Jaspers contra Bultmann
Bultmann y Jaspers, teología y filosofía. |
La polémica
entre el filósofo Karl Jaspers y el teólogo Rudolf Bultmann comienza con la conferencia que el primero, invitado por un grupo de teólogos, dedicó al tema
de la desmitologización. Esta conferencia fue publicada posteriormente con el
título Verdad y desgracia de la
desmitologización de Bultmann.
Bultmann
contestó a esta conferencia con el artículo En
torno a la desmitologización, publicado en 1953. Dado que el texto de
Jaspers contenía valoraciones excesivamente radicales sobre la persona y la
obra de Bultmann (que el propio Jaspers hubo de explicar y corregir
parcialmente después), el teólogo denunció en este escrito la falta, por parte
del filósofo, de una auténtica voluntad de diálogo al modo socrático.
Más moderado
en el tono que en la primera ocasión, Jaspers volvió al tema de la
desmitologización en una carta abierta dirigida a Bultmann, que apareció
publicada como Réplica a la contestación
de Rudolf Bultmann.
Los tres
escritos se hallan reunidos en un mismo volumen, publicado por la Editorial
Sur de Buenos Aires en 1968, que incluye asimismo el ensayo teológico Jesús, de Rudolf Bultmann. Todas las
citas se refieren a esta edición, y en cada una de ellas aparece no solo la
página, sino también el título abreviado del texto de que se trata.
En la presente entrada me limito a hacer una recensión de la polémica,
apoyada en abundantes citas y sin tomar partido, aunque, debido al origen del
trabajo (un seminario sobre Jaspers) y a mi circunstancia personal (soy
filósofo, no teólogo, aunque interesado por las cuestiones teológicas), el
punto de vista y argumentos de Jaspers aparezcan más destacados que los de
Bultmann.
1. ¿A qué se llama desmitologización?
Edición inglesa de la polémica |
En los años 50
el filósofo Karl Jaspers mantuvo con el teólogo Rudolf Bultmann una polémica en
relación con el proyecto de desmitologización del Nuevo Testamento emprendido
por el último. No parece superfluo comenzar este trabajo con una breve
aclaración de lo que Bultmann entiende por “desmitologización”, con más razón
si tenemos en cuento que en los escritos que sirvieron de vehículo a la
polémica se da por sobreentendido que el lector conoce al menos los aspectos
básicos de esta.
No fue
Bultmann el primero que habló de mitología en el Nuevo Testamento. Cualquiera
que conozca mínimamente la historia de las ideas piensa al menos, al plantear
esta cuestión, en un claro precedente: David Strauss[1]. Se
puede decir incluso que las líneas básicas de la interpretación de Strauss
(rechazo del “ropaje mitológico” de los evangelios a fin de reinterpretar el
cristianismo en clave ética) reaparecen apenas modificadas en Bultmann. Sin
embargo, está claro que hay una importante diferencia entre ambos autores:
Bultmann es teólogo cristiano; Strauss es filósofo hegeliano, agnóstico o
panteísta. Strauss defiende una ética de tipo kantiano y una religión “dentro
de los límites de la razón”, puramente humanista; Bultmann propone un
cristianismo desmitologizado, pero cristianismo al fin y al cabo, donde
Jesucristo no es solo un ejemplo de coherencia ética, sino la referencia
fundamental en la decisión existencial del cristiano.
En su escrito Nuevo Testamento y Mitología (1941), Bultmann
sentencia que la visión del mundo presupuesta en el Nuevo Testamento,
mitológica, es incompatible con la visión del mundo del hombre moderno,
científica. En la imagen mitológica, este mundo es el escenario donde
intervienen poderes sobrenaturales, tanto celestes (Dios y los ángeles) como
infernales (demonios), los milagros son cosa habitual y la idea misma de “ley
científica” es enteramente desconocida. Si la predicación de Jesús[2] viene
expresada en tales categorías mitológicas, debe ser despojada de ellas para
captar su verdadera esencia.
Pero no se
trata de eliminar sin más, sino de saber previamente qué es lo que hay que
conservar (cuál es el “verdadero sentido” del evangelio) para poder prescindir
tranquilamente de todo lo demás. Lo esencial de la predicación o kerigma neotestamentario no puede ser
una imagen del mundo incompatible con la proporcionada por la ciencia moderna
(pues, en ese caso, habría que declarar el evangelio objeto de mera erudición
histórica, sin ninguna vigencia), sino una oferta de salvación dirigida al
hombre; pero incluso para entender en qué consiste dicha oferta de salvación
debemos partir de una comprensión racional, filosófica y no mitológica, del
propio hombre.
La
antropología que Bultmann toma como presupuesto necesario para la comprensión
de la revelación es la propia de la filosofía existencialista, principalmente
de Heidegger. El hombre es visto como un ser que es responsable de su propia
existencia, que aspira a una existencia plena y auténtica, pero que es a la
vez prisionero de sus propias limitaciones. Aquí enlaza Bultmann con la
“justificación por la sola fe” de Lutero: el hombre es radicalmente incapaz de
trascender sus límites, no puede salir de su angustia y desesperación. Y
entonces se produce el encuentro con la revelación divina.
¿Qué es esta
revelación? No enunciados sobre Dios
o su actuación en el mundo (que, puesto que presuponen un mundo abierto a
intervenciones sobrenaturales, deben ser declarados mitológicos); su contenido
es la propia autocomprensión que el hombre tiene de sí mismo (citando la glosa
de Jaspers: “la autocomprensión natural de la existencia humana que,
preocupada por sí misma, vive, en angustia y cuidado, hacia la muerte; que
finita y sin arraigo está yerta en su ser, sin origen y sin meta, escindida en
sí misma, etc.”[3]), en virtud de la cual el
hombre puede alcanzar la orientación hacia una existencia auténtica. Bultmann
realiza una traducción del lenguaje mitológico del Nuevo Testamento al lenguaje
antropológico-existencial, que recuerda la fórmula de Feuerbach en La esencia del cristianismo: “El secreto
de la teología es la antropología”.
2. Los supuestos de la desmitologización.
Al principio
de su escrito Verdad y desgracia de la
desmitologización de Bultmann, Jaspers enuncia los dos supuestos básicos en
los que se apoya el proyecto desmitologizador:
1. “Su
concepción de la ciencia moderna, de la imagen moderna del mundo y del hombre”.
2. “Su
concepción de la filosofía, que le permite recuperar aquellos contenidos de la
fe que aún considera verdaderos mediante la interpretación existenciaria”.
Lo cierto es
que a Jaspers ambos apoyos le parecen poco sólidos: merece la pena, si no
reproducir íntegramente sus argumentos en este sentido, al menos destacar algunas
de sus ideas básicas:
En relación con 1. ¿Qué “ciencia” es esa
que Bultmann declara incompatible con la imagen del mundo presupuesta en el
Nuevo Testamento? Jaspers enumera dos posibilidades: bien el racionalismo
cientifista o “pseudoilustración” de todas las épocas (“el pensamiento materialista,
sensualista, realístico que existe desde milenios”[4]),
bien lo que se llama, en sentido estricto, “ciencia moderna”. Pero justamente
una característica esencial de esta última es la de renunciar a una imagen del
mundo, por lo que mal puede ser incompatible con cualquier otra “imagen del
mundo”, mitológica o no[5].
Rudolf Bultmann (1884-1976) |
En relación con 2. La adopción del
pensamiento heideggeriano, concretamente Ser
y Tiempo, como “filosofía científica”, no solo tiene mucho de arbitrario[6], no solo
peca de inexactitudes, sino sobre todo cubre con un velo de “objetividad
científica” aquello que reviste el carácter de decisión vital, convierte lo
“existencial” en “existenciario” (perteneciente a la comprensión filosófica
de la existencia), permite al filósofo (y mucho más al teólogo) hablar ex cathedra sin mancharse las manos, sin
comprometerse existencialmente con aquella realidad de la cual está
hablando…[7]
He aquí, en
germen, lo que a mi entender constituye la acusación fundamental contra
Bultmann: este ha dejado de lado su función de teólogo y pastor y se dedica a
la ciencia o historia de la religión (ni siquiera a la filosofía, pues tiene
de esta una idea meramente instrumental, como auxiliar de la ciencia, y “nunca
ha sido rozado por el hálito de un pensamiento como el platónico o el
kantiano”)[8].
3. Balance de la desmitologización.
Entendida como
“negación de la realidad material de los relatos míticos”, Jaspers juzga la
desmitologización como algo positivo y necesario:
“En todos los tiempos y hasta hoy se desfigura la verdad del
pensamiento mítico al transmutarse el lenguaje cifrado del mito en la realidad
material de su contenido. El contacto con la auténtica realidad en virtud de un
único lenguaje decae en el materialismo de lo manejable y útil. Por eso siempre
se ha tenido razón –y también la tiene Bultmann- cuando se han negado las
afirmaciones sobre materialidades corpóreas con respecto a cosas del mundo que
son totalmente accesibles a nuestro saber real, que es totalmente distinto y
que ha hallado en la ciencia moderna su despliegue, su determinación y su
claridad en la limitación. Un cadáver no puede resucitar y salir de su tumba.
Los relatos contradictorios de algunos testigos que aportan escasas
indicaciones no pueden probar un hecho histórico. Debido a nuestro
materialismo cotidiano, siempre se volverá a producir de nuevo el
deslizamiento del lenguaje cifrado del mito hacia la concepción de una
materialidad garantizada y garantizante, tal como ya sucedió con los primeros
cristianos y por doquier en el mundo. Suprimir críticamente estas desfiguraciones
quedará siempre como tarea. Por un momento Bultmann podrá llamar
‘desmitologización’ el cumplimiento de esta tarea, expresando con ello algo
verdadero: la tarea de señalar en su falsedad la reificación, la corporeidad
sin transparencia de una presunta realidad.”[9]
Lo que ya no
está tan claro es que para desmitologizar haya que “traducir” lo mítico a un
lenguaje no mítico: toda “traducción” de este tipo es un empobrecimiento del
mito. Este debe conservarse como tal, aunque seamos conscientes de su falsedad
material, o, en todo caso, “traducirse” en otros términos también míticos.
Jaspers enlaza
aquí con la consideración en su obra filosófica de las “cifras de la Trascendencia”,
acerca de las cuales dice que: a) No deben suprimirse, sino conservarse y
comprenderse en tanto que cifras; b)
no deben tampoco confundirse con realidades o con la realidad aludida como
“Trascendencia”, que nunca puede ser convertida en objeto de conocimiento.
“Cifra significa que en virtud de ella penetra en mi conciencia lo que de
ningún otro modo puede expresarse como lenguaje” (Réplica a Bultmann, p. 228). A la pregunta de Bultmann de cómo es
posible esta “lucha entre cifras” o representaciones míticas a que alude
Jaspers (puesto que ninguna cifra es materialmente verdadera, ¿qué sentido
tiene contraponer unas a otras?), responde este último que se trata precisamente
de oponer imágenes para no quedarse en ninguna de ellas:
“Todo el pensamiento mítico, como el especulativo, es superado por la
exigencia inflexible: ¡No te harás imágenes! Como inteligencias finitas, sensibles,
no podemos, empero, pensar sino objetivamente y con guías intuitivas. Esta
exigencia solo puede significar entonces que no debemos erigir en absoluto nada pensable, ninguna figura mítica,
ninguna representación de acontecimientos y esencias”.[10]
Ahora bien,
¿qué sentido tiene, para la comunidad de creyentes, la desmitologización
llevada a cabo por el pastor Bultmann? Jaspers se muestra escéptico: No sirve a
la fe de la comunidad, en el mejor de los casos puede “ofrecer al que ha
perdido la fe mediante un tour de force
racional algo así como la buena conciencia de un querer y poder creer aún”[11],
pero en realidad “el adversario incrédulo no está satisfecho y al creyente se
le despiertan las dudas”[12]. En
cuanto al uso que teólogos y pastores puedan hacer de la desmitologización, el
dictamen de Jaspers es de una dureza poco habitual: solo sirve para que los representantes
oficiales de la religión puedan eludir su compromiso personal con la fe y
ocultar su descreimiento tras “los conocimientos de una fe pensada” [no vivida] y “operaciones para asegurar la
Iglesia por la tendencia a mantener cualquier institución establecida por los
hombres”[13]. La obra de Bultmann es valiosa como investigación histórica, pero
falla como teología, ya que “un discurso teológico o filosófico decae en un
sinsentido, cuando se sustrae hacia la ciencia, o cuando el pneuma no lo
inspira”[14].
Bultmann
responde, de forma convincente, que la desmitologización pertenece
indudablemente a la tarea del pastor y el teólogo, que deben interpretar textos en los que los fieles
corren el riesgo de no ir más allá del ropaje mitológico: “Estoy tan convencido
como él [Jaspers] de que un cadáver no puede resucitar y salir de su tumba, de
que no hay demonios ni una acción causal mágica. Ahora bien, ¿qué debo hacer
como pastor, si en la prédica y en la instrucción debo explicar textos que
hablan de la resurrección corporal de Jesús, de demonios y de una acción
causal mágica? ¿O como teólogo científico que debe ayudar al pastor en su
tarea?” (En torno a la desmitologización,
p. 204). Como bien señala el propio Bultmann, lo que aquí está en juego es
el diferente enfoque con el que ambos autores abordan el problema de la
comprensión, que el teólogo enlaza directamente con el de la interpretación:
no solo alcanzar la exactitud al captar el sentido del texto bíblico, sino que
por medio de esta comprensión exacta el lector u oyente del texto sea
interpelado por este a fin de tomar una decisión que comprometa su existencia.
Lo decisivo para Bultmann no es creer más o menos cosas, sino entender que
creer es algo totalmente diferente a aceptar un conjunto de proposiciones sobre
Dios y Jesucristo realizadas en un lenguaje objetivante y mitológico.
4. En torno a la idea de “revelación”.
Jaspers
contrapone dos formas diferentes de entender la revelación: la ortodoxa y la
liberal. Caracteriza la primera como la afirmación de que “Dios está localizado
en el espacio y en el tiempo, de una sola vez o en una sucesión de actos, que
se ha revelado directamente aquí y solo aquí” (es decir, reclama absolutez y
exclusividad como notas esenciales del acto divino de la revelación), mientras
que “el espíritu liberal no cree en esta revelación”, sino que más bien “está
presente en él el misterio de la revelación de la verdad en los saltos de la
historia del espíritu y lo inconcebible del acceso de los hombres, como fondo
profundo de lo aún no comprendido en todo lo que ha llegado a ser revelación” (Verdad y desgracia..., pp. 186-87) [15].
Lo
sorprendente es que Jaspers incluye a Bultmann dentro de la corriente ortodoxa.
¿La razón? Bultmann se apoya claramente en la luterana “justificación por la
sola fe”, lo que para Jaspers absolutiza una forma de revelación (aquella a la
que se asiente por la fe) y desautoriza todas las demás.
“El que filosofa tiene que quedar atónito ante lo que aparece
finalmente como el residuo de la fe que se ha salvado, lo que es considerado
como no mítico, lo que es esencial para Bultmann: la justificación por la sola
fe, la fe en el acontecimiento de salvación, esto que para el que filosofa es
lo más extraño, lo más ajeno, lo que existencialmente apenas llega a constituir
un lenguaje, este elemento luterano con sus terribles consecuencias. Él mismo
resume el sentido de su obra en una frase que caracteriza el nivel en que se
mueve esta pretensión y la desenmascara: ‘La desmitologización radical es
paralela a la doctrina paulina y luterana de la justificación por la sola fe,
sin la obra según la ley.” Yo creo: Objetivamente la posición de Bultmann es
totalmente ortodoxa y antiliberal, pese al espíritu liberal del investigador y
del hombre.”[16]
Lo que Jaspers
viene a decir es: Si se desmitologiza, hay que hacerlo hasta el final. Y si por
mito se entiende “el hablar en imágenes, intuiciones, representaciones, en
figuras y acontecimientos provistos de significación suprasensible”[17], la
idea de “revelación” (Dios que habla al hombre) encaja totalmente en la
categoría “mito”. Por eso, Bultmann yerra al oponer “mito” y “revelación”: en
realidad, se trata de “una distinción operada en el seno de lo mítico mismo”[18].
Karl Jaspers (1883-1969) |
Jaspers carga
las tintas al referirse a las consecuencias de la aceptación del concepto
ortodoxo de “revelación”: intolerancia (“quema de herejes”, amenazas de “muerte
eterna” ¡realizadas en nombre de Dios!), frente a la cual solo cabe la
intolerancia como defensa[19]. Merece
la pena transcribir íntegramente los párrafos en los que Jaspers examina las
consecuencias de la actitud ortodoxa:
“Con estupor escuchamos los veredictos ya dos veces milenarios de la ortodoxia
sobre nuestra muerte eterna, nuestro autoendiosamiento, nuestra soberbia,
nuestra pretensión de arrogarnos el papel de jueces sobre Dios. Con estupor
nos enteramos de esta extraña exigencia, que condena al que no cree a la perdición
eterna y promete eterna bienaventuranza al que tiene fe (...).
“Acaso, ¿no es lícito pensar: Aun suponiendo que la ortodoxia esté en
lo cierto, Dios no nos reprobará cuando de buena fe nos hemos empeñado, aun
claudicando y engañándonos constantemente? ¿No está Dios del lado de Job,
contra los teólogos ortodoxos?
“Lo que vive en el ámbito de la razón humana, no debe apelar en la
lucha a Dios, sino únicamente a razones en el mundo. Pues Dios es mío, tanto
como lo es del adversario. Pero, ¿qué haremos, si la ortodoxia, el fanatismo de
las confesiones nos niegan el derecho de servir a Dios, de querer vivir en
obediencia a Dios...? Contra la intolerancia no hay más que la intolerancia.
Pero, como hoy ya no se trata de una lucha por la existencia, ni se queman los
herejes en nombre de la revelación (aunque
no debemos olvidar nunca que esto pertenece a su naturaleza), sino que en
la actualidad se invocan los nombres de otras instancias para hacerlo, es
lícito callar, debido a la inanidad de los veredictos que continúan
profiriendo los teólogos ortodoxos.”[20]
Al defender la
corriente liberal, Jaspers está convencido de recuperar el protestantismo
genuino: “Me considero protestante, pertenezco a una feligresía y poseo la
dichosa libertad protestante de cerciorarme por mí mismo –sin mediador, en
relación inmediata con la trascendencia, teniendo como guía la Biblia y junto
con Kant- de la fe de la cual creo vivir o por lo menos quisiera vivir.”[21]
Rechaza el catolicismo como totalitario, aunque se trate de un totalitarismo
preferible al nazi-fascista o al soviético “por sus contenidos espirituales,
por su originaria fe bíblica y por el valor explosivo que encierra la Biblia”
(p. 251). En definitiva, y como él mismo destaca, se trata sobre todo de reivindicar
la libertad de conciencia partiendo de un supuesto fundamental: “nadie es poseedor
de la única verdad válida para todos”[22].
Pero, ¿no se
puede objetar a Jaspers que lo que reprocha a Bultmann es justamente su
cristianismo, es decir, su aceptación de la revelación de Dios en Jesucristo y
en la predicación de la Iglesia? Algo así reconoce el propio Jaspers cuando, al
final de su Réplica a Bultmann, relata
que uno de los propósitos de su crítica fue defender los derechos de la
filosofía frente a supuestas “verdades reveladas”:
“El hecho de que haya elegido como tema su desmitologización (...) obedeció
en primer lugar a mi ira intelectual contra
la desmitologización en maridaje con aquella ortodoxia que le hizo escribir la
frase que la idea de Dios sin Cristo es, desde el punto de vista cristiano –o
sea, el suyo-, una ilusión. ¿Se habrá percatado usted al escribir esta frase...
que, con el centro del filosofar que he intentado teniendo como guías a
Platón, Plotino, Spinoza y Kant, usted ha condenado toda esta empresa como
ilusoria? Por cierto que no, ya que usted no habrá pensado en mí. Pero tampoco
lo sentí como un cargo contra mí, sino contra la filosofía.”[23]
Bultmann, como
teólogo cristiano, está obligado a considerar a Jesucristo como la última y definitiva revelación de Dios,
siendo todas las otras presuntas revelaciones, en el mejor de los casos,
preparaciones o pálidos reflejos de la única revelación verdadera. El teólogo
reconoce el problema, pero lo considera irresoluble desde la filosofía o la
ciencia: estas solo pueden comprobar la existencia de una fe en la revelación,
pero no la revelación misma. Y “siempre que habla la fe en la revelación,
afirma la absolutez de la revelación en la cual cree”[24].
5. Algunas conclusiones.
Como ha podido
comprobarse, me he limitado a señalar algunos aspectos básicos de la polémica
entre Bultmann y Jaspers. Puesto que este trabajo surge de un curso sobre la
filosofía de la religión de Jaspers, lo concluiré destacando justamente los
puntos que tienen mayor relevancia desde este punto de vista.
1) Jaspers
entiende la filosofía como una opción vital incompatible con la teología, o
más en general con la fe religiosa (le corresponde más bien otra forma de
apertura a la trascendencia que el propio Jaspers denomina “fe filosófica”),
pero el filósofo acepta la viabilidad de otras formas de existencia y otros
lenguajes distintos del filosófico: “El que filosofa no desea que todos le
sigan, sino que desea que esté presente la fe en la revelación y los otros
momentos de la vida religiosa –en la feligresía, el culto, el mito, el rito y
las festividades- y busca que este lenguaje se exprese con máximo vigor.”[25]
2) Los mitos
son “cifras de la Trascendencia”: no pueden ser suprimidos, pero tampoco
entendidos como realidades materiales o históricas (espaciotemporales). Uno no
debe intentar traducirlos, sino “escucharlos simplemente, como de un solo
golpe”, poner en juego la intuición, o alguna capacidad de conocimiento que no
es la razón científica, para captar su sentido auténtico: “Hay que moverse en
el mundo de las cifras como en los cuentos de hadas.”[26]
3) No puede
admitirse ninguna intervención de Dios en el mundo, pues esto suprime la
Trascendencia divina convirtiendo a Dios en un objeto más del mundo, y produce
como consecuencia la pérdida de la libertad del hombre. “Si Dios se manifestara
en su majestad ante nuestros ojos en un lugar determinado, ya sea en su
realidad o por su palabra, entonces no seríamos más que títeres manejados por
él.”[27]
4) Lo anterior
puede aplicarse a la idea de revelación: no puede hablarse de una revelación
exclusiva transmitida directamente por Dios a los hombres, sino solo de una revelación
inmanente a la Historia y que se da en diferentes culturas y religiones. Esto
es así, en definitiva, porque
“Todo lo que se haya dicho y hecho como revelación, siempre ha tenido
lugar en una forma mundana, en un lenguaje mundano, en una acción humana y en
una aprehensión humana.”[28]
Opino que en
esta frase se condensan la filosofía de la religión de Jaspers y el fondo de
su discrepancia con el teólogo Rudolf Bultmann: El conocimiento de Dios, para el
filósofo Jaspers, es una empresa humana y no el resultado de una acción divina.
[1]Menos
conocidos que Strauss, otros muchos autores trataron este mismo asunto. Entre
ellos podemos citar a Heyne, G. L. Bauer, De Wette, B. Bauer (a quien Marx
dedica su obra La sagrada familia),
Delitzch, Drews, Macchioro, Dujardin, etc.
[2]Aquí
hay que matizar: Para Bultmann lo que hizo y dijo Jesús es, en la mayoría de
los casos, inaccesible para el conocimiento histórico, y además irrelevante
para la teología. Por tanto, cuando se habla de “la predicación de Jesús”,
debe entenderse esta tal como fue consignada por la primera generación de
cristianos, corresponda o no –lo más probable es que así sea, pero casi siempre
resulta indemostrable- a la actuación histórica de Jesús. Este punto puede
ilustrarse comprobando cómo resuelve Bultmann, en el prólogo de Jesús, la complicada cuestión de la
autoconciencia mesiánica: “Personalmente, opino que Jesús no se creyó el
Mesías, pero no por eso pretendo tener una idea más clara de su personalidad.
De cualquier forma, en el presente libro no he tocado para nada esta cuestión,
en último análisis no porque nada de cierto se sepa al respecto, sino porque a
mi juicio la cuestión carece realmente de importancia.”
[3]Verdad y desgracia de la desmitologización
de Bultmann, p. 159.
[4]Réplica a Bultmann, p. 243.
[5]Jaspers
llega a decir, provocando a Bultmann (o respondiendo a su provocación), que,
por supuesto, sí es posible a la
vez confiar en la medicina y creer en milagros. La cita completa es esta: “La
analogía entre la relación del hombre moderno con respecto al cura y al
médico puede ilustrarse partiendo de una frase de Bultmann: ‘No es posible…
recurrir en casos de enfermedad a los medios medicinales y clínicos modernos
y creer simultáneamente en el mundo de espíritus y milagros del Nuevo
Testamento.’ Por supuesto que esto es
posible. Pero hay algo peor: la superstición en cosas de la medicina es hoy
a menudo no menos absurda que en aquel mundo de espíritus y milagros
materializados. Y aun más, tratándose de los médicos infectados con las
creencias psicoanalíticas y otros movimientos modernos similares, hasta se acerca
a los contenidos de la demonología que se expresan de un modo solo ligeramente
distinto.” (Verdad y desgracia…, p.
182; las cursivas son mías, no de Jaspers).
[6]En su
escrito En torno a la desmitologización (p.
202), Bultmann responde a esta velada acusación: “En su intento de aclarar la
relación del ser humano con la historia y, por ende, el comprender histórico,
para salir así del tradicional esquema sujeto-objeto, la teología tiene algo
que aprender de Heidegger. Por supuesto, no necesariamente tiene que ser
Heidegger aquél del cual se aprende. Si uno cree poder aprenderlo mejor en otro
lado, allá él. Pero hay que aprenderlo.”
[7]Jaspers
aclara este asunto distinguiendo (según él, “no de buen grado sino obligado por
las circunstancias”) entre “comprensión originaria” y “comprensión de lo
comprendido”, en correspondencia con el par de conceptos existencial-existenciario (o, en Ortega, vida-razón, o creencia-idea):
“La ‘comprensión originaria’ es toda la aprehensión de la conciencia pensante
frente a la cual aquello que comúnmente se llama ‘comprensión’ solo es ‘comprensión
de lo comprendido’… Mientras la comprensión originaria es captación y
producción de sentido, realización, identidad del hombre con lo que, al comprender,
hace, la comprensión de lo comprendido tiene un carácter secundario que no
compromete a nada, transcurre en el ámbito de lo posible, no lleva a una
decisión…” (Réplica a la contestación de
R. Bultmann, p. 233).
[8]“Cada
vez que Bultmann se refiere en sus trabajos a hechos de la historia de la
filosofía, se trata de aquellos contenidos que se pueden transmitir sin más, en
los cuales está en juego en primer término la existencia de la exactitud
histórica pero no la filosofía misma. Ni el hálito de un pensamiento tal como
el kantiano o el platónico parece haberle rozado. Su impropia concepción de la
filosofía, inclusive –me parece- de la de Heidegger, es la característica de
la filosofía científica en el sentido de la filosofía profesoral del siglo XIX
o de la doxografía de la época helenística.”
(Verdad y desgracia…, p. 160)
[9]Verdad y desgracia…, p. 166.
[10]Réplica a Bultmann, p. 230. La
utilización de cursivas en esta cita es responsabilidad mía, no de Jaspers.
[11]Verdad y desgracia..., p. 182.
[12]Ibíd...., p. 185.
[13]Ibíd., p. 179.
[14]Ibíd., p. 178.
[15]¿Corresponde
dicha distinción a la que realiza el propio Jaspers entre “fe religiosa” y “fe
filosófica”, o son más bien dos especies del género “fe religiosa”? Creo que
el texto da argumentos para defender ambas opciones, ya que, aunque es cierto
que la fe filosófica rechaza la revelación y la teología liberal la acepta,
uno puede preguntarse (como hace el propio Bultmann) si el modo como se produce
dicha aceptación no acaba inmanentizando la propia revelación y por tanto
negándola como tal (En torno a la desmitologización, p. 210: “¿Qué es finalmente esta
‘trascendencia’ sino aquello que anteriormente se llamó ‘espíritu’? El espíritu
que, por cierto, es trascendente a la ‘corporeidad’, ¡pero que es inmanente a
la razón humana! ¿Es esta ‘trascendencia’ la trascendencia de Dios? Si, según
Jaspers, se manifiesta ‘el misterio de la revelación de lo verdadero en los
saltos de la historia del espíritu’, la ‘trascendencia’ parece ser inmanente
también a la historia.”).
[16]Verdad y desgracia..., p. 194. Un poco
más adelante (pp. 198-99) matiza esta caracterización de Bultmann: “Bultmann no
es liberal, ni es ortodoxo en un sentido autoritario; uno cree poder observar
cómo los indelebles recuerdos religiosos de la infancia resisten un pensamiento
que, de hecho, disuelve objetivamente la teología y la filosofía, según mi
parecer, sacrificándolas. Está sugestionado por una imagen del mundo,
presuntamente ilustrada, que es la trivialmente moderna... Si en esta
entreverada amalgama de la ciencia y la teología hay, empero, una potencia que
se impone, sería finalmente la ortodoxia. Me parece que nos hallamos ante una
rarísima mezcla de falsa ilustración con ortodoxia violenta.” Tras leer estas
líneas, uno no puede extrañarse que Bultmann se limitara a replicar: “A nadie
puede sorprenderle que no entre a considerar su caracterización de mi persona.
A una necrología no se puede replicar” (En
torno a la desmitologización, p. 201).
[17]Réplica a Bultmann, p. 226.
[18]Ibíd., p. 227.
[19]Matiza:
“(El filósofo) niega absolutamente la pretensión de absolutez solo allí donde
su consecuencia real es la coacción y la intolerancia. La lucha práctica se
dirige recíprocamente contra la violencia política que aspira a aniquilar al
adversario. La pretensión de absolutez, en cambio, que no llega a estas
consecuencias reales (lo que evidentemente resulta difícil a la larga, como
muestra la experiencia histórica), es una realidad que el filósofo no puede
abolir...” (Ibíd., p. 225). La
estrategia es, por tanto: diálogo con
los ortodoxos solo teóricos, intolerancia
con los ortodoxos intolerantes.
[20]Verdad y desgracia..., p. 193. La
utilización de cursivas en esta cita es responsabilidad mía, no de Jaspers.
[21]Réplica a Bultmann, p. 220; la cursiva
es mía.
[22]Ibíd.,p. 224: “Mi supuesto es este:
nadie es poseedor de la única verdad válida para todos. Nadie se halla en un
más allá, en un punto de vista que le permite abarcar todas las verdades,
compararlas y evaluarlas. Por el contrario, cada uno de nosotros está adentro.”
Se trata de una posición que podemos llamar perspectivista, similar a las mantenidas por Nietzsche y Ortega y
Gasset.
[23]Ibíd., p. 248.
[24]En torno a la desmitologización, p. 210:
“Cada uno es muy libre de considerar como absurda esta fe en la revelación.
Pero, si lo hace, no debería seguir hablando de revelación.” Otra cuestión es que Bultmann desmitologice
al máximo la idea de revelación, entendiéndola como acontecimiento escatológico
y no histórico, y combatiendo “el malentendido que comprende por revelación lo
revelado”.
[25]Réplica a Bultmann, p. 225.
[26]Ibíd., p. 228.
[27]Verdad y desgracia..., p. 188. Jaspers
enlaza con el teísmo moral de Kant cuando prolonga su reflexión de la siguiente
manera: “Dios ha querido que encontremos por la libertad el camino hacia él. Este
camino conduce a él debido al hecho de que nuestra razón, responsable ante sí
misma, percibe sus señales ambiguas en el mundo para que podamos llegar a él
en virtud de la realidad de nuestra vida moral.”
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