con su propia historia; esta historia se condensa en la Shoah ("catástrofe"), el exterminio masivo de judíos en la Europa ocupada por los nazis.

            1.5.3. Ortodoxia y reformismo.


            Dentro del judaísmo religioso, encontramos, además, una pluralidad de tendencias, cuyos extremos estarían ocupados por:
            a) Una interpretación abierta y liberal de las normas religiosas (muchas de ellas tienen una validez temporal y condicionada) y una tendencia a integrarse en la cultura e instituciones de los gentiles (judaísmo reformista).
            b) Una interpretación fundamentalista y literal de las normas religiosas (hasta el punto de no reconocer otra ley que la Torah, ni siquiera la del Estado de Israel) y una tendencia a la autosegregación social (judaísmo ortodoxo).

            2. Los orígenes del cristianismo.

           
            Tras más de dos siglos de discusiones y estudios sobre el tema, actualmente existe un acuerdo general entre los investiga­do­res en lo que se refiere a los siguientes puntos:
            a) La existencia histórica de Jesús de Nazaret, que no puede ser reducido a una figura mítica[3].
            b) La presencia, dentro de los evangelios canónicos (principalmente de los tres sinópticos), de datos históricos mezclados con interpretaciones de la primera comunidad cristiana; lo cual hace necesaria una tarea de separación, siguiendo normas metodológicas precisas y rigurosas.
            c) La casi total irrelevancia como documentos históri­cos de los evangelios apócrifos, en su mayor parte dependientes de los canónicos.
            d) La certeza de que las ideas del cristianismo primitivo muestran un grado mucho mayor de parentesco con algunas corrien­tes del judaísmo del Segundo Templo (escritos apocalípticos, movimientos bautistas, ascetismo individual y comunitario, etc.) que con la cultura helenista de la época.

            2.1. El Jesús histórico.


            Acerca de Jesús, se puede sintetizar de esta manera su perfil como figura histórica (al margen de las creencias religiosas sobre su persona):
Bautismo de Cristo (Perugino)
            a) La predicación de Jesús se relaciona muy estrechamente con los movimientos bautistas de la época, y el centro de ella es la llegada del reino de Dios.
            b) Este reino de Dios no es nunca descrito directamente, sino por medio de símbolos; entre ellos destacan las parábolas, narracio­nes breves que conectan con la experiencia cotidiana de los que le escuchan (pescadores, campesinos, etc.).
            c) Entre todas las imágenes que simbolizan el reino de Dios destaca la figura (procedente de Is 25) de un banquete, al que todo el mundo está invitado: en primer lugar, los judíos, el pueblo elegido, pero, si éstos rechazan la invitación, el banquete se celebrará de todos modos con pordioseros y extranje­ros.
            d) Jesús se rodea de unos discípulos a los que exige que dejen casa, familia, profesión, etc., para dedicarse exclusiva­mente al anuncio del reino.
            e) La proximidad del reino de Dios relativiza el valor de todo lo demás, incluidos el Templo y la Torah; esto hace que Jesús se enfrente con los representantes oficiales de la religión judía, llegando incluso a protagonizar una protesta en el interior del Templo.
            f) Por otra parte, la predicación de un reino de Dios es entendida políticamente por los romanos, que ven en Jesús el posible cabecilla de una futura sublevación.
            g) Finalmente, la víspera de la pascua[4] (7 de abril) del año 30 d.C. Jesús es condenado a morir y ejecutado en la cruz. Unos días o, en todo caso, poco tiempo después, sus discípulos dijeron haberle visto resucitado.

            2.2. La secta de los nazarenos.


            Poco después de la muerte de Jesús, volvemos a encontrar a sus discípulos reunidos en Jerusalén. El libro de los Hechos de los apóstoles nos cuenta que todavía no se habían separado de la religión judía, sino que seguían participando en el culto del Templo. El mensaje que esta primera comunidad cristiana dirige exclusivamente a los que todavía eran sus correligionarios es:
            a) Jesús es el mesías (en griego, cristo) esperado por Israel.
            b) La prueba de su mesianidad está en que Dios lo ha resucitado de entre los muertos.
            Sin embargo, muy pronto aparece una división en la comunidad cristiana, paralela a la que existía ya dentro del judaísmo: El idioma de la tradición y del libro sagrado, el hebreo, era ya entendido por muy pocos (ello hacía necesaria la existencia de tárgumes, trasposiciones no siempre literales del texto hebreo a la lengua hablada por el pueblo); los judíos de Palestina se dividían entre los que hablaban arameo y los que hablaban griego; según la lengua, existían distintas sinagogas, y las costumbres eran también diferentes. Pues bien, mientras los cristianos de lengua aramea (entre ellos, los apóstoles) fueron aceptados por las autorida­des judías, los cristianos de lengua griega tuvieron problemas con ellas y terminaron marchándose de Jerusalén.
            La diferencia entre las dos corrientes se hace mayor cuando en Antioquía (lugar donde se refugian los cristianos de lengua griega huidos de Jerusalén) muchos gentiles son admitidos en la Iglesia sin ser obligados a aceptar los ritos judíos, particular­mente el de la circuncisión. Los cristianos de Jerusalén reaccionan formando un grupo especialmente intransigente en torno a Santiago, hermano o pariente de Jesús.

            2.3. La ruptura con el judaísmo.


            La situación acaba decantándose con la predicación de Pablo, misionero sorprendentemente activo que funda comunidades cristianas en lugares cada vez más alejados de Palestina; estos nuevos cristianos proceden del paganismo, en muchos casos no han oído siquiera hablar de la Torah y parece absurdo obligarles a cumplir unas normas (sobre la circuncisión, los alimentos permitidos o prohibidos, etc.) que para ellos no tienen ningún sentido.
            El contraste entre las dos formas de entender la relación entre el cristiano y la Ley judía era tan acusado que llegó a temerse seriamente que diera lugar a dos iglesias diferentes. Por ello, en Jerusalén (hacia el año 49) se acordó un compromiso entre las dos partes: A cambio de permitir la entrada de no circuncidados en la Iglesia, se prohibía a éstos que comieran carnes sin sangrar (la Torah prohíbe el consumo de sangre) o sacrificadas a los dioses paganos. Se trataba de un acuerdo provisional que con el tiempo se fue olvidando, ya que la corriente que defendía el abandono de los ritos de la Ley judía acabó imponiéndose definitivamente y ya no era necesario ningún compromiso con la otra parte.
            De esta manera, el cristianismo acabó separándose de la religión de Israel.

            2.4. Iglesia cristiana y Estado romano.


            Mientras los cristianos eran un grupo o corriente dentro del judaísmo, gozaron de los privilegios que este tenía: p. ej., a los judíos se les permitía no dar culto al emperador, obligación a la que estaban sometidos todos los demás ciudadanos del Imperio. Un texto de Suetonio, en el que se cuenta que Claudio expulsa a los judíos de Roma porque estaba alborotados por un tal Cresto, nos hace comprender que los propios emperadores no distinguían todavía claramente entre judíos y cristianos.

            2.4.1. Persecución alegal.


Antorchas humanas en la persecución de Nerón (H. Siemiradski, 1877)
            Sin embargo, en el año 64 los cristianos de Roma aparecen ya como un grupo diferenciado de los judíos, que además despierta muy pocas simpatías populares; en consecuencia, el emperador Nerón, para desviar de sí mismo la indignación provocada por el incendio de Roma, apresa, manda torturar y ejecuta a cientos de cristianos.
            En adelante, la situación de los cristianos en el Imperio se define por la inseguridad. Por lo general, no eran molestados, pero bastaba un motivo cualquiera para que se desatara una persecución. La consigna oficial durante los dos primeros siglos era: Dejar en paz a los cristianos, pero, si alguien los denuncia, obligarlos a dar culto a los dioses paganos; si se niegan, someterlos a tortura, y, si persisten en su negativa, condenarlos a muerte (carta de Trajano a Plinio el Joven, gobernador de Bitinia). Esta doctrina, contradictoria en sí misma (consideraba al cristianismo como un delito, pero mandaba que las autoridades no llevaran la iniciativa en su persecución) dio lugar a fluctuaciones: Desde emperadores tolerantes e incluso próximos al cristianismo (Alejandro Severo, Felipe el Árabe...) hasta otros, como Marco Aurelio, que ordenan persecuciones, o Septimio Severo, que prohíbe bajo pena de muerte las conversiones al cristianismo.

            2.4.2. Persecución sistemática.


            La situación empeora a partir del siglo III (persecución de Decio): Si hasta entonces los emperadores se habían "lavado las manos", a partir de ahora empiezan a ver en la nueva religión un peligro para el Estado. Las persecuciones dejan de ser el resultado de tumultos populares para organizarse desde el centro mismo del poder: no se actúa a ciegas, sino sistemáticamente, golpeando allí donde el daño puede ser mayor (destrucción de los templos y objetos sagrados, persecución centrada en el clero y en los cristianos con cargos públicos). De todas las persecucio­nes, la más brutal fue la última, ordenada por el emperador Diocleciano a principios del siglo IV.
            El comportamiento de los cristianos durante las persecucio­nes -no siempre ejemplar- dio lugar a diversos grupos (sacrifica­ti -los que sacrificaron a los dioses paganos-, thurificati -los que se limitaron a quemar unos granos de incienso-, libelatici -los que obtuvieron un documento oficial certificando que habían sacrificado, aunque no lo habían hecho-, confesores -los que fueron perseguidos y torturados, pero no llegaron a morir-, mártires -los que murieron-) y a problemas de disciplina eclesiásti­ca, que dieron lugar a tendencias rigoristas y tolerantes dentro de la propia Iglesia. Finalmente, se impuso una solución intermedia: Todos los cristianos podían volver a la Iglesia, pero no sin antes pasar por penitencias durísimas.

            2.4.3. El Estado cristiano.


Concilio de Nicea (325), convocado por Constantino
            Fue justo después de la persecución de Diocleciano cuando se produjo el giro fundamental en la política del Imperio respecto del cristianismo: Dejó de ser perseguido para, primero, ser tolerado (Edicto de Galerio, 311) y, en seguida, convertirse en la religión oficial del Imperio (Edicto de Milán o de Constantino, 313). Todavía el emperador Juliano intentaría dar marcha atrás y volver al paganismo antiguo, pero era un empeño imposible: En el año 380 Teodosio restaura el cristianismo como religión oficial y, unos años después, prohíbe el culto pagano.

            3. Las confesiones cristianas.


            Por razones de extensión, no se puede dar un cuadro detallado de las distintas confesiones cristianas, pero sí señalar sus rasgos definitorios; como creencias generalizadas (no universales) entre los cristianos figura la divinidad de Cristo y la doctrina de la Trinidad. Todas ellas practican rituales (llámense o no sacramentos) relacionados con el bautismo y la última cena.

            3.1. La Iglesia católico-romana.


            Se apoya en el principio de sucesión apostólica (la Iglesia se apoya en el poder de enseñar y gobernar que Cristo transmitió a los apóstoles y a sus sucesores, los obispos). Entre los obispos, hay uno que se considera el primero y con jurisdicción sobre todos los demás: el obispo de Roma o papa, sucesor de Pedro (el primero de los apóstoles).

            3.2. La Iglesia ortodoxa.


            Reconoce, como la católica, el principio de sucesión apostólica, pero, como mucho, acepta la jurisdicción del obispo de Roma sobre la Iglesia de Occidente, de ningún modo sobre la de Oriente. Desde su separación definitiva de Roma, en 1054, no ha hecho ningún progreso dogmático, ya que no se considera capacitada para ello (es solo una parte, no la totalidad de la Iglesia).

            3.3. Las iglesias protestantes.


            El nombre procede de la protesta de los partidarios de Lutero en la dieta de Spira de 1521. Incluye a las iglesias que se separaron de Roma en el siglo XVI y las que posteriormente han ido surgiendo de estas.

            3.3.1. Iglesia evangélica (luterana).


            Rechaza las mediaciones (doctrina eclesiástica) interpuestas entre el creyente y la Palabra de Dios, expresada en la Biblia; niega que el papa y los obispos tengan una autoridad especial. Insiste en la justificación por la sola fe, no por las obras (dicho de otra manera: solo Dios puede salvar al hombre).

            3.3.2. Iglesia reformada (calvinista).


            Separada de Lutero por la mayor radicalidad de sus tesis, incluye las llamadas iglesias presbiterianas (ya que de los tres tipos de dirigentes, ministros, presbíteros y diáconos, se da importancia a los segundos; sirve además para distinguirse de las iglesias episcopalianas, en las que el obispo juega un papel fundamental). Tienden a buscar la máxima simplicidad y austeridad en el culto.

            3.3.3. Iglesia anglicana.


            Admite el principio de sucesión apostólica. Cada iglesia se centra en el obispo; y el centro de comunión de todas las iglesias es el obispo de Canterbury. No reconocen en el obispo de Roma otro papel que el de "primus inter pares". Una corriente del anglicanismo (los anglocatólicos) ha estado tradicionalmente muy próxima al catolicismo.

            3.3.4. Escisiones en el protestantismo.


            3.3.4.1. Baptistas y menonitas.


            Se separaron de Lutero ya en vida de este; su dirigente, Thomas Münzer, oponía a la "iglesia para todos" de Lutero la comunidad de los verdaderos creyentes. Por ello, solo reconocen la validez del bautismo de adultos. Un grupo de baptistas holandeses, en torno a Menno Simons, ha dado origen a las comunidades menonitas, con tendencia a la autosegregación (p. ej., los amish).

            3.3.4.2. El cuaquerismo.


            La palabra "cuáquero" procede del inglés quaker (tembloro­so). Esta denominación se aplicaba al principio despectivamente a los miembros de la Sociedad de amigos, fundada por el zapatero George Fox a mediados del siglo XVII. La base de esta religión es la existencia de una iluminación interior, que está por encima de cualquier otra revelación (incluida la Biblia). Los sacramen­tos son solo símbolos, sin ningún valor en sí mismos. Son cristianos en el sentido de que admiten a Jesucristo como maestro y guía, pero no que sea el único o infalible. Los cuáqueros rechazan los métodos proselitistas y se esfuerzan en llevar una vida éticamente ejemplar.

            3.3.4.3. Metodismo y Ejército de Salvación.


            John Wesley intentó en el siglo XVIII una reforma de la Iglesia anglicana, que la hiciera más auténtica y menos formalis­ta; como consecuencia, fue expulsado de ella. Una vez fuera, intentó captar para su movimiento a las clases bajas oponiendo el entusiasmo de sus seguidores con la rutina de la Iglesia oficial.
            Del metodismo surgió posteriormente el Ejército de Salva­ción, ahora organizado como una Iglesia diferente (en que el clero recibe nombres de grados militares), volcada sobre todo en la asistencia social.

            3.3.4.4. Las iglesias congregacionistas.


            Llamadas también "iglesias independientes", rechazaron la organización episcopal de la Iglesia anglicana, destacando en su lugar la importancia de la congregación o pueblo cristiano. Posteriormente, se han asociado en muchos lugares a las iglesias presbiterianas de raíz calvinista.

            3.3.5. Las sectas.[5]


            3.3.5.1. Mormones.


            Los orígenes de esta secta (llamada por su fundador, Joseph Smith, Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días) están envueltos en leyendas de difícil credibilidad. Según Smith, un ángel le enseñó un libro escrito en placas de oro, que él copió exactamente en el Libro del mormón, y luego estas placas volvieron al cielo. Expulsados de muchos lugares, peregrinaron hasta fundar una ciudad en el oeste de Estados Unidos, la Ciudad del Lago Salado, que organizaron teocráticamente; desde allí envían misioneros a todas las partes del mundo.

            3.3.5.2. Adventistas.


            Fundados en el siglo XIX por William Miller, ponen el acento en la inminencia de la segunda venida de Jesús (fijada en un principio para 1842, luego aplazada en varias ocasiones). El núcleo principal lo constituye la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que defiende la inmortalidad condicionada (solo para los justos) y la celebración del "séptimo día", el sábado.

            3.3.5.3. Testigos de Jehová.


            Claramente influido por el adventismo, su fundador, Charles Russell, calculó la fecha de la segunda venida de Jesús para 1914. Sus seguidores interpretaron tal fecha como "el inicio de los días finales". Aparte de esto, niegan la base común de la mayoría de las creencias cristianas: la Trinidad y divinidad de Jesucristo; admiten, como los adventistas, la inmortalidad condicionada; hacen una lectura literal de la Biblia (que les lleva a rechazar el evolucionismo y las transfusiones de sangre). Son bastante conocidos debidos a sus tácticas proselitistas.

            4. La crítica bíblica y sus resultados.

           
            La investigación científica de la Biblia, llevada a cabo a partir del siglo XVII, ha aportado algunos resultados que ningún estudioso de la religión puede ignorar. Aquí aparecen reseñados solamente algunos de ellos.

            4.1. La prehistoria de la Torah.


            La autoría mosaica de la Torah debe rechazarse. En realidad, se han descubierto cuatro tradiciones independientes en su origen, aunque tres de ellas se mezclan entre sí.
            a) Deuteronomio (parte central).- Es la tradición más fácilmente reconocible, ya que se mantiene separada del resto. Propugna la existencia de un santuario único en Jerusalén (es, con toda seguridad, el "Libro de la Ley" encontrado en el Templo hacia el 622 a.C.).
            Por tanto, las otras dos tradiciones que mencionan y justifican la existencia de otros santuarios distintos son anteriores al Deuteronomio.
            b) Yahvista.- Es el documento más antiguo. Usa, en Génesis, el término "Yahvé" para referirse a Dios, y además habla de Dios en términos muy antropomórficos (modela al hombre de barro, pasea por el jardín, impermeabiliza el arca de Noé...).
            c) Elohista.- Poco posterior al yahvista, se distingue de este en: 1º) Comienza con Abraham; 2º) Hasta que el nombre de Yahvé es revelado a Moisés, utiliza el de Elohim ("Dios"); 3º) Trata de corregir y suavizar los comportamientos inmorales de los personajes (p. ej., mentira de Abraham, expulsión de Agar).
            Hay otra cuarta tradición posterior al Deuteronomio, obra de un grupo de sacerdotes exilados a Babilonia y que posterior­mente regresaron a Jerusalén:
            d) Sacerdotal.- Se insiste en la liturgia (libro del Levítico, con la descripción minuciosa de los rituales); al narrar la creación, utiliza un esquema semanal que incluye el descanso sabático.

            4.2. Los manuscritos del Mar Muerto.


            Hallados casualmente por un pastor beduino en 1947, los rollos del Mar Muerto son una serie de documentos (todos ellos anteriores al 70 d.C.) que incluye textos bíblicos, reglas de la comunidad de los esenios, etc.
            De su análisis se puede inferir:
            a) La transmisión del texto bíblico (del que, antes de este hallazgo, solo poseíamos versiones escritas a partir del siglo X) se ha llevado a cabo con extraordinaria fidelidad: no hay apenas diferencia entre los manuscritos del siglo I y los del siglo X.
            b) La secta de los esenios, de la que proceden los documen­tos, no parece estar relacionada directamente con el cristianismo primitivo; sin embargo, aparecen algunas ideas comunes, tales como la nueva alianza, la refundación de Israel, el Espíritu Santo como fuerza divina y la creencia en un mesías que, con su muerte, salvaría al pueblo de sus pecados.
            c) Se especula con la posibilidad de que un fragmento mínimo de manuscrito pertenezca al evangelio de Marcos, que entonces debería ser datado antes de la fecha habitualmente admitida (alrededor del 70).

            4.3. Las fuentes de los evangelios sinópticos.


Hipótesis de "las dos fuentes" (Mc y Q)
            La simple disposición de los tres evangelios sinópticos en columnas paralelas y el consiguiente recuento estadístico nos hace descubrir:
            a) Una gran parte de la materia (330 versículos) es común a los tres evangelios (triple tradición).
            b) Otra parte menor (200 versículos) es común a los evangelios de Mateo y Lucas (doble tradición).
            La coincidencia no se refiere solo al contenido, sino también al orden y al lenguaje.
            La explicación lógica de este hecho, hoy generalmente admitida (con más o menos matices), es la siguiente:
            a) De los tres evangelios, Marcos es el más antiguo.
            b) Los otros dos evangelios, Mateo y Lucas, utilizan a Marcos como fuente (explicación de la triple tradición).
            c) Debió haber, además, una segunda fuente que no ha llegado hasta nosotros, la fuente llamada Q, independiente de Marcos y utilizada por Mateo y Lucas (explicación de la doble tradición)[6].

            4.4. Valor histórico de las cartas de Pablo.


            Las cartas auténticas de Pablo[7] son los textos completos más antiguos sobre el cristianismo primitivo: datan de los años 50, es decir, tan solo veinte años después de la muerte de Jesús.
            Estas cartas nos aportan datos acerca de, entre otras, las siguientes cuestiones:
            a) Las corrientes del cristianismo primitivo.
            b) La organización de las primeras iglesias.
            c) Las creencias escatológicas de los primeros cristianos, que esperaban la parusía inminente (I Tes 4,15: Pablo espera contarse entre los que sigan con vida cuando vuelva el Señor).
            Pero además, en I Co, Pablo incluye dos textos que dice haber recibido (son, por tanto, anteriores) y que recogen las tradiciones más antiguas sobre la última cena y sobre las apariciones de Jesús resucitado; se puede decir, por tanto, que ya en los años 40 el ritual eucarístico y la creencia en la resurrección de Jesús eran prácticamente idénticos a lo que han sido en los dos mil años posteriores de la historia cristiana.

            4.5. Los evangelios apócrifos.


            Una breve mención para señalar que la idea de una doctrina verdadera, pero oculta, sobre Jesús, contenida en los evangelios apócrifos, debe ser rechazada por cuanto todos los textos apócrifos conocidos son: a) Posteriores en el tiempo; b) Dependientes, en muchos casos, de los textos canónicos; c) Fuertemente ideológicos (caso de los hallados en la biblioteca gnóstica de Nag-Hammadi, los evangelios de Tomás y Felipe). No pueden ser tomados seriamente como fuente de datos históricos.


D)    EL ISLAM.


1. Vida de Mahoma.


1.1. Situación religiosa de la Arabia preislámica.


            La inmensa mayoría de los árabes contemporáneos de Mahoma eran politeístas. En el santuario de la Kaaba, en La Meca, se guardaban ídolos e imágenes religiosas, que veneraban todos los que pasaban por allí. Entre los dioses destaca uno al que simplemente se le llama "Dios" (en árabe Alá), al que se reconocía como creador del cielo y de la tierra; sin embargo, el solo culto de Alá parecía dejar fríos a los árabes, que necesita­ban asociar a este culto el de otras divinidades más cercanas; de ahí que el Corán llamen a estos árabes politeístas asociadores (musrikun).
            Es también característica de la religión de los árabes la creencia en genios (yinns), series intermedios entre los dioses y los hombres, benignos o malignos, y que después el islam ha tendido a identificar con los ángeles de la tradición judeocris­tiana; los cuentos de Las mil y una noches están llenos de alusiones a estos yinns.
            Además, una parte de la población de Arabia era monoteísta. Entre los grupos monoteístas se pueden destacar:
            a) Los adoradores de Al-Rahman ("Dios misericordioso"), si no estrictamente monoteístas, sí al menos monolátricos; en el islam Al-Rahman pasa a ser uno de los nombres de Alá.
            b) Los judíos, cuya presencia en Yatrib (Medina) y en Yemen tenía ya varios siglos de antigüedad.
            c) Los cristianos. Los biógrafos de Mahoma citan a dos que ejercieron una gran influencia en este: Bahira, un monje nestoriano, y Waraqa, primo de su mujer Jadicha. Es, además, un hecho que el Corán menciona a comunidades de cristianos que vivían en el desierto, probablemente heterodoxos[8].
            d) El Corán cita también a los sabeos, secta que no ha podido identificarse con precisión, pero podría tratarse de mandeos, judíos seguidores de Juan Bautista, ya que los nombres que éstos utilizaban para Jesús (Isa) y Juan (Yahya) son los mismos que aparecen en el Corán.

            1.2. Infancia y matrimonio.


            Mahoma nació hacia el año 570 d.C. Poco antes o poco después de nacer, según las fuentes, su padre Abdullah, que estaba de viaje, murió; su madre, Amina, encargó a una beduina (Halima) que cuidara de Mahoma. A los siete años, Mahoma quedó huérfano también de madre y pasó al cuidado de su tío Abu Talib, comer­ciante que a veces se llevaba a Mahoma en sus viajes; fue en uno de éstos cuando Mahoma, todavía niño, conoció al monje Bahira, en un monasterio a orillas del Jordán. Sobre este encuentro (que, al parecer, duró varios días) las tradiciones cristiana y musulmana difieren:
            -Según los musulmanes, Bahira quedó admirado de las dotes de Mahoma y encareció a su tío Abu Talib que cuidara mucho de él, pues los judíos intentarían matarle.
            -Según un texto cristiano, el Apocalipsis de Bahira, este intervino decisivamente en la escritura del Corán.
            A los veinte años entró al servicio, como camellero, de una viuda rica, Jadicha; cinco años después se casó con ella. Esto le permitió despreocuparse de su propio mantenimiento y dedicar muchas horas a la meditación.

            1.3. Las revelaciones divinas.

           
            Mahoma acostumbraba retirarse durante días enteros en una cueva situada en el monte Hira, a unos seis kilómetros de La Meca; en uno de estos retiros, durante el mes de Ramadán, Mahoma vio al ángel Gabriel (Yibrail) que, con un libro en la mano, le ordenó leer (según la tradición islámica, Mahoma era analfabeto). Mahoma se asustó mucho de esta visión y confió sus temores a Jadicha, quien le llevó a visitar a su primo cristiano Waraqa; este tranquilizó a Mahoma, haciéndo­le ver que el mensaje venía de Dios, aunque (según algunas tradiciones) también predijo que le expulsarían de La Meca.
            De las sucesivas visiones y revelaciones que Mahoma experimentaría destacamos uno: la del viaje nocturno a Jerusalén (que los musulmanes llaman isra) y de Jerusalén al cielo (miarach); los hadices narran que Mahoma recorrió los siete cielos, conversando con los personajes que allí estaban (primer cielo: Adán; segundo cielo: Jesús y Juan Bautista; tercer cielo: José; cuarto cielo: Idris -profeta no identificado, que podría ser Henoc, Elías, Esdras o el apóstol Andrés-; quinto cielo: Aarón; sexto cielo: Moisés; séptimo cielo: Abraham). Según la tradición islámica, este viaje tuvo lugar el año 620. El simbolismo de los "siete cielos" pasó al Occidente cristiano, donde aparece, por ejemplo, en la Divina Comedia de Dante[9].

            1.4. Los primeros discípulos.

           
            Desde que Mahoma recibió la primera revelación hasta tres años después, la única persona a la que enseñó su religión fue su mujer Jadicha. Después de esta, los primeros discípulos fueron su primo Alí, hijo de Abu Talib, los futuros califas Abu Bakr y Otmán, su hija Fátima, y, en general, personas pertenecientes a un reducido círculo de amigos y familiares. En un momento dado, Mahoma convoca a todos los que, como él, eran descendientes de Qurays (llamados por eso quraychitas); a esta tribu pertenecían tanto la familia del propio Mahoma (hachemitas) como los omeyas que, dirigidos por Abu Sufian, fueron al principio los mayores enemigos del islam. La reunión fracasa. Es entonces cuando Mahoma decide hacer público su mensaje, y se inicia la persecución contra él y sus discípulos.

            1.5. La persecución.


            Las familias más poderosas de La Meca temen que la predica­ción de un Dios único termine con la prosperidad de la ciudad, basada en buena medida en las peregrinaciones a la Kaaba, santuario de todos los dioses. Por ello intenta destruir a la comunidad islámica. Esta hace frente a la amenaza dividiéndose (un grupo huye a Abisinia, donde serán protegidos por el rey cristiano; otro permanece oculto en La Meca).
            Los mayores enemigos de Mahoma son Abu Sufian, jefe de los omeyas, y Abu Lahab, cuñado del anterior y tío de Mahoma. La vida de Mahoma no corre peligro mientras está bajo la tutela de Abu Talib, pero, a la muerte de este (619) Abu Lahab le retira la protección familiar. Intenta refugiarse en otro poblado, Taif, pero es apedreado y arrojado de allí; ha de volver, escondido, a La Meca, donde varias veces intentan matarle. Este año 619 es llamado por los musulmanes año de la tristeza.
            Al año siguiente muere Jadicha. Pocos motivos le quedan a Mahoma para permanecer en La Meca.

            1.6. La Hégira.


La Hégira (622 d.C.)
            Los árabes de Yatrib (llamada después Medina an nabí, es decir, la ciudad del profeta), divididos y enfrentados, acuden a Mahoma para que ponga paz entre ellos y frene la creciente influencia de los judíos. Mahoma acepta con la condición de que previamente se conviertan al islam. Inicia los preparativos para la partida, haciendo que previamente salgan los demás musulmanes. Quedan para el final Abu Bakr y él. Según el Corán (9,40) y la tradición, se refugian en una cueva, donde también llegan sus perseguidores; sin embargo, no entran al ver una telaraña en la entrada de la cueva.
            Cuando llega a Medina, es recibido triunfalmente; los jefes de las principales familias quieren que se hospede con ellos. Mahoma decide construir su casa allí donde la camella que lo transporta se detenga. Esa casa será la primera mezquita del islam.
            Los musulmanes consideran que la llegada de Mahoma a Medina, el año 622 d.C., inicia una nueva era de la historia, y cuenta los años a partir de este acontecimiento.

            1.7. La primera mezquita. La nueva qibla.


            Una vez llegado a Medina, Mahoma se convierte en el jefe de la ciudad. No todos los medinenses aceptaron esta jefatura: los judíos despreciaban al autoproclamado "profeta de Dios" y, entre los árabes, había quienes no se comprometían hasta ver qué curso tomaban los acontecimientos (el Corán los llama munafiqun, hipócritas).
            En un principio, los musulmanes oraban en dirección a Jerusalén, como los judíos; sin embargo, tras el rechazo de éstos, Mahoma realizó un expresivo gesto de ruptura: ordenó que, en adelante, los musulmanes oraran en dirección a la Kaaba (Corán 2,142-152); mostró la superioridad de esta sobre el Templo de Jerusalén remontando su construcción al mismo Abraham, padre común de árabes y judíos.

            1.8. Batallas y tratados.


            Según la ley del desierto, la separación de dos grupos que antes convivían se traduce automáticamente en una declaración de guerra. Así vieron los musulmanes de Medina su situación respecto de los paganos de La Meca. Corán 22,40 ("les está permitido combatir a quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, solo por haber dicho: 'Nuestro Señor es Dios'") es una evidente justifica­ción del derecho de los medinen­ses a atacar a los mecanos.
Batalla de Bahr (624 d.C.)
            Lo que en un principio fueron meras escaramuzas contra las caravanas que se dirigían a La Meca llevó a la formación de dos verdaderos ejércitos, que se enfrentaron en la batalla de Bahr (624). El triunfo de los musulmanes se tradujo en una explosión de entusiasmo, pero al año siguiente los mecanos se tomaron la revancha en Ohod; sin embargo, no lograron matar al profeta ni destruir totalmente su ejército. En 627 tiene lugar la campaña del foso, llamada así porque los musulmanes excavaron un foso en torno a Medina para defenderla; los mecanos asedian durante tres semanas Medina, pero una tormenta de arena les obliga a levantar el asedio.
            Finalmente, en 628 se firmó un tratado de no agresión entre paganos y musulmanes, que incluía el derecho de los últimos a visitar La Meca en las fiestas religiosas.

            1.9. La venganza contra los judíos.


            Mahoma nunca perdonó a los judíos el que no aceptaran su mensaje ni apoyaran sus campañas militares. Así, tras la batalla de Ohod expulsó de Medina a la tribu de los Banu Nadir porque pensó haber sido traicionado por ellos. La sura 59,2 menciona este hecho:
            "Dios es quien expulsó de sus viviendas a los de la gente de la Escritura que no creían... Dios los sorprendió por donde menos lo esperaban. Sembró el terror en sus corazones y demolie­ron sus casas con sus propias manos y con la ayuda de los creyentes."
            Peor suerte corrieron los miembros de la tribu de los Banu Qurayza, que, tras la campaña del foso, sufrieron durante veinticinco días un asedio que terminó con su rendición incondi­cional. Entre seiscientos y novecientes judíos varones fueron decapitados, las mujeres y niños vendidos como esclavos y los bienes confiscados. Corán 33,26-27 celebra la matanza con estas palabras:
            "(Dios) hizo bajar de sus fortalezas a los de la gente de la Escritura que habían apoyado a los infieles. Sembró el terror en sus corazones. A unos matasteis, a otros los hicisteis cautivos.
            "Os ha dado en herencia sus tierras, sus casas, sus bienes y un territorio que nunca habéis pisado. Dios es omnipotente."

            1.10. La toma de La Meca.


            Mahoma no respetó la tregua de diez años firmada con los mecanos. Aprovechando un mínimo pretexto (el apoyo de alguna familia poderosa de La Meca a una tribu que a su vez estaba en guerra con otra que ya se había convertido al islam), organizó un ejército y fue contra la ciudad. Abu Sufian le sale al encuentro ofreciéndole pagar un tributo. Mahoma exige su conversión al islam, y Abu Sufian cede.
            Los musulmanes tomaron La Meca, sin resistencia, en el año 630. Mahoma entró en la Kaaba y la purificó, quemando todos los ídolos.

            1.11. Muerte de Mahoma.


            En los últimos años de vida Mahoma muestra una dureza cada vez mayor hacia sus enemigos y los que no aceptan el islam (judíos y cristianos). El Corán 9,29-30 les dedica estas duras palabras:
            "¡Combatid contra los que, habiendo recibido la Escritu­ra..., no practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo!... Los judíos dicen: 'Uzair (Esdras) es el hijo de Dios'. Y los cristianos dicen: 'Cristo es el hijo de Dios'... Remedan lo que ya antes habían dicho los infieles. ¡Que Dios les maldiga! ¡Cómo pueden ser tan desviados!".
            Mahoma había tenido un total de diez mujeres, pero su único hijo varón, Ibrahim, muere en 632. Mahoma, con sesenta y dos años, se vuelve pesimista respecto a su sucesión. Previendo su próxima muerte, declara concluido el Corán y pronuncia su último sermón. El 8 de junio Mahoma muere sin dejar sucesor (una tradición sostiene que envenenado por una de sus esposas, de raza judía). Mientras su yerno y primo Alí vela el cadáver, su amigo Abu Bakr se las ingenia para ser elegido sucesor (califa); Alí solo reconocerá esta elección seis meses después.

            3. Los textos sagrados del islam.


            3.1. El Corán.


            Para los musulmanes, Mahoma no es el autor (ni siquiera el autor "inspirado") del Corán; el autor del Corán es el mismo Dios, quien, valiéndose del ángel Gabriel, lo transmitió a Mahoma.
            Mientras Mahoma vivía, sus discípulos copiaban sus revela­ciones en los objetos que tenían a mano (pergaminos, troncos de árboles, omoplatos de animales, etc.) y posteriormente las aprendían de memoria. En 633 ocurrió un hecho que mostró la necesidad de una versión escrita del Corán: muchos de los compañeros del profeta murieron en la batalla de Yamama; con ellos quizá se perdieron suras enteras.
            El texto escrito del Corán apareció por primera vez ese mismo año; como, a partir de entonces, aparecieron diferentes versiones no exactamente coincidentes, el año 651 el califa Otmán mandó refundir todas las versiones en una sola, quemó los anteriores manuscritos y estableció el texto oficial definitivo.

            3.2. El hadiz.


            Junto al Corán, los musulmanes ortodoxos (sunnitas) aceptan como segunda fuente de la religión y el Derecho la narración de los hechos y enseñanzas del profeta (hadiz). Para la ortodoxia, Mahoma no añadió en su vida nada a lo que Dios le había mandado transmitir (el Corán); simplemente se limitó a ponerlo en práctica. Además, siempre que pronunciaba una enseñanza mandaba a los oyentes que la transmitieran a los que no estaban presen­tes.
            Así surgieron los hadices; cuando su número llegó a ser excesivo y era evidente que muchos eran inventados, se exigió que para ser aceptado el hadiz debía incluir también sus condiciones de transmisión (es decir, quién lo había recibido, de quién lo había recibido este y, en último término, quién fue el testigo directo del dicho o hecho del profeta).
            El sunnismo acepta como dignas de confianza seis colecciones de hadices; el conjunto forma la sunna (tradición). El shiismo, por el contrario, rechaza la validez de estas seis colecciones y posee sus propias tradiciones, que se remontan a Alí, primo y yerno del profeta.

            3.3. Los otros libros sagrados.


            Los musulmanes niegan que el islam suponga una novedad absoluta en la historia religiosa; no es más que la confirmación y complemento de una revelación divina que empezó ya con el primer hombre, Adán, y que se conserva (aunque deformada) en los libros sagrados de judíos y cristianos.
            De hecho, los musulmanes reconocen como revelados por Dios al menos los libros siguientes:
            -La Torah, revelada por Dios a Moisés.
            -Los Salmos del rey David.
            -El Evangelio, revelado por Dios a Jesús.
            Esto explica la consideración especial que los musulmanes han tenido con lo que ellos llaman gentes del Libro.

            4. La doctrina islámica.

           

            4.1. Dios.


            El centro de la doctrina islámica es la frase No hay más dios que Dios, expresión de un estricto monoteísmo: Dios es único tanto porque no hay otros dioses como porque en El no se pueden distinguir personas (contra la doctrina cristiana de la Trini­dad).
            La diferencia absoluta entre Dios y todo lo creado hace que ningún ser humano pueda ser llamado hijo de Dios.
            Así, en la sura 112: "Di: 'El es Dios, Uno, Eterno, no ha engendrado, ni ha sido engendrado, no hay nadie como El'".

            4.2. Los ángeles.


            El islam admite la existencia de ángeles, y a algunos de ellos los individualiza: Yibrail (Gabriel), Mikail (Miguel), Israfil (Rafael), el ángel de la muerte (el que recoge el alma de los moribundos, exalada en su último suspiro); hay también un ángel malo, desobediente a Dios, a quien el Corán llama Iblis (el diablo).
            La creencia en ángeles se confunde con la creencia en genios o yinns, según el Corán creados por Dios a partir del fuego (la sura 72 está dedicada enteramente a un grupo de genios que aceptan el islam). En  7,11-12, 18,50  y 38,71-76 se habla de Iblis a la vez como ángel y como genio, lo cual ha dado pie a que muchos musulmanes identifiquen ambas categorías.
            Por ejemplo, leemos en Corán 18,50: "Cuando dijimos a los ángeles: ¡Postraos ante Adán!, se postraron, excepto Iblis, que era uno de los genios y desobedeció la orden de su Señor."

            4.3. Los enviados de Dios.


            Las palabras "enviado" (rabul) y "profeta" (nabí) no son en el islam exactamente sinónimas: El profeta es el que trae un mensaje de Dios, mientras que el enviado o apóstol es el que, además, organiza una comunidad de creyentes y dota a esta de unas leyes. Es evidente que todos los enviados son profetas, aunque no al contrario.
            El Corán cita un total de 26 profetas, la mayoría de los cuales aparecen en la Biblia, pero admite la existencia de otros profetas enviados por Dios a pueblos distintos de Israel.

            4.3.1. Abraham (Ibrahim).


            Es el padre común de árabes e israelitas. Mahoma presenta el islam como la vuelta al monoteísmo abrahámico, anterior incluso a la existencia de Israel y más cercano al pueblo árabe. Por ello se introducen algunas variaciones significativas en la tradición bíblica:
            a) El hijo de la promesa divina es Ismael, no Isaac, y es a Ismael a quien Dios, en sueños, manda sacrificar. Ismael acepta ser sacrificado, pero Dios detiene el sacrificio. Como premio a la obediencia de Abraham, Dios le concede entonces otro hijo: Isaac (sura 37).
            b) Junto a Ismael, Abraham construye o reconstruye el santuario de la Kaaba (según la tradición, construido primero por Adán).
            c) Se habla también de escrituras entregadas a Abraham (87,19), dato que la Biblia desconoce.
           

            4.3.2. Moisés (Musa).


            El personaje de Moisés es presentado en el Corán de una forma concorde con la tradición bíblica, salvo en algunos detalles (lo salva de morir la esposa del faraón, y lo cuida su hermana; los magos de Egipto se convierten; el faraón -que algunos musulmanes identifican con Amenofis IV- se hace monoteís­ta tras ver a su ejército engullido por las aguas, etc.).
            Según el Corán, Dios entregó a Moisés una Escritura para Israel, pero los judíos se apartaron de ella y Dios hubo de enviar a otros profetas.

            4.3.3. Jesús (Isa).


            Es el mesías que los judíos esperaban; la mayoría de los musulmanes piensa, además, que volverá al final de los tiempos. Nacido de una virgen, enseñó la verdadera adoración a Dios e hizo muchos milagros. Fue condenado a la cruz, pero fue sustituido en el último momento por otro personaje (quizá Judas) y no llegó a morir. No es el hijo de Dios.

            4.3.4. Mahoma.


            Enviado por Dios para restaurar la religión verdadera, que judíos y cristianos habían deformado.

            4.3.5. El Mahdi o mesías.


            El Mahdi es el último enviado de Dios, que al final de los tiempos hará que el islam triunfe en toda la tierra. La creencia en el Mahdi tiene gran fuerza entre los shiitas, aunque también existe entre los sunnitas.
            a) La mayoría de los sunnitas identifican al Mahdi con Jesús que, tal como creen los cristianos, ha de regresar a la tierra; con mayor razón puesto que, para los musulmanes, Jesús no llegó a morir realmente. Un grupo minoritario sostiene que el Mahdi debe pertenecer a la familia de Mahoma y que su reinado durará siete años, antes del fin del mundo.
            b) El grupo mayoritario de los shiitas identifica al Mahdi con el imán duodécimo, Muhammad al-Muntazar, desaparecido misteriosamente en 878; una corriente minoritaria, los ismaili­tas, lo identifican con el imán séptimo (o el hijo del sexto imán).

            4.4. El último día.


            En lo que se refiere a la escatología, las creencias musulmanas son semejantes a las de judíos y cristianos: Se producirá la resurrección de los muertos y el juicio universal tras el que unos entrarán en el paraíso y otros serán condenados al infierno.
            Como notas características podemos señalar que el juicio tendrá lugar en Jerusalén; que se inaugurará con un toque de trompeta del ángel Israfil; que durará un día; que todos los juzgados habrán de sostener un libro en el que estarán escritas todas las acciones de su vida; y que tanto el paraíso como el infierno son descritos en el Corán en términos muy materiales (jardines, piedras preciosas, placeres de la comida y del sexo, para el paraíso; viento ardiente, agua hirviendo y humo espeso, para el infierno).

            5. Los pilares del islam.


            Islam significa "sumisión"; muslim (musulmán) es el que se somete. Los llamados pilares del islam pueden definirse como las condiciones o presupuestos de la sumisión que el creyente debe a su Dios.

            5.1. Profesión de fe (shahada).


            Es el presupuesto básico de todo el islam; sin ella, los otros cuatro pilares no tendrían ningún sentido.
            Consiste en prestar asentimiento y dar testimonio de la verdad de estas dos proposiciones:
            a) No hay más dios que Dios (es decir, Dios es único).
            b) Mahoma es el enviado de Dios (el que cierra la lista de los profetas y enviados de Dios).

            5.2. Obligaciones del musulmán.


            Traducen prácticamente la profesión de fe.

            5.2.1. Oración (salat o azalá).


            Debe realizarse cinco veces al día, aunque si es necesario pueden agruparse varias. El orante debe orientarse hacia la Kaaba, en La Meca (qibla o alquibla); en las mezquitas esta dirección se señala por la presencia de un nicho o mihrab. La oración incluye ciertas posturas corporales características, que deben adoptarse en momentos precisos: qiiam (de pie), rukuaa (con la cabeza inclinada), suyud (postrado), yulus (sentado).
            Ordinariamente, la oración se realiza de forma individual, pero en ciertas ocasiones (mediodía del viernes y en las fiestas solemnes) debe realizarse en comunidad, en la mezquita.

            5.2.2. Ayuno (sawn).


            Significa la obligación de abstenerse de comer, beber, fumar y tener relaciones sexuales durante el mes de Ramadán, desde la salida hasta la puesta del sol (según el hadiz, el momento preciso se conoce por la capacidad de distinguir un hilo blanco de un hilo negro). En los países de mayoría musulmana, la vida cotidiana se transforma durante el Ramadán: la actividad se concentra en las horas nocturnas.
           

            5.2.3. Limosna (zakat o azaque).


            Mientras que el Corán (p. ej, 2,77) presupone la voluntarie­dad de la limosna, el hadiz lo ha convertido en un impuesto regulado legalmente, obligatorio para todo aquel cuyas ganancias sobrepasen una cantidad mínima (nisab).

            5.2.4. Peregrinación (hajj).


            El centro geográfico del islam es La Meca. La existencia de este centro cumple, entre otras, la función de simbolizar la unidad del islam, una vez abolida (desde 1924) la jefatura religiosa máxima o califato.
            Al menos una vez en la vida, el musulmán debe peregrinar a La Meca y cumplir en esta ciudad los ritos prescritos (vestirse con vestiduras blancas, dar siete vueltas a la Kaaba, tocar o -si no es posible- señalar la piedra negra, etc.).
                       

            5.3. La guerra santa (yihad).


            Considerada durante algún tiempo como un sexto pilar del islam, es, en cualquier caso, una obligación para el musulmán cuando la comunidad islámica está amenazada. Tanto el Corán como el hadiz son muy precisos en lo que se refiere al derecho y obligación de tomar las armas. No obstante, algunos autores musulmanes prefieren ampliar y espiritualizar el significado de la yihad, incluyendo la lucha contra el demonio, contra las malas tendencias de la propia naturaleza, etc.

            6. Las divisiones del islam.


            6.1. La ortodoxia islámica: el sunnismo.


            La corriente mayoritaria y ortodoxa del islam (llamada así por seguir la Sunna, la doctrina de Mahoma contenida en las seis colecciones de hadices aceptadas). Aproximadamente el noventa por cien de los musulmanes son sunnitas.
Distribución de sunnitas y shiitas

            6.2. El shiismo.


            6.2.1. El partido de Alí.


            Shi'a significa el partido de Alí, el primo de Mahoma (hijo de su tío y protector Abu Talib) y también su yerno (casado con su hija Fátima). En el momento de la muerte de Mahoma, Alí no pudo hacer valer sus derechos como sucesor por estar ocupado en los rituales piadosos de vela del cadáver y entierro, por lo que Abu Bakr y Omar lograron convencer a los distintos grupos para que declarasen califa al primero. Esto produjo un primer cisma, que duró seis meses, hasta que Alí reconoció finalmente a Abu Bakr.
            El cisma se reprodujo en 644, cuando, tras los califatos de Abu Bakr y Omar, el islam se dividió entre los partidarios de Otmán (de la familia omeya, antiguos enemigos del profeta) y los de Alí; al ser elegido el primero, los shiitas no reconocieron al nuevo califa (lo asesinaron en 656 y nombraron califa a Alí, que a su vez fue asesinado en 661, volviendo los omeyas al poder).

            6.2.2. El imán como encarnación de la verdad divina.


            Uno de los puntos que separan a shiitas y sunnitas es su concepción del máximo dirigente espiritual del islam. Para los shiitas, debe descender del profeta por la vía fatimita. En cada momento, el imán representa la verdad de Dios y es, en este sentido, infalible.

            6.2.3. Rechazo de la sunna.


            La sunna se elaboró cuando ya se había consumado el cisma entre shiitas y sunnitas, y los que declararon como válidas las seis colecciones de hadices pertenecían a esta segunda corriente. Es, por tanto, normal que los shiitas la rechacen; a cambio, poseen sus propias tradiciones sobre Mahoma, que se remontan hasta Alí.

            6.2.4. Ismailitas y duodecimanos.


            Alí es considerado por todos los shiitas como el primer imán; acerca de los cinco siguientes (Hasán, Hussein, Alí Zayn, Muhammad al-Bácquir y Jafar al-Sadiq) también existe acuerdo entre ellos. La división surge respecto a Ismail, que sucedió al sexto imán y fue depuesto en seguida por embriaguez (765). Un grupo de shiitas consideraron esta deposición como inválida y a Ismail no solo como legítimo imán, sino como un verdadero profeta semejante a Mahoma. Estos ismailitas lograron fundar una dinastía en Túnez, pero se han separado cada vez más del resto del islam, que los considera negadores de toda religión y moral.
            Saltando sobre este problemático "séptimo imán", el resto del shiismo reconoce seis imanes más: Musa al-Kazim, Alí al-Ridá, Muhammad al-Jauad, Alí al-Hadi, Hasán al-Askarí y Muhammad al-Muntazar. En total, doce (de ahí el nombre de duodecimanos). El último imán desapareció misteriosamente en 878 y sus seguidores sostienen que no murió, sino que permanece escondido hasta que un día retorne como el Mahdi. La revolución iraní fue interpreta­da por algunos como el inicio del reinado del Mahdi, que incluso llegó a ser identificado con Jomeini.

            6.3. La mística islámica: El sufismo.


            El sufismo nace en el siglo XII como un intento de dotar de una mayor profundidad interior al islam (una religión pensada en un principio para nómadas guerreros y muy atenta a los aspectos materiales de la vida). Busca la unión con Dios por medio de prácticas ascéticas, que logran un sorprendente autodominio del cuerpo (ejercicios de derviches y faquires), y largos períodos de oración. Los sufíes se organizan en comunidades monásticas, aunque también los hay que, llevando una vida normal, participan en la espiritualidad de los monasterios.

            7. El Derecho islámico (Shariah).


            Trata de regular las relaciones humanas dentro de la comunidad musulmana (umma), concebida como universal. Establecida en el siglo X, ha sido considerada vigente en todos los países islámicos hasta que, en el siglo XX, se plantea la separación de poder político y religión.

            7.1. Las fuentes de la Shariah.


            La ley islámica brota de cuatro fuentes, ordenadas de mayor a menor importancia:
            -El Corán.
            -La Sunna (en el caso de los shiitas, sus propios hadices).
            -El consenso entre los sabios en cuestiones religiosas (ulemas), que realizan la ijtihad o interpretación de los textos oscuros en cuestiones problemáticas.
            -Finalmente, cuando las tres fuentes anteriores resultan insuficientes se recurre a otros procedimientos como el razona­miento analógico, comparando el caso que se examina con otros casos en algún sentido similares.

            7.2. Reformistas y fundamentalistas.


            No todas las aplicaciones de la Shariah son igualmente estrictas. Las más abiertas son las de los reformistas (tratan de mantener la Shariah, pero interpretándola desde el respeto a los derechos humanos, las libertades democráticas, etc.). En el extremo opuesto se sitúan los fundamentalistas, que proclaman la supremacía de la Shariah sobre cualquier otra ley política y la aplican en su literalidad.

            7.3. Los derechos de las mujeres.


            Se trata de uno de los aspectos más conflictivos que conlleva la aplicación de la Shariah. Advirtiendo que hay países más y menos rigurosos, se pueden anotar algunos rasgos comunes claramente discriminatorios:
            -El Corán (4,3) permite a un varón tomar varias esposas, hasta cuatro, aunque ciertamente exige tratar a todas con equidad; sin embargo, la tradición islámica nunca ha recogido una autorización similar referida a las mujeres.
            -El mismo Corán (4,34) establece en términos tajantes la autoridad del varón (sea marido, padre o hermano) sobre la mujer: "Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Dios ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan... ¡Amonestad a aquellas de quienes teméis que se rebelen, dejadlas sobre el lecho, pegadles!"
            -La responsabilidad del mantenimiento del hogar recae exclusivamente en el varón; la mujer (sea esposa, hija, madre o hermana) tiene siempre la situación de mantenida.
            -Se reconoce ciertamente el derecho a heredar de la mujer, pero solo hereda la mitad que el varón que tiene el mismo grado de parentesco; una regla parecida rige en los testimonios legales: para la misma situación en que solo sería necesario un testigo varón son necesarias dos mujeres.
            -Finalmente, aparece la cuestión del velo. El Corán recomienda su uso en varias ocasiones (p.ej., 24,30) y una vez lo prescribe: "¡Profeta! Di a tu mujer, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es lo mejor para distinguirlas y que no sean molestadas" (33,59). La razón que se da parece estar relacionada con unas circunstancias históricas muy concretas, por lo que se puede poner en duda el carácter atemporal de este mandato. En todo caso, el velo es ya parte de la tradición islámica y, en ciertos lugares, simboliza el mantenimiento de esta tradición frente al laicismo.

            7.4. Los derechos de los no musulmanes.


            La relación de la comunidad musulmana con los miembros de otras religiones (en particular, los judíos y cristianos) se ha basado históricamente en dos normas básicas:
            -El islam no debe imponerse por la fuerza; particularmente, las "gentes del Libro" deben ser protegidos (dimmies) por los gobernantes musulmanes y conservar sus cultos.
            -La apostasía, no obstante, puede incluso ser castigada con la muerte; lo cual implica la prohibición de que otras religiones realicen proselitismo entre los musulmanes.















[1]H. Saddhatissa: Introducción al budismo, Madrid, Alianza, 1974.
[2]Datos sobre el movimiento bautista en Ch. Perrot: Jesús y la Historia, Madrid, Cristiandad, 1982, cap. III.
           [3]Las “reducciones mitológicas” de la figura de Jesús más conocidas son las de Bruno Bauer, miembro de la izquierda hegeliana que en su obra Crítica de los evangelios e historia de su origen lleva la interpretación mítica iniciada por Strauss hasta el extremo de negar todo referente histórico, y A. Drews, que a principios del siglo XX publica sus obras El mito de Cristo (1909-11) y Negación de la historicidad de Jesús (1926). En la actualidad ningún investigador sostiene la inexistencia histórica de Jesús; las razones para refutar tal opinión son, entre otras, las siguientes: a) En la antigüedad nadie, ni los mayores enemigos del cristianismo, negó la existencia histórica de Jesús: algunos judíos le acusaron de hechicero, renegado e incluso inventaron calumnias contra él (p. ej.,  que era hijo ilegítimo de un soldado romano), pero nunca dijeron que no existió; b) Es totalmente inverosímil que los primeros cristianos inventaran hechos como la cobardía de Pedro, el bautismo de Jesús por Juan (que parece colocar a Jesús en una posición subordinada respecto a Juan), el miedo de Jesús antes de morir, su grito “Díos mío, ¿por qué me has abandonado?”, etc.; c) Muchas palabras de Jesús que los evangelios sinópticos nos han transmitido pueden ser “retraducidas” al arameo, apareciendo entonces matices significativos que la traducción al griego ha hecho desaparecer, lo cual prueba que tales frases fueron efectivamente pronunciadas en arameo; d) Algo parecido ocurre si ponemos en relación algunos textos del evangelio con las condiciones de vida de Palestina en el siglo I (p. ej., la inscripción “una caña movida por el viento” alude a la imagen impresa en una moneda de uso común); e) De Jesús se cuenta en los evangelios dónde vivió, en qué lugares predicó, cómo se llamaban sus parientes y conocidos, a qué se dedicaban, cómo y cuándo murió, etc.: si todo hubiera sido una falsificación, habría sido muy fácil descubrirla.
[4]La mayoría de los autores siguen en este punto la cronología del evangelio de Juan, según la cual Jesús fue ejecutado la víspera de la pascua y no (como presuponen los sinópticos) el mismo día de la fiesta. Las razones principales para sostener esta opinión son: la improbabilidad de que el sanedrín se reuniera en una fiesta tan solemne, que tanto los discípulos como los servidores del sanedrín llevaran armas y que Simón de Cirene viniera del campo.
[5]La designación “secta”, aunque rechazada por los miembros y discutida por investigadores independientes, tiene cierta base en cuanto que los grupos a los que hacemos referencia a continuación aparecen generalmente separados del resto de confesiones cristianas, con las que no entablan ninguna relación de tipo ecuménico e incluso llegan a condenarlas en bloque (p. ej., la “profetisa” adventista Ellen White, cuyos escritos se consideran tan inspirados como la misma Biblia, identifica a la Iglesia católica con la ramera del Apocalipsis y a las iglesias protestantes con los hijos de esta); su doctrina se separa visiblemente del “mínimo común” presente en todas las iglesias, y su actividad exterior es puramente proselitista, sin ninguna preocupación social o cultural (esta última característica vale sobre todo para los testigos de Jehová, pero es más discutible en el caso de los mormones y los adventistas).
           [6]La “hipótesis de las dos fuentes” fue enunciada por primera vez por Ch. H. Weisse en 1838.
          [7]La cuestión de la autenticidad de las cartas paulinas (es decir, si realmente fueron escritas por Pablo) es todavía un problema discutido, aunque existe acuerdo en lo que se refiere a cartas claramente no auténticas (Hebreos, I y II Timoteo, Tito) y otras que podemos asegurar que sí lo son (Gálatas, Romanos, I y II Corintios, I y II Tesalonicenses, Filemón). En cuanto a las tres restantes (Filipenses, Colosenses y Efesios) la atribución no está tan clara: los temas son paulinos, pero el lenguaje es diferente del de las epístolas indudablemente auténticas; generalmente se piensa que no fueron redactadas por el mismo Pablo, sino por algunos de sus discípulos.
[8]Es un dato contrastado la presencia de comunidades judeocristianas, declaradas heréticas por el cristianismo ortodoxo, en el desierto de Arabia. C. Colpe ha rastreado la influencia judeocristiana en los orígenes del islam, destacando (por ejemplo) que la expresión “sello de los profetas”, con que Mahoma se autodesigna, ya aparece en textos de los siglos II-III, y que, en una Historia de la Iglesia del siglo V, cuyo autor es Sozomenos, aparecen referencias a judeocristianos que dicen proceder de Agar e Ismael (citado en H. Küng: El cristianismo, Trotta, pp. 120 y ss.).
[9]Hay que señalar que este simbolismo de los “siete cielos” es muy anterior a Mahoma. De origen oriental, penetra en el área grecolatina a través de órficos y pitagóricos. Lo encontramos, por ejemplo, en la cosmología babilónica (los siete pisos del zigurat reproducen los siete cielos) y en los misterios de Mitra, en que los iniciados debían subir una escala de siete peldaños, cada uno de ellos de un material diferente: según Celso, los siete peldaños representan los “cielos” de Saturno, Venus, Júpiter, Mercurio, Marte, Luna y Sol (los siete días de la semana en orden inverso). La tradición judía habla tanto de “siete cielos” (II Henoc 8) como de los tres que San Pablo menciona de pasada cuando dice haber sido arrebatado al tercer cielo (II Co 12,2). Eliade describe una ceremonia chamánica en la región uraloaltaica en que el chamán asciende los sucesivos cielos para ofrecer al dios supremo un caballo sacrificado; salvo en el detalle de que hay nueve cielos en vez de siete, la semejanza con la iniciación mitraica y la ascensión de Mahoma resulta evidente: “Después de ahumar el tamboril, de revestir las vestiduras rituales y de haber invocado a Merkyut, el pájaro del cielo, para que ‘venga cantando’ y ‘se siente en su hombro derecho’, el chamán inicia la ascensión. Sube con agilidad los peldaños tallados en el árbol ceremonial, penetrando sucesivamente en los nueve cielos, y describe al auditorio, con infinidad de detalles, todo lo que ve y todo lo que ocurre en cada uno de los nueve cielos. En el sexto cielo venera a la Luna; en el séptimo, al Sol. Por último, en el noveno el chamán se prosterna ante Bai Ulgen y le ofrece el alma del caballo sacrificado. Es el momento culminante de la ascensión extática del chamán. Bai Ulgen le hace saber si el sacrificio ha sido bien recibido y le predice el tiempo; después el chamán se desploma extenuado, y tras un momento de silencio, despierta como de un sueño profundo” (Tratado..., II, 33).

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