Feuerbach: La esencia del cristianismo |
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 24
El pensamiento de Marx bebe de tres fuentes: la filosofía alemana, en especial Hegel y Feuerbach; el liberalismo económico (Adam Smith, David Ricardo), y el movimiento socialista. Hegel lleva hasta el final el planteamiento kantiano de afirmación de la razón, negando los límites que el propio Kant no quiso traspasar: el noúmeno como realidad no accesible a la razón y Dios como garante último de la tarea moral. Lo hace equiparando Razón, Realidad, Historia y Dios en una única Totalidad (lo Absoluto) que progresa a base de negaciones (dialéctica); es esto precisamente, la dialéctica, lo que Marx quiere conservar de Hegel. Feuerbach critica a Hegel y, de paso, el pensamiento teológico mostrando la teología como antropología disfrazada y a Dios como una creación humana. Crítica religiosa que Marx asumirá como definitiva, aunque rechaza su trasfondo idealista: no basta con sustituir unas ideas por otras, hay que cambiar el mundo que produce esas ideas (“hasta ahora los filósofos han interpretado el mundo, ahora se trata de transformarlo”, reza la tesis 11 sobre Feuerbach). La religión como invención de un imaginario mundo futuro donde los sufrimientos presentes serán compensados es resultado de la propia falsedad y contradicción del mundo material donde los hombres soportan una existencia deshumanizada, y es precisamente este mundo material lo que hay que poner patas arriba.
Se llama materialismo histórico a la interpretación marxista del Hombre, la
Sociedad y la Historia; concepto que a veces se engloba en otro más amplio:
“materialismo dialéctico”. “Materialismo”, como los representantes de la
izquierda hegeliana con Feuerbach a la cabeza, pero “dialéctico”, al modo de
Hegel, entendiendo la totalidad de lo real como un proceso histórico en que la contradicción es el motor del
cambio (eso sí, a diferencia de Hegel para Marx la realidad no es el espíritu
divino o la razón absoluta, sino la actividad material).
Marx y Engels conspirando contra el orden burgués |
Igual que
Feuerbach, Marx parte de la existencia
alienada para que, comprendiendo esta, el hombre luche para recuperar su esencia
perdida. Para Marx el hombre es un sujeto activo, no un mero objeto pasivo;
además, su actividad no es primordialmente teórica, sino material: más que
animal pensante, el hombre es un animal que trabaja. Por eso la alienación
radical (contra Feuerbach) no es la religiosa, sino la del propio trabajo, que
el trabajador no ve como algo suyo sino forzado.
En consecuencia, tampoco le pertenece el producto de este trabajo, que pasa
a otras manos. El Estado, el Derecho y, por último, la ideología no hacen sino
conservar y aumentar un estado de cosas donde los propietarios roban su trabajo
a los productores. Intereses contrapuestos que darán lugar a un enfrentamiento
básico prolongado a lo largo de la Historia y que Marx designa como lucha de clases.
El hecho
que ha dado origen a la sociedad humana ha sido la producción de bienes materiales
por el trabajo. Han sido la producción y el intercambio de
productos los que han creado las relaciones originarias y básicas
entre los hombres. De estas relaciones básicas se han derivado después
las demás.
El trabajo o praxis
productiva produce dos clases de relaciones:
a) Con la naturaleza,
mediante las llamadas fuerzas de productividad (elementos que intervienen
activa y directamente en el proceso productivo).
b) De unos
hombres con otros (relaciones de producción o circunstancias de
producción).
Entre las
fuerzas de productividad hay que contar sobre todo a los trabajadores o
productores. Entre las relaciones de producción la más importante es la forma
de propiedad, fundamentalmente cómo se organiza y en manos de quién se
encuentra dicha propiedad. Fuerzas de productividad y relaciones de producción
forman la llamada base o infraestructura de la sociedad.
Además de la infraestructura, la
sociedad está formada también por una superestructura, constituida
por los factores políticos (Estado y Derecho) e ideológicos
(religión, moral, filosofía, arte, etc.). Los elementos superestructurales
surgen y se desarrollan condicionados por los factores económicos de
la infraestructura. Según sea la economía de una sociedad, así es su
política, su derecho, su religión, su moral, etc.
La raíz de los cambios
en la superestructura son las transformaciones económicas que tienen
lugar en la base de la sociedad. Estas transformaciones se dan cuando
las fuerzas de productividad entran en contradicción con el sistema de
relaciones o circunstancias de producción. Así, el dinamismo de la
economía es el determinante de la marcha de la Historia, al menos en
última instancia (en ambigua expresión debida a Engels).
El desarrollo de la Historia
humana es, en consecuencia, el proceso por el que fuerzas productivas y
relaciones de producción chocan entre sí y este choque conduce al cambio
social. Marx habla de una sucesión de “modos de producción” a lo largo de la Historia: una vez superada la colectividad prehistórica van apareciendo uno
tras otro los modos asiático, esclavista, feudal, capitalista y comunista. Este último está aún por venir y significa la
realización perfecta de la comunidad humana y de cada hombre en esa comunidad.
Excepto en la primera etapa de la humanidad
(colectividad prehistórica), en los otros períodos históricos ha existido la propiedad privada como una
inevitable circunstancia de producción. Tal hecho ha dividido la sociedad
en dos clases: propietarios y no propietarios. Los primeros han
oprimido y explotado a los otros, que no han tenido más remedio que entregar
su trabajo para subsistir. En el modo capitalista, lo venden por un precio
fijado por el mercado (salario), precio necesariamente inferior al de su valor
real, hecho que explica la plusvalía o beneficio para el burgués.
Representación gráfica de los distintos modos de producción |
La humanidad actual se encuentra en el trance
de dar el paso de las sociedades capitalistas a las sociedades comunistas.
La revolución es inevitable en el momento en que la acumulación de plusvalía
simultánea a la miseria masiva de la población alcanza un nivel insoportable. La
potencia de las fuerzas de productividad y su enorme capacidad productiva
están exigiendo la apropiación de los medios de producción por la sociedad,
eliminando así la propiedad privada de estos medios. Tras la revolución,
el proletariado se hará con el aparato del Estado (dictadura del proletariado),
convertirá a este en el único poseedor de todos los medios de producción
(socialismo) y finalmente llevará a la sociedad hacia el comunismo, etapa
definitiva en la que desaparecerán el Estado, las clases sociales y la
explotación de unos hombres por otros.
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