Estuve
viendo Jurassic World, la última de
Spielberg & Bayona, más Spielberg, o sea, Amblin que Bayona. Básicamente,
y por resumir una valoración crítica en una sola frase, el guión es bastante flojo, pero los efectos digitales de erupciones volcánicas
y dinosaurios están pero que muy bien.
Dinosaurio-dragón y niña-princesa: tranquilos, que no se la come... |
Hay, marca de la serie, una niña
bastante repelente y dinosaurista convencida, hasta el punto de proteger la
vida de estos bichos a costa de sacrificar humanos, decisión que toma al final
de la película (¡toma spoiler!). Claro que esto se entiende mejor sabiendo que
ella tampoco ha sido procreada de forma natural, sino clonada tras la muerte en
accidente de su "madre" (segundo spoiler). Clonada por uno de los dos
impulsores del parque, inventado para la ocasión y desconocido en las anteriores
entregas (solo conocíamos al otro, del que aquí solo vemos un retrato), que
morirá asfixiado por su mano derecha, encarnación del capitalismo salvaje y
destructor (spoiler nº 3). El final, enteramente previsible, ni siquiera
necesita ser spoileado y apunta a la irremediable continuación.
Con esta entrada, probablemente efímera,
solo pretendo reírme un poco de la obsesión anti-spoiler que nos domina y nos
impide hablar de los aspectos que realmente merecen la pena de películas y
series, que casi nunca son las “sorpresas” argumentales o giros narrativos más
o menos (todo es relativo) inesperados.
Siento nostalgia de aquellos tiempos en
que los cinéfilos disfrutábamos viendo buenas películas una vez tras otra y
discutíamos después sobre puestas en escena, montajes o construcción de
personajes, sin que nunca nos importara conocer ya el pretexto argumental (lo
que Hitchcock llamaba “macguffin”) que la historia nos reservaba a
continuación…
Bayona y su mundo dinosaúrico, que más bien pertenece a Spielberg |
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