Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 23
Para Hegel, la Historia es la razón en movimiento |
Kant
partía de lo dado (la ciencia, la moral) y buscaba las condiciones que lo hacen
posible desde el sujeto. Su método, llamado trascendental, ponía al descubierto
la forma a priori de la razón, descubriendo también su limitación (la cosa en
sí: lo irracional); límite más allá del cual queda un espacio vacío en el que
la razón práctica adivina (postula,
supone: no conoce) contenidos como la libertad, la inmortalidad y Dios: “puse
un límite al saber para hacerle sitio a la fe”. Es
la razón la que al criticarse o examinarse se autolimita, pero al hacerlo no puede dejar de pensar lo que
está más allá de dicho límite: el noúmeno o cosa en sí es al fin y al cabo un
pensamiento puesto por la propia razón; esta es la conclusión a la que llega
Fichte, según él entendiendo a Kant mejor de lo que él mismo se entendió y
pagándole de paso con la misma moneda con la que el propio Kant pagó a Platón. Suprimiendo
la cosa en sí racionalizamos la totalidad de lo real: "todo lo real es
racional", o al menos debe serlo, y a la inversa: "todo lo racional
es real", o aspira a realizarse a lo largo de la Historia. No es otra cosa que
esta racionalización del mundo real o realización de la razón lo que Hegel nos cuenta.
Porque
la razón no “es”, sino que “se hace”. Al contrario que Kant, Hegel no parte de
lo dado, sino de lo Absoluto y de esto deduce lo dado: el mundo, la Historia. Pero
lo Absoluto no es sustancia (contra Spinoza), sino proceso. Por eso el método
racional es a la vez lógico e histórico, pues la razón se desarrolla
expresándose en una sucesión de fases o “momentos”. La verdad no se encuentra
en los hechos aislados, abstracciones separadas del todo, sino en el proceso
total recogido en forma de Sistema que
abarca pensamiento y realidad y que avanza a base de negaciones. El método
adecuado para captar este proceso es la dialéctica.
Coloquémonos ahora en el principio de este proceso: la razón infinita (para entendernos: Dios antes de
crear el mundo). “Al principio era el Logos”: Hegel lo llama Idea y es a la vez todo y nada, todas
las posibilidades y ninguna concreción. Lo infinito que deja fuera lo finito es un infinito incompleto que busca completarse. Para concretarse o determinarse tendrá
que renunciar a su infinitud, tendrá que volverse Naturaleza: en lenguaje religioso, el Logos se hace carne (se
aliena o extraña, sale de sí y se vuelve otro). Pero el proceso no se para en
la Naturaleza sino que avanza hasta el Espíritu,
negación de la naturaleza mediante la cual el Dios alienado en lo exterior se
reencuentra consigo mismo (y este reencuentro tiene lugar en el hombre).
Con
la aparición del espíritu comienza la historia humana, cuyas fases recorrerá
Hegel pacientemente hasta llegar a la reconciliación de lo subjetivo (interioridad) y lo
objetivo (leyes, instituciones, Estado) en el Espíritu Absoluto, manifestado a
su vez en tres momentos: el Arte (lo Absoluto dado en intuición sensible), la
Religión (lo Absoluto representado mediante símbolos e historias sagradas) y la Filosofía (lo Absoluto pensado
en conceptos), momento este último que supone la recapitulación en el pensamiento de todo el movimiento racional vivido en forma de Historia.
Iniciábamos
esta serie de "Apuntes mínimos" sugiriendo que la filosofía empieza
cuando el lenguaje inventa la palabra "todo". Desde siempre los
filósofos han aspirado a conocer la totalidad, no este o aquel ser, sino el ser
como tal, el ser real y el ser posible (y hasta lo imposible), el ser
contingente y el ser necesario, el ser y el no ser y las distintas formas de
ambos, el ser y también la nada... La mirada del filósofo se ha vuelto así la
mirada-que-todo-lo-abarca, o al menos eso pretende. Pretensión que es la esencia de la filosofía y que nadie como Hegel se ha tomado más en serio.
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