sábado, 6 de enero de 2018

Materialismo histórico


Feuerbach: La esencia del cristianismo

Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 24


           El pensamiento de Marx bebe de tres fuentes: la filosofía alemana, en especial Hegel y Feuerbach; el liberalismo económico (Adam Smith, David Ricardo), y el movimiento socialista. Hegel lleva hasta el final el planteamiento kantiano de afirmación de la razón, negando los límites que el propio Kant no quiso traspasar: el noúmeno como realidad no accesible a la razón y Dios como garante último de la tarea moral. Lo hace equiparando Razón, Realidad, Historia y Dios en una única Totalidad (lo Absoluto) que progresa a base de negaciones (dialéctica); es esto precisamente, la dialéctica, lo que Marx quiere conservar de Hegel. Feuerbach critica a Hegel y, de paso, el pensamiento teológico mostrando la teología como antropología disfrazada y a Dios como una creación humana. Crítica religiosa que Marx asumirá como definitiva, aunque rechaza su trasfondo idealista: no basta con sustituir unas ideas por otras, hay que cambiar el mundo que produce esas ideas (“hasta ahora los filósofos han interpretado el mundo, ahora se trata de transformarlo”, reza la tesis 11 sobre Feuerbach). La religión como invención de un imaginario mundo futuro donde los sufrimientos presentes serán compensados es resultado de la propia falsedad y contradicción del mundo material donde los hombres soportan una existencia deshumanizada, y es precisamente este mundo material lo que hay que poner patas arriba.
Se llama materialismo histórico a la interpretación marxista del Hombre, la Sociedad y la Historia; concepto que a veces se engloba en otro más amplio: “materialismo dialéctico”. “Materialismo”, como los representantes de la izquierda hegeliana con Feuerbach a la cabeza, pero “dialéctico”, al modo de Hegel, entendiendo la totalidad de lo real como un proceso histórico en que la contradicción es el motor del cambio (eso sí, a diferencia de Hegel para Marx la realidad no es el espíritu divino o la razón absoluta, sino la actividad material).
Marx y Engels conspirando contra el orden burgués
Igual que Feuerbach, Marx parte de la existencia alienada para que, comprendiendo esta, el hombre luche para recuperar su esencia perdida. Para Marx el hombre es un sujeto activo, no un mero objeto pasivo; además, su actividad no es primordialmente teórica, sino material: más que animal pensante, el hombre es un animal que trabaja. Por eso la alienación radical (contra Feuerbach) no es la religiosa, sino la del propio trabajo, que el trabajador no ve como algo suyo sino forzado. En consecuencia, tampoco le pertenece el producto de este trabajo, que pasa a otras manos. El Estado, el Derecho y, por último, la ideología no hacen sino conservar y aumentar un estado de cosas donde los propietarios roban su trabajo a los productores. Intereses contrapuestos que darán lugar a un enfrentamiento básico prolongado a lo largo de la Historia y que Marx designa como lucha de clases.
El hecho que ha dado origen a la sociedad humana ha sido la pro­duc­ción de bie­nes mate­ria­les por el tra­bajo. Han sido la pro­duc­ción y el in­ter­cam­bio de pro­duc­tos los que han crea­do las rela­cio­nes ori­gina­rias y bási­cas entre los hom­bres. De estas rela­cio­nes bási­cas se han deri­vado des­pués las de­más.
El trabajo o praxis productiva produce dos clases de re­la­cio­nes:    
a) Con la naturaleza, mediante las llamadas fuerzas de pro­duc­tivi­dad (ele­men­tos que in­ter­vie­nen acti­va y di­rec­ta­mente en el pro­ceso pro­duc­ti­vo).
b) De unos hombres con otros (relaciones de pro­duc­ción o cir­cuns­tan­cias de pro­duc­ci­ón).
Entre las fuerzas de productividad hay que contar sobre todo a los trabajadores o productores. Entre las relaciones de producción la más importante es la forma de propiedad, fundamentalmente cómo se organiza y en manos de quién se encuentra dicha propiedad. Fuerzas de productividad y relacio­nes de producción forman la llamada base o infraestruc­tura de la sociedad.
Además de la infraestructura, la sociedad está formada tam­bién por una supe­res­truc­tura, cons­ti­tuida por los fac­tores polí­ticos (Es­tado y Dere­cho) e ideo­ló­gicos (re­li­gión, mo­ral, filo­so­fía, arte, etc.). Los ele­men­tos supe­res­truc­tura­les sur­gen y se desa­rro­llan con­di­cio­nados por los fac­tores eco­nómi­cos de la in­fra­es­truc­tura. Según sea la eco­nomía de una so­cie­dad, así es su polí­tica, su dere­cho, su reli­gión, su mo­ral, etc.
La raíz de los cambios en la superestructura son las transfor­ma­cio­nes eco­nómi­cas que tie­nen lugar en la base de la so­cie­dad. Estas transfor­ma­cio­nes se dan cuan­do las fuer­zas de pro­duc­tivi­dad en­tran en con­tra­dic­ción con el sis­tema de rela­cio­nes o cir­cuns­tan­cias de pro­duc­ción. Así, el dina­mismo de la eco­nomía es el de­ter­mi­nante de la mar­cha de la His­to­ria, al menos en últi­ma ins­tan­cia (en ambigua expresión debida a Engels).
El desarrollo de la Historia humana es, en consecuencia, el proceso por el que fuerzas productivas y relaciones de producción chocan entre sí y este choque conduce al cambio social. Marx habla de una sucesión de “modos de producción” a lo largo de la Historia: una vez superada la colectividad prehistórica van apareciendo uno tras otro los modos asiático, esclavista, feudal, capitalista y comunista. Este últi­mo está aún por venir y sig­nifi­ca la rea­liza­ción per­fecta de la comu­nidad huma­na y de cada hom­bre en esa comu­ni­dad.
Excepto en la primera etapa de la humanidad (colectividad pre­his­tóri­ca), en los otros pe­río­dos his­tóri­cos  ha exis­tido la pro­pie­dad pri­vada como una ine­vita­ble cir­cuns­tan­cia de pro­duc­ción. Tal hecho ha divi­dido la so­cie­dad en dos cla­ses: pro­pie­ta­rios y no pro­pie­ta­rios. Los pri­meros han opri­mido y ex­plo­tado a los otr­os, que no han tenido más remedio que entregar su trabajo para subsistir. En el modo capitalista, lo venden por un precio fijado por el mercado (salario), precio necesariamente inferior al de su valor real, hecho que explica la plusvalía o beneficio para el burgués.
Representación gráfica de los distintos modos de producción
La humanidad actual se encuentra en el trance de dar el paso de las socie­dades capi­ta­lis­tas a las so­cie­dades comu­nis­tas. La revolución es inevitable en el momento en que la acumulación de plusvalía simultánea a la miseria masiva de la población alcanza un nivel insoportable. La po­ten­cia de las fuer­zas de pro­duc­tivi­dad y su enor­me capa­cidad pro­duc­tiva están exi­gien­do la apro­pia­ción de los me­dios de pro­duc­ción por la so­cie­dad, eli­mi­nando así la pro­pie­dad pri­vada de estos me­dios. Tras la revolución, el proletariado se hará con el aparato del Estado (dictadura del proletariado), convertirá a este en el único poseedor de todos los medios de producción (socialismo) y finalmente llevará a la sociedad hacia el comunismo, etapa definitiva en la que desaparecerán el Estado, las clases sociales y la explotación de unos hombres por otros.

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