Revisando "dirigidos" antiguos (cosa que suelo hacer cada cierto tiempo y siempre que mi apretado horario no me impone otras obligaciones más productivas), me tropecé con un artículo de Antonio Castro (sí, el profesor caricaturizado, vilipendiado y difamado en Tesis de Amenábar, al parecer porque había osado suspender o no aprobar un examen, al que ni siquiera se presentó, al entonces niño prodigio y hoy director de culto de cierta intelectualidad) sobre "la ideología de John Ford". Anoto aquí la referencia, para presuntos interesados en el tema: Confundir los términos, en "Dirigido por", n. 380 (julio-agosto 2008).
martes, 9 de junio de 2020
jueves, 14 de mayo de 2020
Filosofía de la Religión (V): El problema (filosófico) de la existencia de Dios
Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, solo Dios es digno de él.
La teología racional (o natural) es la parte de la
filosofía, más concretamente de la metafísica, que trata de saber algo acerca
de Dios (en el peor de los casos, que no existe o que no podemos saber si
existe o no) sin basarse en la autoridad de ninguna supuesta revelación
sobrenatural, sino solo en la razón.
San Juan de la Cruz: Dichos de Amor y Luz, 34.
Lógicamente,
el problema primero y fundamental de la teología racional es el que da título a
esta entrada. En efecto, si la respuesta a la pregunta ¿Existe Dios? es
No, es absurdo que sigamos haciéndonos preguntas acerca de Dios[1]. Si, por el contrario, es Sí, después de saber que existe
querremos saber cómo es. Y en el caso de que no fuéramos capaces de
contestar a esta pregunta en ninguno de los dos sentidos, la teología racional
sería un conjunto de proposiciones condicionales de la forma Si Dios
existiera, tendría tales propiedades.
![]() |
El ojo, símbolo de la omnisciencia divina |
Hay,
por tanto, tres formas posibles de contestar a la pregunta ¿Existe Dios?
desde la sola razón:
1)
Dios existe[2]. Esta postura se llama teísmo y no coincide necesariamente con la
fe religiosa (se debe, al menos, reconocer la independencia lógica de estas dos
proposiciones: “admito la existencia de Dios” y “acepto la verdad de esta
religión”).
2)
Dios no existe. Esta tesis, como todo el mundo sabe, se llama ateísmo.
3)
No podemos saber racionalmente si Dios existe o no. Es la tesis del agnosticismo.
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jueves, 16 de abril de 2020
Filosofía de la Religión (III): Necesidad o contingencia de la Religión
La pregunta ¿por qué hay religión? (es decir, cuál
es su fundamento) aparece
condicionada en su planteamiento y posibles respuestas por una cuestión previa:
la de si la religión es un hecho necesario en la vida humana y, por tanto, debe
haber existido siempre y nunca podrá desaparecer, o más bien es el resultado de
unas condiciones que, aunque se han dado generalmente a lo largo de la
Historia, pueden muy bien no darse. Hay que tener en cuenta, por tanto, dos
grupos de teorías sobre la religión: las que consideran esta como perteneciente
a la esencia de la humanidad y las que la interpretan como un hecho puramente
contingente.
1. PRIMER GRUPO DE TEORIAS: LA RELIGION ES ESENCIAL A LA HUMANIDAD.
Según esta interpretación, la religión es una estructura
esencial del ser humano, que no puede dejar de darse. Por tanto, hay religión
desde el momento en que hay humanidad. En palabras de Bergson:
"La
religión, por ser coextensiva a nuestra especie, debe participar de su
estructura".
Si esto es así, resulta absurdo preguntarse por el origen histórico de la religión, ya que esto supone que, antes de aparecer la religión, el hombre vivió en un estado no religioso. La religión no aparece en un momento de la historia: siempre ha habido religión y siempre habrá religión.[1]
Puede darse un "eclipse", un ocultamiento temporal del hecho religioso, pero la religión (en tanto que disposición natural del hombre) perdura, bien de forma invisible, bien bajo formas aparentemente no religiosas que cumplen la función de sucedáneos de la religión: idolatrías diversas, ocultismos, ideologías de exaltación de la naturaleza o del Estado, etc.
Puede darse un "eclipse", un ocultamiento temporal del hecho religioso, pero la religión (en tanto que disposición natural del hombre) perdura, bien de forma invisible, bien bajo formas aparentemente no religiosas que cumplen la función de sucedáneos de la religión: idolatrías diversas, ocultismos, ideologías de exaltación de la naturaleza o del Estado, etc.
viernes, 10 de abril de 2020
Filosofía de la Religión (VI): Las formas a priori de la experiencia religiosa
La línea argumentativa que voy a seguir en esta entrada es
la siguiente: En primer lugar, una caracterización global de la existencia
humana (y de la experiencia religiosa en particular) como "autotrascendencia"
y "proyección". Posteriormente, un retroceso a las condiciones que
hacen posible el hecho religioso: ciertos principios o disposiciones a priori,
que existen en el espíritu antes de cualquier experiencia; entre ellos
seleccionamos uno: la conciencia de la infinitud. Finalmente, examinamos de
qué forma esta conciencia a priori del infinito nos ayuda a entender la propia
experiencia religiosa y cómo podemos encontrar indicios de ella en la historia
de las religiones.
1. El hombre como proyecto.
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Karl Popper (1902-1994) |
En este sentido puede decirse que la existencia humana es
autotrascendencia.
Este hecho de la trascendencia nace por tanto de la propia
indeterminación ontológica del hombre. Está conectado también con el hecho que
Zubiri llama religación: al realizarme como persona me encuentro
"religado" con la realidad como tal: vinculado, pero no confundido
con ella: "relativamente suelto" frente a la realidad que, por un
lado, me "domina" o fundamenta y, por otro, me ofrece un repertorio
casi infinito de posibilidades de autorrealización. De aquí la expresión
zubiriana "El hombre es un ser relativamente absoluto", paradoja que
quiere decir que no es una cosa más, sino que es capaz de ponerse frente a
todas las cosas, aunque en último término se sabe fundamentado en la realidad
como tal.[3]
El hombre vive su vida como proyecto: por medio del
conocimiento y el deseo, se lanza al encuentro de la realidad y se sirve de
ella para trascender lo que es en ese momento y construirse una nueva forma de
ser. En este sentido, hay que dar la razón a Feuerbach, pero ampliando su
perspectiva: toda la vida humana (no solo la religión) es proyección.
Ahora bien, esta proyección no es invención de pseudorrealidades, sino condición
de posibilidad del encuentro con la realidad trascendente (exterior a la
conciencia), ya que algo debe haber en el espíritu que permita comprender,
"asimilar" ("hacer semejante") lo que queda fuera.
Hasta ahora, nos estamos moviendo en un plano puramente
descriptivo y apenas hemos rozado la cuestión religiosa.
2. El problema religioso.
La religión surge cuando, en el proceso de autorrealización
humana, nos tropezamos con las que tópicamente se han llamado "las
cuestiones últimas": no me preocupa solo la solución de tareas inmediatas,
sino decidir cuál va a ser mi proyecto vital en conjunto (y quizá no solo mío,
sino de las personas próximas a mí, la sociedad en que vivo, la humanidad...);
ello implica la elaboración de un "mapa" cognoscitivo o "idea
del mundo" en que aparezca mi situación: Trato de entender mi realidad: en
cierto sentido yo soy único, pero en otro sentido hay otros como yo, pertenezco
a una especie; soy hombre, pero ¿qué significa ser hombre?, ¿cuál es el puesto
del hombre en el universo?, ¿por qué existen hombres, por qué existo yo y por
qué existe algo en vez de nada?, ¿cuál es el fundamento último de la realidad?,
¿qué relación mantiene con el hombre en general y conmigo en particular?
jueves, 9 de abril de 2020
Filosofía de la Religión (VIII): El simbolismo en la Religión
1. La interpretación psicoanalítica de los
mitos.
Desarrollada especialmente por Otto Rank, la
investigación psicoanalítica de los mitos trató de comprender estos como
resultado de los mismos procesos mentales inconscientes que dan origen a los
sueños: “En la producción de los rendimientos normales, patológicos y sociales,
tanto del individuo como del pueblo, intervienen decisivamente las mismas
fuerzas impulsoras inconscientes...”[2]. Así,
los mitos son concebidos como “los residuos deformados de fantasías optativas
de naciones enteras”[3], es
decir:
La
interpretación simbólica de los fenómenos religiosos, muy especialmente de los
relatos míticos, ha sido desarrollada en el siglo XX por el psicoanálisis y
convertida por Jung en la piedra angular de su concepción psicológica. Ambas
escuelas han insistido en el parentesco entre sueño y mito, parentesco que se
basa precisamente en la utilización de símbolos y en el hecho de que tanto el
que sueña como el que escucha o cuenta un mito no es generalmente consciente
del sentido simbólico que encierra.
Freud
fue conducido al estudio de los mitos a través del simbolismo onírico. Ya en el
primer capítulo de La interpretación de los sueños constata la
existencia de objetos cuya aparición en los sueños habitualmente conlleva un
significado específico: la práctica totalidad se refieren a órganos y funciones
sexuales. Más adelante, en las Lecciones introductorias al psicoanálisis,
dedica una lección completa al tema del simbolismo, añadiendo algunos símbolos
de significado general (“casa” = persona, “agua” = nacimiento, “viaje” =
muerte...) además de aumentar el repertorio de símbolos específicamente
sexuales[1].
![]() |
La leyenda de Moisés, estudiada por Otto Rank... |
![]() |
...en su obra sobre el nacimiento de los héroes |
a) Igual que el sueño, el mito consiste
esencialmente en una realización de deseos.
b) Por la misma naturaleza del mito como
producto social, los deseos no deben pertenecer exclusivamente al individuo,
sino ser comunes a todo el grupo o incluso a toda la humanidad.
c) Tal significado esencial del mito
(equivalente al contenido latente de los sueños) es disfrazado y
deformado por razones de conveniencia moral y social, y las sucesivas
variaciones de un mito o leyenda que se producen a lo largo del tiempo tienden
a volver cada vez más irreconocible el núcleo originario.
d) El hecho anterior explica la frecuente
aparición de símbolos (generalmente sexuales) en los relatos míticos y, en
general, en todo tipo de narraciones populares: el símbolo –unido a otros
procedimientos estudiados por el psicoanálisis como el desplazamiento y la
condensación- permite disfrazar el verdadero significado del relato.
lunes, 6 de abril de 2020
Filosofía de la Religión (IV): Proyección y/o Revelación
DANDO VUELTAS A LA ESENCIA DE LA RELIGIÓN
La pregunta ¿de dónde
surge la religión? (o, más precisamente, ¿de dónde toma la religión su
contenido?) puede en principio ser respondida de estas dos maneras:
a) La religión es proyección de contenidos humanos o
pertenecientes a la experiencia humana.
b) La religión es reconocimiento, descubrimiento
de o encuentro con una realidad que trasciende el campo de la experiencia humana.
lunes, 2 de marzo de 2020
Filosofía de la Religión (II): La esencia de la religión
A la pregunta ¿qué es la religión? puede
responderse de muy diversos modos: se puede dar una definición a priori y
llamar "religión" solo a lo que se ajuste a esta definición,
rechazando el resto de fenómenos como no religiosos; se puede hacer un
inventario de religiones y decir "religión es todo lo que aparece en esta
lista"; se puede acudir a la etimología ("religión", ¿procede de
"religare" -Lactancio- o de "relegere" -Cicerón-?[1]), etc.
![]() |
Juan de Dios Martín Velasco (1934-2020) |
a) Una dimensión o ámbito, lo sagrado, difícil de definir
a priori, pero que aparece ante la conciencia religiosa como “lo más real” o
“lo más digno de respeto”, sin que tengan sentido los cálculos utilitarios.
b) Un sujeto que presenta una
actitud de sumo respeto (temor y fascinación).
c) Un objeto que aparece a la vez como absoluto y santo.
1. LO SAGRADO.
El primer rasgo distintivo de la religión es la presencia
de un nivel de realidad que se considera sagrado, es decir, digno de
respeto absoluto, no susceptible de consideración meramente utilitaria[2].
viernes, 14 de febrero de 2020
Momentos estelares de la Historia del Cine (XI): En la puerta de Rashomon vivía un demonio...
En la puerta de Rashomon vivía un demonio, y dicen que se fue porque tenía miedo de los hombres...

sábado, 25 de enero de 2020
Apuntes mínimos sobre Historia de las Religiones
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS GRANDES RELIGIONES
La presente entrada debe entenderse simplemente
como un material de consulta, abreviado e incompleto, que permita una rápida
visión de conjunto de los procesos históricos fundamentales que han configurado
la pluralidad religiosa del mundo actual. Los puntos que aquí no se tratan
(religiones de la Antigüedad, religiones sincréticas, etc.) pueden consultarse
en muchos y excelentes manuales entre los que merece la pena destacar los de
Mircea Eliade (Historia de las ideas y creencias religiosas) y E. O.
James (Historia de las Religiones e Introducción a la Historia
Comparada de las Religiones).
A) RELIGIONES PRIMITIVAS.
Como hemos visto en otra entrada, la ciencia de la religión del siglo XIX y principios del XX se
desarrolló en buena medida como un intento de descubrir la “fase primera” o
“forma elemental” de la religión. Tal intento de reconstrucción del pasado se
apoyaba por un lado en los restos arqueológicos, pero sobre todo en la analogía
con las costumbres y creencias religiosas de los llamados “pueblos primitivos”.
Se presuponía, en general, la validez de una ley de la evolución de los pueblos
según la cual cada grupo humano debía pasar por las mismas fases y en el mismo
orden que todos los demás.
Aunque estas premisas
metodológicas han sido rechazadas posteriormente, las fuentes de obtención de datos
siguen siendo la observación de los “pueblos primitivos” (la que se ha
conservado en documentos, ya que las culturas primitivas como tales han
desaparecido ya o están a punto de desaparecer) y la interpretación de
yacimientos arqueológicos. Respecto a la primera, se ha constatado que las
consideradas “formas simples” o “elementales” de religiosidad (culto a los
antepasados, totemismo, fetichismo, etc.) no aparecen nunca aisladas, sino
mezcladas con otros aspectos de la religión que los autores del siglo XIX
consideraban propias de las religiones superiores: dioses supremos, leyes
morales, etc. Existe una división básica en lo que se refiere a la
caracterización del Ser Supremo, presente (aunque no en primer plano) en todas
las religiones primitivas: Padre del cielo en los pueblos de
cazadores-recolectores y pastores, Madre Tierra en algunas culturas agrícolas.
Se puede constatar, como dato universal, la presencia de rituales de muerte y
resurrección.
Respecto a los restos
arqueológicos, es evidente que testimonian la existencia de creencias
religiosas en la Prehistoria, e incluso nos autorizan a conjeturar la
naturaleza de tales creencias; por ejemplo:
![]() |
Enterramiento en posición fetal y con objetos personales |
-Los enterramientos
muestran claramente la creencia en una supervivencia tras la muerte (muertos
enterrados junto a objetos personales, comida, animales de compañía, etc.). El
mismo hecho del enterramiento y la posición fetal en que, a veces, es colocado
el difunto sugieren también la concepción de la muerte como “nuevo nacimiento”.
Es asimismo significativo que, entre los hombres de Neandertal, los cadáveres
se encuentran siempre enterrados de lado y con la cabeza orientada al Este
(¿indicio de culto solar?).
viernes, 17 de enero de 2020
Filosofía de la Religión (I): Apuntes mínimos sobre Historia de la Ciencia de la Religión
1. ENFOQUES EN EL ESTUDIO DE LA RELIGIÓN
1.1. Confesionalidad y aconfesionalidad.
La primera diferencia significativa que hay que señalar
en el estudio de la religión es si este estudio se hace desde dentro o desde
fuera de la propia religión que se estudia. Expresarse en estos términos
es, por supuesto, poco preciso y puede inducir a confusión; hay que aclarar que
no se habla tanto de la situación personal del estudioso (su pertenencia
a una confesión religiosa, sus creencias sobre el tema...) cuanto del método
utilizado: los presupuestos de este, ¿se derivan de una creencia o son
independientes de ella?
En este sentido, hay que decir que el estudio confesional
de la religión es casi tan antiguo como la religión misma; en todas las
tradiciones religiosas existen maestros y discípulos que estudian las
enseñanzas de los maestros, textos sagrados cuyo sentido auténtico trata de
captarse, lo cual da lugar muchas veces a nuevos textos que discuten, aclaran,
aplican... el significado de los primeros, etc. Este es el proceso que ha dado
lugar a la teología en las religiones desarrolladas.
Lo que es relativamente nuevo (siglos XVII-XVIII) es el
estudio de la religión a partir de presupuestos no confesionales. Las
condiciones que hacen posible la aparición de la ciencia de la religión son
básicamente dos:
![]() |
La Paz de Augsburgo, (tímido) inicio de la libertad de conciencia |
b) Por otro lado, los descubrimientos geográficos y la
exploración de tierras desconocidas aportan gran cantidad de datos sobre las
creencias y costumbres religiosas de los pueblos alejados culturalmente. Esta acumulación
de datos será la base, primero, de un estudio comparativo, y, a partir del
siglo XIX, de las diferentes teorías explicativas que pretenden dar razón de
los fenómenos religiosos.
1.2. El estudio histórico-literario de las tradiciones religiosas.
viernes, 10 de enero de 2020
Filosofía de la Religión (V): Ética y Divinidad
Texto de la conferencia pronunciada en la Fundación Universitaria Española en febrero de 2001
Prólogo socrático
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Eutifrón: ¿qué es "lo piadoso"? |
Uno de los tópicos más repetidos entre los filósofos es la
sentencia pronunciada por Alfred Whitehead según la cual “toda la historia de
la filosofía se reduce a una edición de las obras completas de Platón con
anotaciones a pie de página”. Sin juzgar la exactitud o exageración de
semejante tópico, voy a seguir el camino sugerido por Whitehead experimentando
las posibilidades que un diálogo con Platón ofrece para el tratamiento en
profundidad de un problema filosófico. Se puede decir que esta reflexión
consiste en anotaciones a un diálogo
platónico, concretamente el Eutifrón,
texto sorprendente al menos por dos motivos: a) Nos encontramos en los inicios
de la Filosofía, y las derivaciones del problema que aquí aparecen apenas
esbozadas son exactamente las mismas que posteriormente desarrollarán todos los
autores preocupados por el asunto (de hecho, nuestro recorrido por el problema,
en parte histórico, se hará al hilo de las sugerencias del Eutifrón); b) El autor del texto, Platón, no ha elaborado todavía
su sistema, se limita a recoger las enseñanzas de Sócrates seguramente buscando
entender el significado de su muerte y, relacionado con esta, la acusación de
“impiedad” de que fue objeto. La obra aparece pegada a unas circunstancias
históricas muy concretas, ni siquiera se inserta en un sistema filosófico ya
elaborado, y sin embargo alcanza un grado de universalidad y perennidad
filosóficas muy superior al de cualquier diálogo de la misma época
(exceptuando, por su importancia histórica, Apología
de Sócrates y Critón).
Resumamos lo esencial de la trama: Sócrates se encuentra
con Eutifrón en la puerta del tribunal, el primero para responder a una
acusación de impiedad y el segundo para presentar otra acusación de este mismo
crimen. La acusación se dirige contra su propio padre, a quien Eutifrón
considera “impío” porque dejó morir a un esclavo. Sócrates se muestra
“sorprendido” (podemos pensar que la sorpresa disfraza su escepticismo) de la
seguridad que muestra Eutifrón en lo que se refiere al conocimiento de la
piedad: este conocimiento debe ser muy firme, ya que basándose en él Eutifrón
se atreve a acusar a su propio padre, y, como Sócrates dice ignorar lo que se
refiere a estos temas, pide a Eutifrón que le enseñe qué es la piedad. Se
inicia entonces un proceso que resultará familiar a cualquiera que haya leído
otros diálogos de Platón: Eutifrón comienza confundiendo “la piedad” con un ejemplo de piedad (“lo piadoso es lo
que ahora yo hago, acusar al que comete delito y peca, sea por homicidio, sea
por robo de templos o por otra cosa de este tipo, aunque se trate del padre, de
la madre o de otro cualquiera”), por lo que Sócrates se ve forzado a aclarar el
sentido de su pregunta: “yo no te incitaba a exponerme uno o dos de los muchos
actos piadosos, sino el carácter propio por el que todas las cosas piadosas son
piadosas”. Es entonces cuando Eutifrón, obligado por Sócrates a elevarse al
plano filosófico, ofrece una definición general de la piedad: “Piadoso es lo
que agrada a los dioses, y lo que no les agrada es impío”.
Justicia y voluntad divina
Maticemos la respuesta de Eutifrón en el sentido que nos interesa para el tema de esta reflexión: Donde Eutifrón dice “los dioses”, nosotros vamos a decir “Dios”. De esta forma evitamos una serie de cuestiones marginales (“¿a todos los dioses les agrada lo mismo?”), por las que el propio Sócrates se desinteresa y muestra este desinterés diciendo algo así como “supongamos que a todos los dioses les agrada lo mismo, y vamos a lo que realmente importa”. Además, la cuestión de las relaciones entre Ética y divinidad se plantea mucho más crudamente sobre el trasfondo de un único ser supremo que, precisamente por serlo, ha de ser omnisciente (posee un conocimiento exacto y total de lo justo e injusto) y moralmente perfecto (debe querer y hacer el bien: el sentido de esta proposición será discutido más adelante). Por otro lado, “la piedad” es, como el propio Sócrates señala (12d), “una parte de la justicia”, y en una concepción monoteísta el problema no se plantea solo en relación con esta parte, sino con la justicia entera: Lo justo debe ser querido por Dios, ya que de otra manera o bien Dios no sería omnisciente (no sabría qué es lo justo y, por tanto, no podría quererlo) o bien no sería moralmente perfecto (sabiendo lo que es justo e injusto, querría lo injusto en vez de lo justo)[1]. Finalmente, podemos sustituir el verbo “agradar” (que parece presuponer la posibilidad de ser afectado positiva o negativamente y, por tanto, depender de algún modo de las cosas creadas) por “querer”, que solo presupone que el ser supremo posee voluntad. De esta forma, la definición que da Eutifrón se transforma en esta otra: “Justo es lo que quiere Dios, e injusto lo contrario”.
“Sócrates.- ¿Te acuerdas de que yo no te incitaba a
exponerme uno o dos de los muchos actos piadosos, sino el carácter propio por
el que todas las cosas piadosas son piadosas? En efecto, tú afirmabas que por
un solo carácter las cosas impías son impías y las cosas piadosas son piadosas
[...]. Exponme, pues, cuál es realmente ese carácter, a fin de que, dirigiendo
la vista a él y sirviéndome de él como medida, pueda yo decir que es piadoso un
acto de esta clase que realices tú u otra persona, y si no es de esta clase,
diga que no es piadoso. [...]
“Eutifrón.- Ciertamente, es piadoso lo que agrada a
los dioses y lo que no les agrada es impío. [...]
“Sócrates.- ¿Qué señal tienes tú de que todos los
dioses consideran que ha muerto injustamente un hombre que, estando asalariado,
comete un asesinato y que, atado por el dueño del muerto, a causa de las
ataduras muere antes de que el que lo había atado reciba información de los
intérpretes de la ley sobre qué hacer con él; y de que está bien que por tal
hombre el hijo lleve a juicio al padre y lo acuse de homicidio? [...].
Aceptemos que todos los dioses consideran este acto injusto y que lo aborrecen,
si quieres..., pero tú examina si, admitiendo este supuesto, vas a poder
enseñarme fácilmente lo que prometiste.
“Eutifrón.- En cuanto a mí, afirmaría que es piadoso
lo que agrada a todos los dioses y que, por el contrario, lo que todos los
dioses odian es impío. [...]
“Sócrates.- Reflexiona lo siguiente: ¿Acaso lo
piadoso es querido por los dioses porque es piadoso, o es piadoso porque es querido
por los dioses?”
Platón: Eutifrón, 6d-10a.
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