miércoles, 7 de noviembre de 2018
domingo, 26 de agosto de 2018
Momentos estelares de la Historia del Cine (X): Si Dios no existiera...
Y
van pasando los años, y ya has ido juntando ¿cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta y tantos...?, y te acuerdas como si fuera ayer de cuando cumpliste los veinte y algún
aguafiestas te explicó que a partir de ese momento los años pasarían sin que te
enteraras, y por fin te has dado cuenta de que tenía razón, y has visto que cada
vez más gente que ha significado mucho en tu vida desaparece de ella para siempre,
y empiezas a pensar que esto de la muerte no es ninguna tontería y que está más
cerca de lo que siempre habías querido creer, y te resistes a proclamar
solemnemente que “envejecer es una puta mierda” (Sabina dixit) porque todavía finges
estar convencido de que algo bueno debe de tener llegar a donde has llegado, y miras hacia
atrás y piensas en lo que ha sido tu vida y en lo que esperabas que fuera, y
constatas la enorme diferencia entre una cosa y la otra, y te preguntas ¿para
qué he vivido?, pregunta que transformas en seguida en esta otra: ¿para qué
estoy viviendo?, como queriendo autoconvencerte de que esto todavía no ha
acabado y que lo mejor está todavía por llegar aunque la realidad desmienta
esta creencia en los mil ejemplos que conoces, y haces de ese ¿para qué? la
clave decisiva que esconde el valor de la existencia, lo que hace que, en el
fondo, sí importe vivir o haber
vivido, y finalmente quieres creer que ese valor no terminará en nada como tus
pobres huesos y que siempre serás algo más que un pensamiento perdido entre
tantos pensamientos que alguien pensó una vez pero de los que ya nadie se
acuerda…
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Existencia crucificada. |
Y
entonces redescubres lo que ya sabía Platón: que solo puede haber valor y
sentido reales si están sostenidos en la permanencia, pues de otra forma todo
pasa y nada queda, lo que hoy vale mucho mañana será una puta mierda, y en
cuestión de pocos años todo (lo que sentimos, pensamos, vivimos y somos) dará
literalmente lo mismo. No valen medias tintas: o todo acaba engullido por la
corriente del devenir, o hay un valor que perdura, que no puede ser otro
distinto de lo que hemos dado en llamar Dios. Por eso “si Dios no existe todo está
permitido” no significa que Dios sea el vigilante plasta al que hay que
suprimir para ser libres y respirar lejos de asfixiantes prohibiciones, sino
algo mucho más serio y profundo en lo que no queremos pensar: que si la
eternidad solo es una fantasía urdida por el mortal que no soporta tener que
morir, todo valor acabará desapareciendo y cualquier juicio sobre la importancia
de algo solo es una forma de autoengaño, un no querer asumir que nada importa
cuando la muerte tiene la última palabra y la única definitiva. Palabra que
todos sabemos que solo puede ser una: no-ser; o lo que es lo mismo: nada.
"Los comulgantes" (Ingmar Bergman, 1962): La confesión del pastor.
Fragmento de Los comulgantes al que se hace referencia en la entrada nº 10 de la serie Momentos estelares de la Historia del Cine.
miércoles, 25 de julio de 2018
Momentos estelares de la Historia del Cine (IX): Calderero, sastre, soldado...
Tinker, Tailor, Soldier, Spy es el título de la novela de John Le Carré comercializada en España como El topo. La
novela ya fue adaptada por la BBC en los años 80, en una serie
protagonizada por Alec Guiness que aquí, curiosamente, conservó el
título original de la obra de Le Carré: "Calderero, sastre, soldado,
espía". Este vaivén de títulos podría explicarse por la referencia del
original a una canción infantil enteramente desconocida en España; ya se
sabe que aquí ha existido gran afición a cambiar o ampliar los títulos
cuando alguna mente lúcida consideraba que los originales no resultaban
lo suficientemente explicativos: ¿cómo va a entender un espectador
español lo que significa Alien si no le añadimos El octavo pasajero?, y si lo de Rosemary's baby no queda claro del todo, solucionémoslo contando toda la película en el nuevo título La semilla del diablo...

sábado, 14 de julio de 2018
"Y no vamos a estar cuarenta años hablando de los cuarenta años"
Sobre los huesos de Franco, la Historia hecha tebeo y los políticos que reviven guerras civiles para ganar votos.
"Y tampoco vamos a estar cuarenta años hablando de los cuarenta años": esto lo decía José Sacristán, desde una emisora de radio, a los españoles que se sentían perdedores de la guerra y víctimas de la dictadura, en la película Solos en la madrugada, dirigida por José Luis Garci y estrenada en 1978.
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José Sacristán, razonando que no hay que estar 40 años hablando de los 40 años |
lunes, 9 de julio de 2018
Sobre orgullos e intolerancias

Lo anterior deja clara una forma
peculiar de entender la tolerancia: solo hay que ser tolerante con los que
tienen las mismas ideas y costumbres que uno mismo. Ahora bien, si la
tolerancia es tolerar a quien te tolera, debe de ser esta virtud la más
extendida de todas: ¿quién es intolerante con quien piensa o hace lo mismo que
uno? De acuerdo con la cita evangélica “si amáis a los que os aman, ¿qué mérito
tenéis?”, simplemente pido sustituir el verbo “amar” por “tolerar” para
entender lo que es la verdadera tolerancia: no es tolerante quien únicamente se tolera a sí mismo y a los que son como él, sí
quien comprende el punto de vista ajeno y es capaz de discutir las razones del mismo con argumentos y
no con consignas aprendidas.
martes, 26 de junio de 2018
Momentos estelares de la Historia del Cine (VIII): El travelling como filosofía de la vida
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Hitchcock entre los asistentes al mitin: "no queremos cuerpos extraños en el río". |
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Pero sí hay cuerpos extraños: un cadáver con una corbata al cuello. |
miércoles, 13 de junio de 2018
Breve apunte sobre dinosaurios, o crítica de la neurosis anti-spoiler
Estuve
viendo Jurassic World, la última de
Spielberg & Bayona, más Spielberg, o sea, Amblin que Bayona. Básicamente,
y por resumir una valoración crítica en una sola frase, el guión es bastante flojo, pero los efectos digitales de erupciones volcánicas
y dinosaurios están pero que muy bien.
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Dinosaurio-dragón y niña-princesa: tranquilos, que no se la come... |
martes, 5 de junio de 2018
Cinco vías en una sola tabla
Complemento a la entrada sobre Tomás de Aquino.
PRIMERA VÍA |
SEGUNDA VÍA |
TERCERA VÍA |
CUARTA VÍA |
QUINTA VÍA |
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PUNTO DE PARTIDA EMPÍRICO
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Existencia
del movimiento ("evidente a los sentidos").
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Producción
de unos seres por otros.
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Existencia
de seres contingentes.
Comprobación: seres que nacen y mueren.
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Existencia
de grados de perfección.
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Existencia
de finalidad entre seres no inteligentes.
Comprobación: obran de la misma forma para conseguir lo mejor.
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APLICACIÓN DE LA
CAUSALIDAD
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Lo
que se mueve es movido por otro (algo está en potencia si existe el acto hacia el que tiende, y ningún ser puede estar a la vez en potencia y en acto).
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Nada es causa eficiente de sí mismo (debería existir antes de empezar a existir).
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Para
que haya algo contingente, debe haber algo necesario (lo contingente no dura siempre, y si alguna vez no hay nada después tampoco).
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El
más y el menos se dicen por su proximidad a lo máximo, de lo cual participan
los seres que poseen esa perfección (ejemplo del calor y el fuego).
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La
finalidad es producto de la inteligencia, que puede ser interna o externa al ser (ejemplo de la flecha y el arquero).
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IMPOSIBILIDAD DE UN
PROCESO INFINITO
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La
serie de motores no puede ser infinita.
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La
serie de causas no puede ser infinita.
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No
puede haber una serie infinita de seres necesarios que hayan recibido su
necesidad de otro.
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|
---
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CONCLUSIÓN |
Existe
un primer motor inmóvil.
[Interpretación: este motor no actúa empujando, sino atrayendo como causa final a todo lo que está en potencia hacia la perfección del acto puro (así pueden distinguirse la 1ª y la 2ª vías)]. |
Existe
una primera causa eficiente (no causada por una causa eficiente anterior).
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Existe
un ser necesario por sí, que no ha recibido su necesidad de otro.
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Existe
un ser sumamente perfecto, causa de las perfecciones de los otros seres.
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Existe una inteligencia suprema que ordena el mundo de tal forma que los seres no inteligentes se dirigen a sus respectivos fines. |
AÑADIDO A LA CONCLUSIÓN
|
“y a esto llamamos Dios”.
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domingo, 1 de abril de 2018
Dashiell Hammett: la literatura pudorosa
“Todo lo que te vende
es bueno, excepto el bourbon quizá: ese siempre sabe como si lo hubieran
filtrado por un cadáver.”
D. Hammett: Cosecha roja.
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Dashiell Hammett y Lillian Hellman |
Quizá
no haya mejor ejemplo de talento echado a perder por desidia pura y dura que el
de Dashiell Hammett. Dotado de una prodigiosa capacidad de narrar, concisa y
eficaz, en que las metáforas contundentes, la abundancia de verbos y los
diálogos directos y realistas sustituyen con ventaja a las largas descripciones
evitando de paso el aburrimiento del lector, la empleó en relatos policíacos
seguramente porque era lo único de lo que podía escribir con conocimiento de
causa[1]. A
medida que fue ganando fama como escritor, sus obras fueron espaciándose hasta
que simplemente desaparecieron engullidas en un agujero negro de alcohol,
drogas, sexo de burdel, soledad autoinfligida por abandono de mujer e hijas,
amantes más o menos duraderas (la más conocida: Lillian Hellman), autocompasión
y mala conciencia disimulada bajo un barniz de compromiso político… que,
curiosamente, terminaría llevándole a la cárcel.[2]
Experto
en no perder el tiempo, sus relatos nos introducen desde las primeras líneas en
el meollo del asunto:
“Cuando el detective
del Hotel Montgomery hubo cobrado su participación del contrabandista que
suministraba los licores al establecimiento, participación que cobró en
mercancía en vez de en dinero, se la bebió, se quedó dormido en el vestíbulo y
le pegaron un tiro.”
Así
comienza uno de sus relatos y, bien pensado, así podría terminar: en tres
líneas ha contado más (y, sobre todo, mejor) que otros muchos en mil páginas. Contar
lo máximo posible con un mínimo de palabras, esta es o sería la divisa de
Hammett si este fuera consciente de sus propias motivaciones para escribir, y
debería ser la de todos los que se dedican a esto, salvo
quizá unos pocos que entienden la literatura como puro juego de formas sin
significados.
Otro
ejemplo, este tomado de Ciudad de
pesadilla:
“Steve Threefall se despertó sin sorprenderse demasiado por la extrañeza de lo que le rodeaba, como suele ocurrirle a quien ya se ha despertado antes en lugares ajenos. Antes de abrir los ojos del todo, ya conocía los datos básicos de su situación. El tacto del catre en que dormía y el olor agudo del desinfectante en sus fosas nasales le dijeron que estaba en la cárcel. La cabeza y la boca le dijeron que había estado borracho; y el rastrojo de barba de tres días en la cara le dijo que había estado muy borracho.”
jueves, 8 de febrero de 2018
Dios ha muerto, queremos que el superhombre viva (Nietzsche)
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 25.
1. Vida y obra.
Nace en 1844, en una familia protestante. Su padre
era clérigo; sus abuelos y bisabuelos, tanto maternos como paternos, habían
sido también pastores o teólogos. Cursa estudios de Teología y Filología, y se
interesa sobre todo por la cultura clásica. Es profesor de Filología en la
Universidad de Basilea durante diez años (1869-1879), pero su interés se
decanta cada vez más por la Filosofía. De su etapa como profesor destacan las
obras “El nacimiento de la tragedia” (1871) y “Humano, demasiado humano”
(1879). Debe dejar su puesto por problemas de salud –desde 1873 debe soportar
una enfermedad crónica, con frecuentes y dolorosas jaquecas-. Sobrevive con una
pensión, viaja por Suiza e Italia, se aficiona al clima, carácter y arte
meridionales... Su salud mejora, y aparecen sus obras “Aurora” y “El gay
saber”. En el verano de 1881, caminando por los Alpes, tiene una experiencia
que posteriormente describiría como “revelación” o “iluminación”: su contenido
es la idea del eterno retorno, que se convertiría en el centro de su libro
“Así habló Zaratustra”. Se enamora apasionadamente de una joven judía rusa, Lou
Salomé (posteriormente discípula y colaboradora de Freud); sin embargo, ella le
rechaza y Nietzsche cae en una depresión. Tras recuperarse, escribe sus
principales obras: “Así habló Zaratustra” (publicada en cuatro partes, de 1883
a 1885), “Más allá del bien y del mal” (1886). “Genealogía de la moral” (1887),
“El ocaso de los ídolos” (1889). Los signos de locura son cada vez más
evidentes, hasta que en 1890 es internado en una clínica. Al final de su vida
es cuidado por su madre y hermana. Sus últimas obras, “El Anticristo”, “Ecce
homo” y “La voluntad de poder”, son publicadas por su hermana y su discípulo
Peter Gast. Muere en 1900.
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Famosa fotografía de Lou Salomé, Paul Ree y Nietzsche |
En la gestación de su
pensamiento destaca la influencia de Schopenhauer[1], aunque posteriormente lo
criticó duramente, y la relación con Wagner, en principio de amistad y
admiración –la exaltación pagana de El anillo de los nibelungos- y
después –coincidiendo con el estreno del Parsifal y su aproximación al
cristianismo- de profunda aversión.
El estilo de Nietzsche es
vehemente, brillante y violento; con un lenguaje aforístico y oscuro –en la
línea de su admirado Heráclito-, lleno de metáforas y símbolos. No siempre
coherente, su obra ha sido objeto de muchas y variadas interpretaciones.
Para exponer su pensamiento
de una forma lógica y ordenada, no queda más remedio que introducir desde
fuera una sistematización totalmente ajena a su obra. Lo haremos a la manera
tradicional: partiremos de sus presupuestos “metafísicos” y gnoseológicos
(sus ideas sobre la realidad y el conocimiento, principalmente las nociones
básicas de “vida”, “voluntad de poder”, “eterno retorno”, etc.) y a partir de
ellas analizaremos sus consecuencias en lo que se refiere a la crítica de
la tradición occidental (metafísica, ciencia, moral, religión, etc.). Sin
embargo, antes conviene empezar por el primer esbozo de lo que será el
pensamiento nietzscheano: la confrontación entre Apolo y Dionisos, tal como es
expuesta en su obra El nacimiento de la tragedia.
jueves, 18 de enero de 2018
Estados de naturaleza y contratos sociales (Rousseau)
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 18.
En el
pensamiento de Rousseau conviene separar dos cuestiones que pueden confundirse
con facilidad, lo que puede provocar malentendidos: una es cómo debe ser la sociedad para que el hombre
que vive en ella no tenga peor suerte que el que vive en estado de naturaleza;
la otra es cómo la sociedad real de hecho
ha empeorado el estado natural del hombre. Trataremos estas dos cuestiones una
detrás de otra, pero antes de nada conviene aclarar qué es eso del “estado
natural” que, según Rousseau, perdemos cuando empezamos a vivir en sociedad.
Antes de Rousseau, otros autores teorizaron sobre el estado natural y el pacto social, entre los que podemos destacar dos:
a) Para Hobbes, la situación natural del hombre es la de "guerra de todos contra todos": cada uno, buscando exclusivamente el propio interés, se sirve de la violencia y el engaño contra los demás. Por eso, Homo homini lupus: sin un poder fuerte la convivencia humana degenera en guerra y anarquía, que son precisamente los males que la política está llamada a evitar. El Estado aparece como consecuencia de un paradójico pacto que consiste en que los que lo realizan renuncian a todos sus derechos y libertades en favor de un poder absoluto.
b) Locke no tiene un concepto tan negativo de la naturaleza humana: el hombre posee unos derechos naturales a los que no debe renunciar y el Estado surge como consecuencia de un acuerdo o contrato entre los hombres para proteger esos derechos cuando corren peligro. Locke percibe también el peligro de abuso de poder por parte del Estado y propone para prevenirlo la separación de poderes.
Antes de Rousseau, otros autores teorizaron sobre el estado natural y el pacto social, entre los que podemos destacar dos:
a) Para Hobbes, la situación natural del hombre es la de "guerra de todos contra todos": cada uno, buscando exclusivamente el propio interés, se sirve de la violencia y el engaño contra los demás. Por eso, Homo homini lupus: sin un poder fuerte la convivencia humana degenera en guerra y anarquía, que son precisamente los males que la política está llamada a evitar. El Estado aparece como consecuencia de un paradójico pacto que consiste en que los que lo realizan renuncian a todos sus derechos y libertades en favor de un poder absoluto.
b) Locke no tiene un concepto tan negativo de la naturaleza humana: el hombre posee unos derechos naturales a los que no debe renunciar y el Estado surge como consecuencia de un acuerdo o contrato entre los hombres para proteger esos derechos cuando corren peligro. Locke percibe también el peligro de abuso de poder por parte del Estado y propone para prevenirlo la separación de poderes.
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En el estado natural, nadie debe estar sometido a otro salvo el niño a sus padres. |
Rousseau entiende el estado
de naturaleza como el (hipotético) estado del hombre que vive sin leyes, tradiciones, propiedades ni
instituciones políticas, comportándose únicamente como le dicta la propia naturaleza.
En este estado, el hombre solo se asocia con otros hombres bien para formar una
familia, bien por nacer dentro de una, pero en el último caso la naturaleza solo
le manda permanecer en ella el tiempo suficiente para valerse por sus propios
medios. Los hombres son naturalmente libres y no poseen otras obligaciones que
las que se derivan del instinto natural. Se trata, pues, de una situación en la
que predomina el individualismo autosuficiente, pero quizá por eso mismo los
hombres no se hacen daño unos a otros, pues no ganan nada con hacerlo; es más,
en caso de que un semejante necesite ayuda normalmente se la darán, ya que los
hombres experimentan naturalmente un sentimiento de compasión hacia los débiles
y desgraciados. ¿Existieron alguna vez y en algún lugar hombres que vivieran
así? Es posible, pero dudoso, y en cualquier caso da igual.
martes, 16 de enero de 2018
Pensar el Todo (Hegel)
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 23
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Para Hegel, la Historia es la razón en movimiento |
Kant
partía de lo dado (la ciencia, la moral) y buscaba las condiciones que lo hacen
posible desde el sujeto. Su método, llamado trascendental, ponía al descubierto
la forma a priori de la razón, descubriendo también su limitación (la cosa en
sí: lo irracional); límite más allá del cual queda un espacio vacío en el que
la razón práctica adivina (postula,
supone: no conoce) contenidos como la libertad, la inmortalidad y Dios: “puse
un límite al saber para hacerle sitio a la fe”. Es
la razón la que al criticarse o examinarse se autolimita, pero al hacerlo no puede dejar de pensar lo que
está más allá de dicho límite: el noúmeno o cosa en sí es al fin y al cabo un
pensamiento puesto por la propia razón; esta es la conclusión a la que llega
Fichte, según él entendiendo a Kant mejor de lo que él mismo se entendió y
pagándole de paso con la misma moneda con la que el propio Kant pagó a Platón. Suprimiendo
la cosa en sí racionalizamos la totalidad de lo real: "todo lo real es
racional", o al menos debe serlo, y a la inversa: "todo lo racional
es real", o aspira a realizarse a lo largo de la Historia. No es otra cosa que
esta racionalización del mundo real o realización de la razón lo que Hegel nos cuenta.
jueves, 11 de enero de 2018
Kant: sobre la existencia de Dios
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 22
Kant rechaza la metafísica como ciencia, aunque la cree inevitable como
disposición de la razón humana. Siempre existirá la tendencia a tratar de
conocer más allá del límite del conocimiento, que Kant pone en la intuición
sensible o fenómeno. “Los conceptos sin intuición son vacíos”: por mucho que
queramos utilizar conceptos a priori como sustancia, causa, etc. para pensar lo
que está más allá de la experiencia, no obtendremos conocimiento. Las ideas de
“alma”, “mundo” y “Dios” no nos dan conocimiento, sino únicamente ideales para
el conocimiento. Confundir estas ideas con realidades cognoscibles lleva a errores
y contradicciones, que Kant analiza en la Dialéctica trascendental.
El problema de Dios aparece bajo dos aspectos: como objeto de
(presunto) conocimiento metafísico y como postulado o presupuesto de la
moralidad. Examinemos ambos.
En lo que se refiere al conocimiento teórico (Crítica de la razón
pura), Kant rechaza la validez de los razonamientos metafísicos, entre
ellos los que se refieren a la existencia de Dios, básicamente porque aplican conceptos puros sin referirlos a intuiciones
sensibles, esto es, sin mostrar ejemplos de ellos en el campo de la
experiencia.
Podemos, sin gran esfuerzo, mostrar la invalidez de las llamadas pruebas metafísicas de la existencia de Dios. Dichas pruebas se reducen en realidad a solo tres, denominadas respectivamente argumento ontológico, argumento cosmológico y argumento físico-teológico (o teleológico). Contra la primera (el Ente realísimo u omniperfecto debe existir, pues si no fuera así le faltaría una propiedad o perfección) Kant simplemente aduce que la existencia no es un predicado más, esto es, que a las determinaciones de un ente posible no se le añade una más por el hecho de existir. De la segunda (el universo contingente requiere una causa necesaria) afirma que contiene implícito el mismo argumento ontológico y, además, que aplica el concepto de “causa” fuera del campo de los fenómenos, el único en que dicha aplicación es legítima. Y del tercero (un universo ordenado implica un creador inteligente), hacia el que expresa un respeto mayor que hacia los otros dos, aclara que partiendo del orden de la naturaleza no se concluye necesariamente en un creador supremo, sino como mucho en un demiurgo organizador, o varios.
Podemos, sin gran esfuerzo, mostrar la invalidez de las llamadas pruebas metafísicas de la existencia de Dios. Dichas pruebas se reducen en realidad a solo tres, denominadas respectivamente argumento ontológico, argumento cosmológico y argumento físico-teológico (o teleológico). Contra la primera (el Ente realísimo u omniperfecto debe existir, pues si no fuera así le faltaría una propiedad o perfección) Kant simplemente aduce que la existencia no es un predicado más, esto es, que a las determinaciones de un ente posible no se le añade una más por el hecho de existir. De la segunda (el universo contingente requiere una causa necesaria) afirma que contiene implícito el mismo argumento ontológico y, además, que aplica el concepto de “causa” fuera del campo de los fenómenos, el único en que dicha aplicación es legítima. Y del tercero (un universo ordenado implica un creador inteligente), hacia el que expresa un respeto mayor que hacia los otros dos, aclara que partiendo del orden de la naturaleza no se concluye necesariamente en un creador supremo, sino como mucho en un demiurgo organizador, o varios.
miércoles, 10 de enero de 2018
Kant: Hombre y Libertad
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 21
Kant hace de la pregunta “¿qué es el hombre?” la
cuarta de las cuatro grandes cuestiones de la filosofía (las otras tres son
“¿qué puedo conocer?”, “¿qué debo hacer?” y “¿qué me cabe esperar?”; en
realidad se puede decir que la cuarta sintetiza las tres primeras). De hecho,
el problema del hombre, más concretamente la libertad humana, es (como asegura
el mismo Kant) la clave de bóveda que
sostiene todo el sistema de la crítica de la razón y el punto de vista que nos
proporciona la correcta comprensión del mismo.
lunes, 8 de enero de 2018
De Locke a Hume, pasando por Berkeley
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 16
Contra
Descartes y los racionalistas, Locke rechaza la existencia de ideas innatas: si
las hubiera, habría también conocimientos poseídos por todo el mundo; pero es
evidente que no los hay, como comprobaremos fácilmente si pensamos en los niños
o en los pueblos salvajes. En consecuencia, Locke declara que la mente humana
al nacer es una tabula rasa, como una
hoja de papel en blanco, y que las ideas se escriben en ella como resultado de
la acción de los sentidos: las primeras ideas son por tanto sensaciones.
Ahora bien,
una vez que tenemos ideas nada nos impide hacer de las mismas objeto de
conocimiento. Locke llama reflexión al
conocimiento que tiene la mente sobre lo que ocurre en su interior. Es, junto a
la sensación, el origen de todos nuestros conocimientos.
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Locke, Berkeley y Hume, y sus principales obras |
Al igual que
Descartes, Locke piensa que todo lo que conocemos es, por eso mismo, una idea que está en nuestra mente: pensamos
que algunas de estas ideas representan cosas
u objetos externos a la mente, pero eso es más bien una deducción que una
certeza inmediata[1]. De hecho, Locke no cree
que todas las ideas sean copias exactas de realidades externas: sí lo son las
llamadas cualidades primarias, puesto
que sin ellas es imposible concebir cuerpo alguno (nos referimos a la solidez o
extensión, figura, tamaño, movimiento, etc.); pero otras ideas como el color,
sabor, olor, etc. (llamadas cualidades
secundarias) no corresponden realmente a propiedades de los cuerpos, aunque
hay que suponer que sí se halla en dichos cuerpos la causa de que aparezcan en
nuestra mente.
Si Dios fuera una calculadora infinita... (Leibniz)
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 15
Mencionábamos en la entrada sobre Descartes la contradicción en que incurre dicho autor entre planteamiento y solución del llamado problema psicofísico, también conocido como problema de la comunicación de las sustancias. No pasó mucho tiempo antes de que los propios seguidores de Descartes, tanto o más racionalistas que él, trataran de rectificar al maestro.
En un conocido texto que compara alma y cuerpo con dos relojes sincronizados, Leibniz rechaza tanto la explicación de la influencia mutua (un reloj provoca que el otro marque la misma hora) como la de un vigilante en permanente tarea de sincronizarlos, prefiriendo la que todo el mundo tiene por verdadera, esto es, que los dos relojes funcionan de forma sincronizada porque fueron diseñados para funcionar así.
En realidad, la metáfora de los relojes simplifica el problema, tanto en cuanto a las posibles explicaciones (Leibniz no incluyó alguna más que de seguro conocía) como en cuanto a la solución propuesta: no vale solo para dos relojes, sino para una cantidad enorme de ellos. Vayamos por partes y veamos hasta dónde nos lleva un asunto que a primera vista parece tangencial, pero que realmente toca la esencia misma del Racionalismo como visión del mundo.
La primera de las explicaciones rechazadas (uno de los relojes influye en el otro para que marque la misma hora, y viceversa) corresponde evidentemente a la teoría cartesiana: hay un "puente" que une alma y cuerpo posibilitando su interacción. El problema, según el propio Descartes, es que alma y cuerpo, res cogitans y res extensa, no son como dos relojes distintos pero al fin y al cabo parecidos; al contrario, el alma es pensamiento y no extensión y el cuerpo es justamente lo opuesto: no se ve cómo podría ser la entidad intermedia que sirva para su comunicación. ¿La glándula pineal es acaso un cuerpo pensante, o un pensamiento extenso?
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Si cada reloj funciona autónomamente, ¿por qué aparecen sincronizados? |
La segunda explicación se debe a Malebranche y se conoce como ocasionalismo: partiendo de la imposibilidad de comunicación directa entre las dos sustancias, se presupone necesario un agente interviniendo sobre una de ellas con ocasión de las acciones, en sí mismas ineficaces, de la otra. Este agente, claro está, es Dios, la única causa real de todo lo que ocurre (la distinción escolástica entre "causa primera" y "causas segundas" es suprimida). Pero un cristiano como Malebranche no puede evitar la pregunta: ¿podría ser un Dios bondadosísimo el causante, directo y único, de las acciones pecaminosas, incluyendo los crímenes más horribles?
sábado, 6 de enero de 2018
Materialismo histórico
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Feuerbach: La esencia del cristianismo |
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 24
El pensamiento de Marx bebe de tres fuentes: la filosofía alemana, en especial Hegel y Feuerbach; el liberalismo económico (Adam Smith, David Ricardo), y el movimiento socialista. Hegel lleva hasta el final el planteamiento kantiano de afirmación de la razón, negando los límites que el propio Kant no quiso traspasar: el noúmeno como realidad no accesible a la razón y Dios como garante último de la tarea moral. Lo hace equiparando Razón, Realidad, Historia y Dios en una única Totalidad (lo Absoluto) que progresa a base de negaciones (dialéctica); es esto precisamente, la dialéctica, lo que Marx quiere conservar de Hegel. Feuerbach critica a Hegel y, de paso, el pensamiento teológico mostrando la teología como antropología disfrazada y a Dios como una creación humana. Crítica religiosa que Marx asumirá como definitiva, aunque rechaza su trasfondo idealista: no basta con sustituir unas ideas por otras, hay que cambiar el mundo que produce esas ideas (“hasta ahora los filósofos han interpretado el mundo, ahora se trata de transformarlo”, reza la tesis 11 sobre Feuerbach). La religión como invención de un imaginario mundo futuro donde los sufrimientos presentes serán compensados es resultado de la propia falsedad y contradicción del mundo material donde los hombres soportan una existencia deshumanizada, y es precisamente este mundo material lo que hay que poner patas arriba.
Se llama materialismo histórico a la interpretación marxista del Hombre, la
Sociedad y la Historia; concepto que a veces se engloba en otro más amplio:
“materialismo dialéctico”. “Materialismo”, como los representantes de la
izquierda hegeliana con Feuerbach a la cabeza, pero “dialéctico”, al modo de
Hegel, entendiendo la totalidad de lo real como un proceso histórico en que la contradicción es el motor del
cambio (eso sí, a diferencia de Hegel para Marx la realidad no es el espíritu
divino o la razón absoluta, sino la actividad material).
viernes, 5 de enero de 2018
Kant: la crítica de la razón (práctica)
Apuntes mínimos de Historia de la Filosofía, capítulo 20
Para explicar
la filosofía práctica de Kant, podemos partir de la primera frase de su obra Fundamentación de la Metafísica de las
Costumbres: “Nada hay… que pueda ser llamado bueno sin restricción, a no
ser una buena voluntad.” Todas las
otras cosas que llamamos bienes no lo
son siempre y en cualquier circunstancia, sino que pueden incluso convertirse
en males: por ejemplo, una gran inteligencia utilizada por un criminal
multiplica el mal que este puede hacer. Lo único que en ningún caso puede ser
malo es una buena voluntad. Por tanto, debemos centrar nuestra atención en este
concepto de “buena voluntad”.
![]() |
Edición alemana de Kritik der praktischen Vernunft... |
![]() |
...y traducción a cargo de Manuel García Morente |
Al contrario
que las éticas materiales, que se basan en unos intereses o fines que se buscan
(la felicidad, el placer…) y que necesitan de la experiencia para decir qué
principios de actuación nos llevan a la consecución de estos fines, Kant propone
una ética formal y a priori, que juzga si una actuación es correcta o no por su
concordancia con la forma universal de la ley.
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